Objetos de 200 a 300 años pueblan casa de Cuenca
Oswaldo Jiménez tiene 81 años, 70 de estos coleccionando. Este maestro de escuela jubilado tiene más de 2.000 piezas
Aún muele. Está en perfectas condiciones y hasta parece completamente nuevo, pese a los 112 años que tiene. Es una herramienta que se empleó en las cocinas, entre los años de 1910 a 1940, para moler café. Se la conoce como molinillo de café o molino de café.
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Leer másEl utensilio es manual, explica Oswaldo Jiménez Rodríguez, de 81 años, 70 de los cuales los ha dedicado a la colección de antigüedades. “Es una afición que nunca pasará de moda”, sostiene, al precisar que para él se trata de un amor hacia las “vejeces”, porque halla diversión y emoción al juntar artículos y objetos de tesoros raros y valiosos. Muchos de ellos, únicos e irrepetibles.
Entre estos está el molino de café que, al elevar en sus manos para mostrar no solo la belleza de su diseño, sino como parte de una colección de elementos domésticos, lo describe emocionado como “parte de la historia de la humanidad que debió inventar cosas para un mejor vivir y desenvolvimiento”. El coleccionista asegura que es de origen turco, del siglo XVII.
Jiménez es parte de los 80 aficionados cuencanos a este llamado oficio, que inició a los 11 años.
Ninguna de las antigüedades de su colección perteneció a su familia. Cada elemento lo fue buscando de entre las rarezas que la mayoría de personas, en su intento de refacción de viviendas y cambio de adornos, se fue despojando. Pocos de los objetos son comprados, dice el coleccionista, quien muestra orgulloso un teléfono público de los años de 1940, que funcionaba con una moneda de un sucre. “Estuvo en la basura. De ahí lo recuperé, y ahora es uno de los elementos muy llamativos y hasta podría decir que para muchos es un tesoro”.
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Leer másJiménez considera que las antigüedades han sido durante mucho tiempo “parte de nuestra cultura”. Los artículos se heredan de generación en generación. Algunos con un significado emocional especial, otros como reliquias o inversiones valiosas o simples adornos.
“Algunas vejeces solo son valiosas para quienes las poseen”, dice. Sin embargo, “no debe restar ningún significado a la posesión o colección de antigüedades para el individuo, uno podría ir tan lejos como para decir que cada antigüedad o colección posee su propio valor intrínseco”, anota.
“El coleccionismo es para mí una pasión, primero con la idea de que debería ser con fines de lucro”, sostiene el hombre al citar que es la vida misma, de su niñez, su juventud y hasta su vejez.
Entre sus novedades (más de 2.000, de entre 200 y 300 años), están planchas de carbón para ropa; reverberos, canicas, lámparas, radios, figuras religiosas, que para unos podrán ser tesoros del pasado, para otros, simples objetos inutilizables, dice Jiménez, quien se siente orgulloso de ser de los pocos coleccionistas que tiene entre sus cosas las emblemáticas monedas de un centavo de los EE. UU., acuñadas en bronce y acero, entre 1943 y 1944. “Un tesoro nacional de ese país”, dice.