Los niños son como esponjas
Ellos absorben y aprenden de todo. Por eso, la forma en que los elogia o anima puede influir en su desarrollo.
Seguro muchos habrán escuchado la frase: “Los niños son como esponjas” y es cierto. Por ello, es tan importante escoger bien lo que les decimos porque la voz de los padres se convertirá en su propia voz. Cada vez que dice a su hijo que es lento, torpe o flojo, estás contribuyendo a que él reafirme dicha característica y actúe como tal.
Lo mismo sucede si emplea calificativos positivos. El niño lo cree porque cree en usted y actúa conforme a las cualidades que se le han atribuido. En psicología este hecho se conoce como efecto Pigmalión o profecía autocumplida.
Las palabras de aliento se diferencian de los elogios porque reconocen los esfuerzos del niño y los empoderan para seguir dando lo mejor de sí, pese a los tropiezos.
Pero, aunque su hijo sea un niño ejemplar colmado de virtudes prácticamente naturales, sigue siendo un individuo en proceso de crecimiento y aprendizaje, por lo cual es comprensible que cometa errores diversos y que en determinados momentos la crianza se vuelva un reto.
Por lo tanto, es importante saber dirigirse a él, no solo para colmarlo de palabras bonitas o elogios, sino con palabras de aliento. Las palabras de aliento se diferencian de los elogios porque reconocen los esfuerzos del niño y los empoderan para seguir dando lo mejor de sí, pese a los tropiezos.
Elogiar y alentar
- Un elogio común que emplean los padres es: eres muy bueno, eres el mejor, eres muy inteligente, me gusta lo que has hecho, entre otros. Y aunque no tiene nada de malo utilizar eventualmente estas frases, el mensaje en general que se le está transmitiendo al niño es que debe pasar por el filtro de aprobación de sus mayores, lo cual provoca niños inseguros, necesitados de palabras reafirmantes, dependientes de que alguien (padres o maestros) supervise y apruebe permanentemente la calidad de su trabajo o actuar.
Pero, además, se está formando niños con baja tolerancia a la frustración, incapaces de resistir los embates de los naturales fracasos de la vida. Niños que constantemente toman el camino fácil con tal de salir siempre victoriosos y no bajar del pedestal en el cual lo tienen los padres, aun cuando aquel riesgo o posible fracaso pueda suponerle una mejora significativa a mediano plazo. Se vuelven personas mediocres.
Por otro lado, alentar significa animar al niño a explorar todo su potencial. Reconocer sus esfuerzos a pesar de los eventuales fracasos. Permitirle hacer las cosas a su modo, aunque discrepe de las maneras de los padres. Que piense y tome decisiones al margen del gusto de otros. Niños con criterio y determinación.
- Si el niño le muestra algo que ha creado, en lugar de decir “qué lindo”, haga preguntas o comentarios al respecto: “Cuéntame cómo lo hiciste”, “cuál es tu parte favorita”, “impresionante, cuánto tiempo te tomó hacerlo?”, “veo que has utilizado muchos detalles”. Esto le demuestra que está prestando atención a su trabajo y que se interesa por él.
- Si lo que se quiere es reconocer algo positivo en su actitud, en lugar de solo decir “eres un buen hijo”, describa de manera específica aquello en lo que ha obrado bien: “Gracias por lavar los platos, eres muy colaborador”, “veo que te has dado el tiempo de alimentar al perro, lo aprecio mucho”, “eres muy gentil con tus hermanos al explicarles sus tareas”, etc. De esta manera, el niño reconoce que es una parte importante en su grupo familiar y que su trabajo es apreciado. Además, descubre con exactitud lo que ha hecho bien y podrá sostenerlo en el tiempo.
* Andrea es psicóloga, educadora familiar en Disciplina Positiva @psicolog.a