María José Cordovez: “Empecé sin un norte, solo con una inclinación y un sueño”
Situaciones extremas, como la de haber sido revivida con un electro shock, han definido su destino y ha sacado ventaja para marcar un nombre que deja huellas
Al acabar su último examen de grado, salió del colegio con sus amigos para celebrar su pronta graduación; pero el destino, ese día, estaba en contra. El carro en el que iba a gran velocidad patinó en la gravilla del pavimento y se accidentó. María José llevó la peor parte, pues sufrió una lesión cerebral de consideración que, sumada a una grave parálisis de su lado derecho, minimizaban sus probabilidades de sobrevivir. Al llegar al hospital fue operada por los doctores Alfredo Borrero -hoy vicepresidente de la República- y Álex Sevilla, quienes mantuvieron sus reservas frente al crítico estado de la joven de 17 años. “Si sobrevive la noche, sería un milagro”, dijeron. No obstante, en contra de todo pronóstico, lo logró.
Una larga recuperación
Empezó una etapa de incertidumbre con operaciones craneales de alto riesgo con el fin de estabilizarla: “Un día, el médico se animó a decirle a mi familia que era posible que no haya un daño cerebral permanente, porque las reacciones de mi cuerpo eran diametralmente distintas a las que tenía al inicio, pero estaba en coma, nadie sabía qué pasaría…”. A los dos meses fue trasladada a casa para seguir una larga y dolorosa recuperación en la que participaron varios equipos que, por varios años, desarrollaron estrategias físicas, de memoria, concentración, planificación, lenguaje e, incluso, de habla, pues sus cuerdas vocales resultaron afectadas por la traqueotomía que le practicaron en el hospital: “Tuve que hacer todo desde cero, no podía moverme ni hablar… Los terapeutas creían que demoraría 10 años en recuperarme”, dice.
Sería imposible no estar orgullosa de uno mismo después de haber superado un huracán
Ese período lo recuerda con escalofríos… No tenía conciencia ni actuaba normalmente debido a sus lesiones cerebrales que le restaron facultades neuropsicológicas, físicas y de lenguaje. “Era muy frustrante, mientras aprendía a gatear y a deletrear palabras al revés, mis amigos estaban en la universidad. Tuve terapeutas que derrumbaron mis esperanzas, pero mi familia buscó asertivamente y encontramos otros que cayeron del cielo. ¡Aprendí a los 18 años a darme la vuelta en la cama! Fue una pesadilla, sin embargo, todo eso fue el resultado de mi vida ahora. Muchos se sorprenden de lo que tuve que pasar, y eso es totalmente grandioso”, cuenta.
Sin seguro médico y una situación económica difícil, la familia recibió apoyo de muchos que se sumaron a la recuperación de esta guerrera que dio batalla y jamás se rindió, a pesar de las circunstancias adversas que debió enfrentar, más aún con la prematura partida de su padre, quien la sostuvo tanto como pudo al igual que su madre, su soporte y cable a tierra.
Su pasión: la joyería sostenible
Tras la última cirugía -que consistió en colocarle una placa donde le faltaba un hueso en el cráneo-, decidió ir tras su sueño: ser joyera, una pasión que le motiva cada día y por la que ha ganado varios reconocimientos no solo en el país. Pero el camino no fue fácil... Al instituto de orfebrería debía ir acompañada de su hermana, pues no podía movilizarse sola. Cada proceso, hasta el aprender a sostener las herramientas, fue un gran desafío que le tomó tres años más de lo que significaba ser orfebre. Determinada, fue por más y estudió diseño de joyas en la Universidad de los Hemisferios, donde obtuvo una licenciatura.
Desde entonces, la diseñadora vende sus joyas en mercados abiertos como Estados Unidos, Ecuador y Colombia. Logró destacarse en la fabricación de piezas únicas e irrepetibles que se distinguen por utilizar plata recuperada y en desuso, a más de perlas cultivadas y piezas tecnológicas recicladas. De hecho, uno de sus aportes en cuanto a sustentabilidad es la creación de joyas con tarjetas madre de celulares y computadoras, un nicho exclusivo en el mercado del ‘suprarreciclaje´’. Fueron razones suficientes para ser nominada entre los mejores proyectos de Latinoamérica en Premios Verdes en el año 2017 en la categoría Manejo de Residuos Sólidos. En el año 2019, sus creaciones también le valieron la nominación en la categoría de Producción y Consumo Responsable y, en 2022, fue incluida en la categoría Economía Circular. “Empecé sin un norte, solo con una inclinación y un sueño, pero mi propósito se encaminó al unir fuerzas con una gran empresa de software del Ecuador, con la que creamos soluciones sociales y ambientales”.
Desde su departamento, ubicado en una zona residencial del norte de Quito, Majo vive para crear y soñar que todo es posible. Conduce su vida con entusiasmo, agradecimiento y las ilusiones propias de una mujer que no desperdicia ni un minuto de vida.
Cara a Cara
- ¿Quién le ayuda en su taller?
Trabajo con varias personas con diferentes propósitos y, específicamente gracias a las joyas que realizo, son impactadas directamente cinco personas.
- A nivel psicólogo ¿cómo manejó esos momentos?
¡El mundo se derrumbó y ni yo sé cómo lo manejé! Pienso que lo que me hizo ser lo que soy hoy es la idea que tenía en mi cabeza desde antes de graduarme del colegio, que quería ser joyera. De hecho, fue una de las primeras cosas que dije cuando empecé a hablar nuevamente. Ese sueño me mantuvo.
- ¿Los amigos de antes siguen siendo tus amigos?
Muchos sí y otros pocos han tomado su camino.
- ¿Cuáles son tus metas y aspiraciones?
Siempre encuentro maneras de crecer y pienso en ideas que me ayuden en ese camino. Cada día voy construyendo, creo que mi meta es llegar a más gente en en Ecuador e internacionalmente.
- Al regresar a ver, ¿qué le enorgullece?
¡Claro! También me sorprendo, a veces no sé cómo logré pasar esa etapa tan dura en todo sentido y seguir aquí y contándolo. Sería imposible no estar orgullosa de uno mismo después de haber superado un huracán.