Matías Iragorri cuenta con gran aprecio y orgullo su verdad
El joven empresario Matías Iragorri hizo una declaración por la red X que causó una avalancha de reacciones inesperadas.
Al cumplir los 40, el 6 de mayo pasado, todo confluyó para que, el destacado arquitecto Matías Iragorri, logre, finalmente, expurgar un secreto que muy pocos conocían. La fecha le movió el piso, porque resultó el empuje y razón para no postergar más lo que ansiaba hace tiempo: dejar de usar camisa formal para el día a día, hacerse un tatuaje en el hombro con el símbolo Fibonacci (una sucesión infinita de números). Pero, sobretodo, cantarle al mundo quién era, luego de, literalmente, soltar a sus hijas pequeñas su verdadero origen.
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La liberación de Matías Iragorri
Padre de dos niñas, Bruna y Catalina -de 10 y 5 años-, y felizmente casado, Matías despide una energía positiva. Confiable, fiel y responsable por principio, siempre se ha esforzado por cumplirse a sí mismo y hacerse sentir. Con gestos firmes pero cálidos al mismo tiempo, es reticente a las injusticias y se asegura de que su palabra prevalezca por sobre la rúbrica aún más formal: “soy directo, honesto y algo que mi mamá me enseñó es que la palabra vale más que cualquier cosa”, afirma.
Roberto Izurieta y sus 7 millones de millas
Leer másTampoco se queda callado, y no tiene por qué. En cualquier espacio ha sido así, incluso en las aulas universitarias donde no se amilanó para enfrentarse con el mismo decano de arquitectura, quien más adelante le ofreció trabajo y con quien goza de una excelente relación.Vive en una amplia y luminosa casa en Cumbayá que por supuesto construyó y diseñó, y donde el sol poniente se manifiesta grandioso cada mañana. Dentro y fuera, las plantas son las protagonistas, sembradas y tratadas por él mismo, una de sus más grandes pasiones que descubrió durante la pandemia. Abrió una cuenta de Instagram relacionada a ellas y está determinado a que su casa poco a poco luzca como un campo florido, tal cual los inmortales cuadros de Van Gogh.
Aquí precisamente celebró su cumpleaños en una íntima cena familiar, donde de repente, Bruna lanzó la pregunta del millón: “abuela ¿a qué hora nació mi papá?” Silencio gélido... Matías sabía que llegaría ese momento tarde o temprano. Elena, su madre, respondió serena y abiertamente: “no lo sé porque tu papi nació en Medellín y yo no estaba ahí. Cuando tenía 5 meses lo adopté”. La reacción de las niñas fue natural, sin drama alguno. A la mañana siguiente, Matías estaba listo para soltar su verdad:
Medellín del 84
Bullía la era de Pablo Escobar, el más célebre capo de las drogas asentado en Medellín y por quien se han producido innumerables documentales, libros y series de televisión. La guerra desatada en las lindes paisas cobró la vida de miles.
Lejos pero paralelo a esta historia, Elena Ponce ansiaba fundar su propia familia pero los hijos no llegaron. De padre diplomático, viene de una numerosa familia de 12 hermanos, por tanto, los hijos eran un tema fundamental para constituir una vida plena y completa. Casada con Diego Iragorri, eran los invitados de toda fiesta mientras consolidaban sus carreras profesionales. Elena gerenciaba su propia empresa de diseño y costura. Pero a los 32 años, el vacío estaba presente. Mientras, el vínculo con Colombia fue proverbial: Su esposo era colombiano, Elena había vivido en Bogotá, donde residía su hermana, y la esposa de un primo cercano, originaria de Medellín, facilitó la buenaventura. Fue ahí donde adoptó a su primer hijo, en la Casita de Nicolás llamada “El Orfanato”. El bebé llegó a revolucionar sus vidas. 3 años después buscó a su segundo hijo en el mismo lugar: Matías, con apenas 5 meses de edad. Elena recuerda claramente su carita feliz, alegre, como ha sido siempre.
“Fui adoptado en octubre del 84 y no sé quién fue mi madre biológica… En el hospital dejó escrito un nombre ficticio y se fue. Quizá fue una chica rica que no quería hijos, o una prostituta, o alguien que había sido violada… quien sabe si mi padre era parte del cartel…. No lo sé. Intenté averiguarlo una sola vez pero no se encontró indicio alguno… Al final ¿para qué saber? Creo que me hicieron un favor porque, sea como sea, mi vida es muchísimo mejor de lo que hubiese sido en otras circunstancias”. En la celebración de su cumpleaños, se enteró que, en septiembre de 1984, su tío Mario estaba en Medellín porque nacía su hija, circunstancia que lo llevó a dejar los papeles de adopción de sus padres a El Orfanato donde él lo conoció. “Fue el primero en tomarme una foto, poco antes de que me recibiera mi madre el 18 de octubre del mismo año. Es una historia que acabo de conocer en el matrimonio de mi prima, la misma que me contó a los 7 años que ambos éramos de Medellín, porque había sido adoptado ahí. Fue un shock en ese momento”, recuerda.
Matías Iragorrri: “La adopción no debe ser un tabú”
A través del tiempo, Mati, como lo conocen sus allegados, atravesó distintas procesos para asumir plenamente su realidad. Elena, su madre, trató el tema con honestidad y nunca escondió la verdad a sus hijos, aunque de niño, Matías lo bloqueó hasta que salió a la luz por otro canal. En la adolescencia, sus amigos lo apoyaron sin prejuicio alguno y así fue entendiendo que su condición no lo definía per se: “Nunca me causó conflicto, porque desde bebé tuve una vida normal y mi mamá me enseñó que no era un tabú”. No obstante, era algo que mantenía en reserva por falsas ideas preconcebidas que existen hasta hoy.
Tras los pasos de Miguel Varea
Leer másPara su hermano, mientras tanto, el camino ha sido más empinado y complejo: “Fuimos criados bajo el mismo techo y mismas normas, pero él tomó otro camino, ahora está en Colombia”, dice Matías, y Elena, la madre añade: “Todos nacemos con una carga. Unos más, otros menos. A mi primer hijo le tocó una pesada y eso le ha costado en la vida”.
Descubre lo mejor de la vida de Matías Iragorri
Al conocer a Amira Jalil en los pasillos universitarios hace 20 años, sintió la necesidad de confesarle su realidad: “Tengo que contarte algo”, le dijo. ¡Asustada, pensó que iba a decirle que tenía un hijo! Pero al enterase de que la cosa no iba por ahí, respiró feliz.
“He aprovechado todas las oportunidades que he tenido y las que me dieron mis padres. Tuve una banda de rock pesado con Santiago José Gangotena, mi mejor amigo de toda la vida -‘Vita Ex Morti’-; tengo una hermosa familia, y he podido trabajar con las mejores personas como arquitecto. Todo lo que he querido lo he podido hacer. No me quejo de nada, ha sido una gran vida. Mis padres biológicos me dieron una segunda oportunidad y ¡ya he logrado salir del clóset”, (risas), finaliza.
Cara a cara
¿Ha considerado adoptar?
En algún momento sí, pero ya no, porque tengo mis hijas y creo que no podría. Por eso son tan sorprendentes mis padres...
¿Algún pendiente?
Hay gente podrida, que usa el tema de la adopción para atacar, ¡y eso no está bien!
¿Perdonarías a tu madre biológica?
No tengo nada que perdonar, porque cualquier cosa hubiese sido peor a la vida que he tenido.
¿Qué significa ser padre para usted?
¡Es lo más fantástico que me ha pasado! Por eso es no puedo creer que me hayan botado, ¡los bebés son tan chiquitos y bonitos!
¿Cuál es el desafío más grande de ser padre?
Con ellas he roto el ciclo de lo que viví. Quiero que mis hijas sean felices y siempre exigir la verdad es lo que les pido.
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