Macarena Chiriboga, arquitecta ecuatoriana
El bambú ha sido el elemento básico, con el cual ha logrado construir casas de lujo.Cortesía

Macarena Chiriboga, arquitecta de su propia vida

Su forma orgánica de vivir y ejercer su oficio va de la mano con su camino de crecimiento y evolución constantes.

Amante de la vida, increíblemente apasionada y soñadora. Así se define esta joven quiteña que hace 10 años emprendió una aventura sin precedentes al liderar un proyecto de arquitectura orgánica en Bali, cuando John Hardy (creador del Green School Bali) la contrató para construir casas de lujo en base exclusivamente de bambú. El desafío fue tremendo y acaso escuchar su testimonio es adentrarse a lo que la joven debió enfrentar casi con estoicismo.

Recién graduada de Arquitecta y con un minor en Diseño Electrónico, Macarena pasaba horas frente al computador y le agobiaba una sensación de vacío, lo que puso en duda su vocación. Para animarla, su padre, Gonzalo Chiriboga, la llevó a un centro de acopio de cacao en Ecuador donde los campesinos utilizaban el bambú para construir. Aquello fue una revelación, un amor a primera vista, por lo que decidió basar su tesis de maestría en este bondadoso material, venciendo la fuerte oposición del profesorado de Savannah University of Art and Desing. Recia de carácter, no solo logró su cometido sino que su tesis fue premiada como la mejor de su promoción.

El trabajo se ha convertido en un juego y el juego es parte de mi vida. Eso da más vida a mi vida y más tiempo al tiempo.

Macarena Chiriboga, arquitecta ecuatoriana
Macarena, en uno de los talleres de Amarapura, en AsiaCortesía

Abrazo con la naturaleza

“Al llegar a Bali (con un tique solo de ida) no sabía en lo que me metía. John apareció en moto y me pidió que lo acompañara. Atravesamos plena selva y de pronto paró y me dijo: ‘Aquí será tu oficina’. Miré alrededor incrédula y alcancé a preguntar: ‘¿Y el baño?’. ‘No lo necesitas, mira dónde estás’, respondió el. ‘¿Y la computadora?’. ‘Aquí no usamos eso’, dijo y añadió: ‘Te acompañará un arquitecto ingeniero que no habla inglés y si tumbas un árbol o muere una planta ¡te regresas en ese rato’. Empalidecí, estaba en medio de una selva, sola, no hablaba balinés y no tenía idea de por dónde empezar. Montamos una chocita de bambú y empezaron a fluir estos diseños que flotaban por el aire... De repente, papás del Green School alucinaron con las maquetas y empezó la venta de las casas. ¡Pero ahora había que construirlas!”.

Finalmente, Macarena venció todos los obstáculos, que se convirtieron en grandes oportunidades de aprendizaje y crecimiento. Incluso los medios más representativos del planeta, como el New York Times, desarrollaron reportajes sobre este ambicioso proyecto que cuidaba el medio ambiente con una propuesta arquitectónica orgánica que rompía todo esquema. “¡Acabé caminando sin zapatos por la selva, donde hay culebras y demás! Se dio una conexión tan grande con la naturaleza, que luego de eso nunca volví a ser la misma”.

Desde el interior

Un día llegó a Bali un profesor de yoga para conocer el proyecto y Macarena le habló sobre él sin parar. Hasta que el hombre le dijo: “Espero que algún día puedas hablar de tu vida con la misma emoción con la que hablas de tu trabajo”. Atónita se miró a sí misma y se preguntó: “¿Mi vida? ¿Dónde está eso?”. Todo lo que hacía era trabajar sin descanso.

Así inició un camino de introspección que la llevó a viajar por el este de Asia. Descubrió las respuestas que buscaba en Amarapura, un lugar de templos budistas muy antiguo. La sensación de paz y gozo que sintió fue indescriptible... La urgencia de transmitir todo aquello la condujo a crear un proyecto que lleva el mismo nombre y que hoy por hoy se ha convertido en su consigna de vida, en la que el yoga y la meditación son los canales para descubrir que el gozo de vivir es lo que nos lleva a la creación, a la ilusión y a hacer cosas en favor de la naturaleza, volviéndonos a enamorar de la vida.

“Existen tantos paradigmas que nos han impuesto... ¡Hay que romper con eso! Amara Pura abarca el yoga, la arquitectura, el diseño, la ciencia y la meditación... Nos conecta con la creatividad y la intuición hacia el servicio de la naturaleza”.

Macarena Chiriboga, junto a su hija
Junto a Macarena, su hija, concebida con el mexicano Carlos de la BarraCortesía

El mundo, su hogar

Casada con el hotelero mexicano Carlos de la Barra, tienen una preciosa niña de 3 años (Macarena) que la acompaña siempre. “Mi hija es parte del disfrute y del gozo de todo lo que hago. Hemos vivido en México y ahora estamos en Madrid, siempre abiertos a nuevas experiencias de vida”. De hecho, las fronteras no han sido un impedimento para que la pareja cumpla sus sueños, cada uno en su profesión, con respeto y en total sincronía de sentires y anhelos.

Su matrimonio, su rol de madre y de arquitecta se funden en los mismos espacios, enfocada en principios filosóficos aprendidos en esta ruta de magia, alegría y paz interior, en la que el punto de equilibrio siempre estará en favor de la naturaleza con un sentido holístico como bandera. “Quiero que todos mis actos y palabras vayan siempre de la mano”, finaliza.

  • Personal

Edad: 36 años

Arquitecta

Fundadora de Amarapura

Casada con Carlos de la Barra

Hija: Macarena de la Barra Chiriboga

Macarena Chiriboga, arquitecta ecuatoriana
Enamorada de la naturaleza y la vida.Cortesía