Mushi Baca Carbo: Mujer, madre, artista
En un diálogo profundo e íntimo su obra es un retrato de sí misma: de la luz y el color vibrantes y de sus silencios más oscuros.
El aislamiento y el encierro provocados por la pandemia fueron el momento y razón para crear una nueva colección artística en un profundo proceso de inmersión que significó 100 días de principio a fin. Una pintura cada 24 horas que revelará en su quinta exposición ante la expectativa de un público cautivo que ha crecido y la ha seguido desde sus inicios. Su obra invita a la contemplación, al sosiego y la reflexión, con ricas y variadas temáticas que enfatizan los rostros de la mujer en fogosos y coloridos formatos que reclaman atención.
“Es una obra muy íntima y honesta que abraza todo tipo de matices. Me gusta pintar rostros de mujeres porque busco validar emociones a través de ello. Pintar es un diálogo muy profundo y personal cuya inspiración va desde mi silencio más oscuro y difícil hasta mis momentos más cálidos y alegres. Nace así con esa única intención de expresar. Supongo que está dirigido a quien quiere abrir ese diálogo con la obra y se sienta de alguna forma tocado por ella”.
En su periplo debió atravesar un singular camino para reconocer al arte como su oficio primario, aunque el color fue su compañero más elocuente para canalizar sus emociones desde siempre. “Mi madre solía bromear diciendo que, antes del biberón, descubrí los crayones”, cuenta. Aquello, sumado al apoyo de su familia, fue fundamental para ser quien es hoy: una artista entregada a su pasión con absoluta resolución y fundamento.
“La escuela a la que fui a estudiar arte en Florencia era muy clásica, basada en los renacentistas… Mis profesores me decían que para ser una gran artista debía copiar a los grandes maestros, ¡pero yo pintaba con los dedos! ¡Siempre lo había hecho y quería desarrollar ese talento! Era una chiquilla. Fue frustrante y abandoné el arte varios años”.
Al dudar de su vocación, Mushi estudió Arquitectura Interior, profesión a la que se dedicó sin el entusiasmo que su espíritu demandaba. La ansiedad de que algo faltaba fue constante. Sin embargo, la muerte de su padre y un quebranto en su salud (tuvo tiroiditis de Hashimoto) la sacudieron para volver al color. “En un momento muy duro, tomé la decisión más valiente e importante de mi vida. La vena, más que artística, viene de la sensibilidad y el compromiso heredado de mis padres. Además, con grandes influencias, porque admiro profundamente a mujeres como Georgia O’Keeffe, Helen Frankenthaler y Frida Kahlo”.
Para Mushi, el arte y la sensibilidad son características intrínsecas en todo ser humano: “Estamos quienes hemos abierto esa ventana que nos hace ver la vida desde una óptica más íntima. Es como subirle el volumen a todo lo que nos rodea. Emoción pura segundo a segundo”.
Un hogar repleto de color
Casada hace seis años con Juan José Nájera, Mushi transita por la vida entregada también a su familia, su razón de ser y estar. Tienen dos hijas, Isabella y Bárbara, de 9 y 5 años. Luna, su perrita adoptada, completa el hogar. “Somos un núcleo súper fuerte que cuida mucho la calidad del amor que se da y valoramos muchísimo nuestra intimidad familiar”.
Las puertas de su taller están abiertas para las niñas, a quienes educa sin exigencias, aunque con límites. Ellas exploran y descubren el color como su madre lo hizo en su momento, con generosidad y total libertad. “Mis hijas son las dueñas de mis colores. No hay una sola manera de hacer las cosas. En mi taller son libres y me encanta que formen parte de mis procesos de creación”.
La política también en sus venas
Su padre, el recordado Raúl Baca Carbo (+) -con una larga trayectoria en las filas de la izquierda democrática- marcó su corazón de una particular forma: “Su calidad humana y su voluntad incorruptible se regaban en todo lo que él hacía. Su pasión y entrega al servicio del país superaban sus necesidades propias. Haber vivido de cerca su ternura y honestidad es el regalo de vida más grande. Guardo para siempre su nombre como horizonte claro de que se debe ser honesto y feliz. No imagino legado más maravilloso que un hombre pueda dejar a sus hijos y a su familia”.
Luego de casarse, él y su esposa, Lolita Santistevan, se radicaron en la capital, donde nacieron sus dos hijos y donde Mushi ha hecho su vida. No obstante, toda su familia vive en Guayaquil por lo que mantiene una estrecha relación con ella y el puerto principal.
- Su siguiente exposición
La obra de la artista se exhibirá en la galería RED EC.X de Mathieu De Genot y Patricio Aguirre (en el Paseo San Francisco en Quito). Su inauguración es el 11 de noviembre. “Es una obra producida en pandemia y como tal está muy cargada de un sentimiento de gratitud y optimismo. Es una quimera en un momento de innegable dolor universal”.
Cara a Cara
- ¿De dónde viene el apodo Mushi?
En el colegio mis amigas me ponían apodos por mi apellido: ”Baquita mu”, “Baquita mushimu” y en esas idas y venidas ¡me quedé de Mushi! Perdí mi nombre, al punto que hasta las invitaciones de mi matrimonio decían “Mushi Baca Carbo Santistevan”.
- ¿Cómo se describiría?
Infinitamente afortunada, sencilla, sensible y entregada.
- ¿Cómo ha sido la aventura hasta ahora?
Maravillosa, perfecta. Llegó en mi momento más pleno con la llegada de mis hijas. Me gusta pensar que hay mucha gratitud regada en mis colores.
- ¿Cómo mira su trayectoria?
Desbordada de un éxito muy particular que es el haber podido conectar a través del color con tanta gente. Pensar en mi obra, tan cargada de emociones, está en casas que nunca pisaré, me llena el corazón por lo que significa. Gratitud infinita por eso siempre.
- ¿Los momentos más duros de sobrellevar?
Sin duda la muerte de mi padre y un quiebre en mi salud hace unos años. Ambos, sin embargo, le dieron un giro importante a mi vida y son parte fundamental de quien soy hoy como mujer, madre y artista.
- ¿Las metas cumplidas?
La familia que tengo, haber podido volcar mi vida al arte.
- ¿Las que aún faltan cumplir?
Conectar con más gente a través de mi trabajo, llevarlo fuera del país.
- ¿Su obra más representativa?
Una serie llamada 'Un respiro' que realicé en un momento muy difícil de recuperar mi salud. Es una obra muy querida para mí.