María Paz Jervis: “A las mujeres nos miden el triple”
Frontal, cálida y apasionada, así es esta defensora de los derechos de la mujer que guía la opinión pública y la formación de jóvenes.
Abogada, analista política, editorialista y docente universitaria, marca pautas gracias a su potente voz y determinación. En las aulas, foros, medios de comunicación y demás entes en los que participa, se destaca por conducir la opinión pública de una manera frontal y cuestionadora, donde su nombre y palabra anteceden prestigio y credibilidad, a sabiendas del riesgo que implica confrontar o discrepar.
A lo largo de su vida, el ser mujer resultó la motivación más grande para ser más fuerte, preparada y destacar a través de un pensamiento coherente con sus principios y la fundamentación teórica producto de largos años de estudio, análisis e investigación en varias ramas del derecho.
He sido privilegiada pero nadie me ha regalado nada... No soy rica y no voy a heredar patrimonio, vivimos del trabajo, pero con la suerte de trabajar en donde me siento motivada, desde donde sirvo a mi país, a donde pertenezco y me debo, buscando una sociedad más democrática y justa.
“¡Tengo alma de gerente!”
Su tránsito por la cátedra empezó con la marcada herencia de sus abuelos maternos, destacados educadores en Riobamba. Pero es de su padre, el doctor Raúl Jervis, de quien viene esa irrefutable vena por la docencia, como una ilustre figura que sigue aportando, por décadas, en varias universidades de la capital. Actualmente es director del Hospital Metropolitano de Quito, un referente de orgullo y guía en la vida de María Paz.
La jurista se graduó de la Universidad San Francisco de Quito, donde Farith Simon le enseñó no solo de abogacía sino sobre ser profesora, lo que puso en práctica en la UDLA por siete años, hasta recibir la propuesta del decanato de Ciencias Sociales y Jurídicas de la Universidad SEK Internacional, con apenas 37 años. Aceptó el desafío con el respaldo y confianza de importantes figuras del medio -como el embajador Mauricio Montalvo-, que la empujaron hacia la reestructuración de un espacio universitario que necesitaba liderazgo y mano firme para sacarlo adelante. “La facultad no había alcanzado la acreditación necesaria y existían problemas de fondo y forma que solucionar”, dice. Tomó las riendas hasta consolidarlo. Sin embargo, confiesa, pagó con lágrimas el esfuerzo que supuso cumplir las metas propuestas y exceder expectativas.
“Lo que nadie sabe es que un decanato significa también ser gerente y así descubrí que me encanta la gestión, la administración. ¡Tengo alma de gerente! Hay que pensarle a la educación en su dimensión global, combinando la formación académica con la gestión, identificando las necesidades de la sociedad para dar respuesta. En mi formación como abogada, politóloga o mi rol de decana, soy ante todo docente. Todo lo demás me ha llevado hacia ese camino”, cuenta.
Con el tiempo, la abogada abrió también la carrera de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en dicha casona. “La relación con la universidad es la perfecta, porque es un ganar-ganar. Hemos crecido juntos y nos hacemos bien mutuamente. Ha sido un desarrollo sostenido y al sobrepasar el umbral de los 40, hay madurez y gratitud”.
Activismo y compromiso
La analista política se enciende al abordar el tema de los derechos humanos, una bandera que la define. “A nosotras nos miden el triple y tenemos más obstáculos que superar. Tenemos la obligación de ser exitosas, guapas, delicadas, discretas, no tener posturas demasiado fuertes, ser buenas madres, esposas… Pero para los hombres no es lo mismo… Esos son los valores contenidos en nuestra sociedad, llena de prejuicios. Más aún, las diferencias de género están determinadas por las condiciones sociales, económicas y de etnia de las mujeres. Mi historia nace desde los privilegios y aunque no quiero minimizar los esfuerzos personales que he tenido, debo ser suficientemente honesta y justa para decir que eso facilita el alcanzar ciertos espacios. En el mundo que me muevo somos la minoría: en los espacios de toma de decisiones como gerencias. decanatos, ministerios, dirigencias, mucho menos son mujeres. Por ello mi activismo y compromiso es cuestionar e irrumpir desde el status quo proponiendo cambios”.
“No voy a perderme nada de mis hijos”
Casada hace 15 años con Christian Viteri, su rol como esposa y madre es su prioridad de vida. De hecho, a pesar de que el trabajo es su pasión, se ha encargado de que la familia no quede atrás para estar presente cuando debe estarlo. “Tengo una voz fuerte donde exijo y se me ha permitido trabajar y estar con mis hijos a la vez. Pero ¿qué pasa con aquellas que no tienen ese privilegio y posición de dirección? El derecho a la crianza y cuidado de la familia debería ser compatible con el mundo laboral de hombres y mujeres”, afirma.
Con un feliz matrimonio, está convencida en la institución. “El amor y el compromiso te ayudan a mantener la convicción en los días más grises. Además, creo que es fundamental respetar y admirar a la persona con la que te casas”, afirma. A su lado, Simón -pronto de 10 años-, y Elena de 7 son su cable a tierra y por quienes no piensa renunciar un solo momento de su vida. “Elena es la paz, el oasis y Simón mi fortaleza”.
Controladora, programática, intensa, hiperactiva, fuerte, construida, empoderada, así es esta mujer que debió enfrentar una cardiopatía congénita de su hijo Simón, que ha tenido tres intervenciones quirúrgicas hasta el momento. “La maternidad me hizo entender lo que era la vida y el miedo a perderla. Fue una lección de resignación, de fe y humildad. Ese ha sido el dolor más grande que he vivido, pero creo que después del dolor viene la dicha, también porque mi hijo está bien y es el más fuerte y sano de la familia”.
A sus 40 años, María Paz confiesa que se siente más cómoda con su versión de los cuarentas que con la de los veintes, con una carrera y una vida personal en plenitud. “He sido privilegiada pero nadie me ha regalado nada. Para mi mala suerte no soy rica y no voy a heredar patrimonio, vivimos del trabajo, pero con la suerte de trabajar en donde me siento motivada, desde donde sirvo a mi país, a donde pertenezco y me debo, buscando una sociedad más democrática y justa”, finaliza.