Lolo Miño, defensora de los DD. HH.
La jurista de 38 años confronta sin miedos y no se deja amilanar por nadie.gustavo guamán

Lolo Miño: La voz que incomoda

La destacada jurista cuenta en SEMANA lo que le cambió la vida dramáticamente convirtiéndola en una feminista a ultranza.

Directora del Observatorio de Derechos y Justicia por seis años, la abogada se caracteriza por tener una posición frontal en los diferentes espacios en los que se desenvuelve y los medios de comunicación. Ultrafeminista, su postura solo puede entenderse, dice, si se ha vivido en carne propia la violencia de género. Su código de ética se impone con principios que defiende a capa y espada, liderando una voz que resulta incómodamente política o a disgusto de otros sectores. En contrapartida, ha logrado un significativo respaldo pero, también, las reacciones que genera no se hacen esperar, incluso, con amenazas de todo orden. Pero Lolo es una mujer valiente, confronta sin miedos y no se deja callar ni tampoco amilanar por nadie.

En el ejercicio profesional

Con 38 años, la abogada tenía un camino marcado. Fueron tres las circunstancias que definieron esa vena ‘justiciera’: “A los 5 años, un libro de Mafalda me guio en mi carrera y personalidad. Mi papá me leía y comentaba las noticias y eso hizo que sea algo cotidiano analizar lo que sucedía en el país. Y la relación con mi hermana, que, siendo muy cercanas en edad, me dio un sentido de trato igualitario. Si alguien le trataba diferente a ella, incluso si me preferían a mí, me ponía furiosa, el mismo enfoque con el que veo muchas otras dinámicas sociales.

Como no podía ser de otra forma, decidió seguir el camino de la jurisprudencia, en una formación que se inclinó hacia los derechos humanos, campo en el que ha transitado por varias aristas en el sector público y privado y ahora estudia un doctorado a distancia en Bogotá. Además, es docente y litiga en materia constitucional en procesos en los que, incluso, ha defendido a hombres hostigados por mujeres que instrumentalizan mal el discurso de género para extorsionar o chantajear. “Hay una infinidad de situaciones que constituyen violaciones a derechos, producto de acciones u omisiones estatales donde he podido intervenir jurídicamente. No ha sido fácil, pero creo que todos los días he hecho lo que amo y eso es una bendición”.

En tanto, la ONG que dirige se centra en un tema que le apasiona: la independencia judicial y el debido proceso, así como la promoción de derechos humanos desde una perspectiva de derecho internacional de los DD. HH.

Creo que no alcanzo a dimensionar el impacto que tengo en Twitter. Muchos se han identificado con lo que digo pero, cuando se tiene notoriedad, también hay detractores y, desde los trollcenters, he tenido ataques digitales fuertes. Sería ideal que los fanáticos de ciertos partidos nos dejen opinar en paz, sin amenazas de muerte o de violación...

Un giro inesperado

“Si no vives la discriminación, los estereotipos y el machismo, no se puede entender los reclamos de los movimientos feministas. A mí me pasó eso. Nunca me di cuenta de lo desigual que era la sociedad hasta que fui mamá, un parteaguas, porque es algo que solo a las mujeres les toca al traer vida al mundo”.

Hoy, no obstante, se siente privilegiada al ser su propia jefe, un hecho que no ocurre mayoritariamente. “Las madres, en los espacios laborales, vivimos como pidiendo favores y eso evidencia una sociedad poco empática, que aún no asimila que estamos no solo para cuidar y criar. Pero si el sistema en su totalidad no cambia, en la práctica estamos excluyendo a mujeres brillantes de varios espacios. Creo que resiento un poco eso”.

Lolo Miño
Es madre de un niño de 10 añosGustavo guamán

¿Súper mujeres?

Una parte fundamental en la vida de la jurista se centra en su hijo Nicolás, hoy de 10 años, y en el hecho de ser una madre soltera. “No tuve opción. Era eso o vivir en una relación emocionalmente abusiva. Yo decidí ser mamá sin pareja, porque así es mejor que vivir en una tensión permanente, en la que mi hijo vería a su mamá infeliz, humillada o disminuida, y que ese conflicto me robe toda mi energía y mi atención. Pero, en realidad, y, no me canso de decirlo, nunca he sido una mamá sola. He tenido el soporte increíble de mi familia. Con mis papás hemos criado a un niño maduro, centrado y feliz. Algo que no hubiera ocurrido si vivía en un ambiente de maltrato o peleas”.

Fuerte, centrada, explosiva y deliberante por antonomasia, cuestiona el que exista una presión constante para demostrar que se puede ser una ‘súper mujer’: buenas madres, profesionales y exitosas, además de felices. “Si te quejas, la respuesta es que una misma se buscó eso. Y si los hijos tienen cualquier problema, somos nosotras- y no los padres ausentes- las culpables. Hay personas perversas que, incluso, pueden llegar a estigmatizar a nuestros hijos solo por la situación de sus padres, lo cual es repugnante”.

Ama ser mamá y no teme mostrar esa vulnerabilidad que vive día a día. “Ser madre es abrumador y agotador a nivel emocional… Sobre mis hombros tengo toda la responsabilidad, decisiones y solución de problemas. A ratos siento que hago el doble o el triple, y el sentimiento de estar sola timoneando el barco más el deber de que termine en buen puerto a veces es emocionalmente fuerte”.

Si es feliz o no es otra pregunta que contesta con honestidad. “La felicidad no es un estado permanente. Pero estoy bastante satisfecha con lo que logré construir, en paz con mis decisiones, con retos por cumplir. Tengo una vida emocionante -me pasan cosas como esta entrevista, por ejemplo, lo cual no es común-. Así que la mayoría del tiempo estoy feliz”.

Cara a cara

  • ¿Qué ha tenido que enfrentar sobre el tema de género?

Se ha normalizado el machismo y, en mi caso, he vivido acoso callejero, discriminación laboral, mansplaining por parte de hombres que no tienen tu preparación. Pero también ha habido violencia patrimonial y vicaria. Pero la peor discriminación es la que se vive en una sociedad que invisibiliza la maternidad, entendida como una debilidad, una incompetencia, cuando los ámbitos laborales no se han adaptado para que sean madres y profesionales al mismo tiempo.

  • Con un nombre visible, ¿cómo ha sido la experiencia en Twitter?

Creo que no alcanzo a dimensionar el impacto que tengo en esa red (risas). Muchos se han identificado con lo que digo pero, cuando se tiene notoriedad, también hay detractores y, desde los trollcenters, he tenido ataques digitales fuertes. Sería ideal que los fanáticos de ciertos partidos nos dejen opinar en paz, sin amenazas de muerte o de violación, sin difamar a nuestras familias ni exponer nuestra vida privada. No tengo miedo, pero me indigna ese nivel de bajeza y no tolero a la gente grosera que está ahí para distorsionar el debate o provocar.

  • ¿Cómo es fuera del ojo público?

Muy apasionada en lo que hago en general. Todo me importa, soy emotiva y supercariñosa, maternal. Los que me conocen saben en realidad cómo soy.

  • Ha logrado el respeto en diferentes ámbitos, ¿cómo asume aquello?

Estoy muy agradecida con la vida y con las personas que me han abierto espacios. El precio de la notoriedad son los que no comulgan con uno o los que se molestan porque estoy en un programa de TV o en la radio -incluso conocidos o familiares-. Nadie es ‘monedita de oro’. Acepto ese precio y me quedo con las personas y los lugares donde se entienda que tengo un compromiso legítimo y serio con la democracia y los derechos.

  • ¿Qué otros temores tiene en la vida?

Soy experta en crearme escenarios fatalistas, algo que trabajo a diario. Me da miedo faltarle a mi hijo y no ser suficiente para él. También que no sea feliz, aunque afortunadamente lo es, y mucho.

  • ¿Le gustaría estar acompañada, con pareja?

Si no es alguien que sume en todos los aspectos, no me interesa. No quiero educar a nadie, arreglarle la vida a nadie o convertirme en la mamá de nadie más que no sea mi hijo.

  • ¿Qué le hace falta en la vida?

Necesito otro título, otro reconocimiento, otra entrevista, otro artículo, otro espacio… es un defecto con el que lucho a diario. Me falta aceptar las bendiciones que tengo.