MIGUEL FALCONI (13372174)
Miguel Falconí Puig junto a su esposa Connie ChiribogaKarina Defas

Miguel Falconí Puig, un caballero de gran carácter e intachable reputación

“He trajinado con énfasis, placer y profundidad”, son las palabras sabias de este jurista y ex embajador de basta cultura

Su elegancia y pulcritud no deslumbran la cálida sonrisa con la que me recibe junto a su familia en un amplio y luminoso departamento que despliega, fascinante, las vistas panorámicas del valle de Tumbaco, y donde, el arte y la cultura se extienden en orgánico equilibrio. Las obras pictóricas ahí exhibidas añaden un fogonazo de color que ilumina cada rincón del espacio, resultando un despliegue exultante a los sentidos y que, al mismo tiempo, dan cuenta del refinado gusto de sus anfitriones, Miguel y Connie Chiriboga, su esposa. Me extienden entonces un libro de hermosa solapa: “Es un libro que la familia editó en honor a mi madre, María Eugenia Puig. Una antología poética de su obra que pronto daremos a conocer públicamente”.

A su lado, sus hijas Chichi y Patin Falconí Pérez; y Constanza Falconí Chiriboga, las 3 guapas y encantadoras, suman a una dinámica relajada que se extiende, sin reservas, en toda ocasión familiar con los demás miembros de la familia: Sebastián Falconí Chiriboga -segundo hijo de Miguel y Connie-, más 8 nietos y 7 bisnietos. ¿Cómo lo han logrado? Pregunto a Patin, y responde: “Gracias a mi papá, que siempre nos ha unido en todas las fechas posibles. Él ha inculcado la integración familiar con una comunicación abierta e Incluso, mi madre, Cecilia Pérez, se lleva muy bien con Connie y papá”.

El trabajo, un valor activo

Como no podía faltar, una amplia y prolija biblioteca refleja su larga trayectoria de lectura e investigación. Doctor en Jurisprudencia por la Universidad Católica de Quito, hace más de 50 años fundó la firma Falconí Puig Abogados, misma que goza de un connotado prestigio, tanto en Quito como en Guayaquil, donde se integran cerca de 60 profesionales especializados en diferentes ramas.

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A sus 80 años -cumplidos en julio pasado-, la jubilación no está en sus planes, todo lo contrario, su profesión le motiva a nunca parar: “Hay que mantenerse activo hasta que termine esta jornada maravillosa de amar la vida. Continúo, vitalmente, de forma muy agradada, presidiendo la firma que fundé hace muchos años, con un grupo de abogados socios muy distinguidos, entre ellos mi hija Cecilia (Chichi) Falconí Pérez. Además de mi agenda diaria, trabajo en índices legislativos para facilitar la lectura y ubicación de las normas jurídicas, porque nuestra legislación muchas veces es árida y extensa”.

“Me tocó aprender a zurcir y planchar”

Guayaquileño de nacimiento, su abuelo, Eduardo Puig Arosemena es una figura importante en su memoria: “Fue gobernador, legislador, alcalde de Guayaquil. Un hombre autodidacta, pero de una gran cultura. A los nietos nos enseñó a jugar Hindemburg con dados, y cuando le ganábamos no le gustaba mucho”, ríe Miguel, quien, a los 11 se mudó a Quito debido al traslado de su padre, Ricardo Falconí Ledesma -abogado de profesión- al Ministerio de Economía.

Desde entonces, la capital fue su hogar y el de sus hermanos, Ricardo y Juan, lejos de su madre, María Eugenia Puig Lince, poetisa, quien permaneció en Guayaquil: “Nos hizo falta su presencia, no solo la caricia y la figura materna, sino que tampoco teníamos quién nos cosa un botón. Pero Paulina, nuestra lavandera, me enseñó a zurcir y planchar. Hasta ahora plancho mis camisas excelentemente”.

El capítulo más duro

Perdí a mi hijo Miguel, era abogado, muy cercano. Hicimos una gran amistad trabajando juntos…. Llegó a ser profesor en la Universidad Católica de Quito. Fue el dolor más grande que he tenido. Un accidente de tránsito hace 27 años. Pasé 8 meses encerrado en mi estudio, hablando conmigo mismo, leyendo las notas que nos habíamos cruzado, escuchando la música compartida con Miguel… Hasta que mi nuera Angélica me llevó a un doctor homeópata, Federico Zambrano, que me ayudó a salir adelante. Hicimos amistad, es una gran persona. Hasta hoy lo visito. Y a mi hijo le digo siempre: “Ya nos veremos pronto”.

Por delante

“Ha sido emocionante llegar al octavo piso. Ya es una edad importante, y, como diría Pablo Neruda ‘Confieso que he vivido’, y yo he trajinado con énfasis, placer y profundidad… El transcurso de la vida no deja de ser maravilloso”, señala el jurista. Y aquel transcurso, enfatiza, ha sido con honestidad, respeto y alegría.

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Pero aún hay ilusiones por delante, confiesa, como la participación democrática frente a los intereses del país -“algo que los jóvenes deben hacer, vincularse con el quehacer político que está tan penosamente venida a menos”-. A la par, dice, apoyar a la familia para que siga trasmitiendo valores a las generaciones que siguen, mismos que deben estar vigentes en la sociedad actual. También, acota, está el aprecio, conversación y diversión con los amigos que disfruta mucho.

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