
ONG crea un futuro más prometedor para niños en situación de vulnerabilidad
Los niños son integrados en una de las ocho casas de la institución. Cada hogar alberga entre 4 y 10 niños
Una organización sin fines de lucro se dedica a acoger a niños que han perdido su hogar natural debido a la orfandad social o el abandono. Aunque estos pequeños tienen familiares, sus parientes no pueden hacerse cargo de ellos y tampoco desean que sean dados en adopción.
Para ofrecerles una nueva oportunidad de vida, los niños son integrados en una de las ocho casas de la institución, donde viven en un entorno familiar guiado por cuidadoras que asumen el rol maternal. Cada hogar alberga entre 4 y 10 niños, evitando repetir edades para fomentar una dinámica similar a la de una familia natural.
Se busca que los pequeños disfruten de una vida con comodidades propias de la clase media, además de recibir educación adecuada. La institución acoge a niños de entre 0 y 6 años, ya que después de esa edad es más difícil lograr una adecuada integración.
Los requisitos para el ingreso incluyen la necesidad urgente del menor de vivir en un ambiente seguro debido a riesgos físicos, emocionales o morales en su entorno original, además de la imposibilidad de sus padres de cuidarlos por enfermedad, privación de libertad o incapacidad.
(Sigue leyendo: ¿Por qué dormir bien es más importante que nunca? Esto dice un experto)
Asimismo, los niños deben poder valerse por sí mismos, ya que el centro no cuenta con una estructura para atender discapacidades severas. Los 60 niños residentes llevan una rutina organizada.
Cada mañana se levantan antes de las seis para asearse y desayunar, y luego parten a la escuela en un vehículo conducido por el “Tío Bruno”, quien representa una figura paternal. Por la tarde, realizan sus tareas en el salón de estudio y disfrutan de tiempo de recreación antes de la cena. A las nueve de la noche, se apagan las luces para que los pequeños descansen.
El fin de semana se dedica a actividades comunitarias. Los sábados por la mañana, los niños realizan labores de limpieza, mientras que por la tarde participan en juegos, nadan en la piscina o ven películas.
Los domingos, asisten a misa y continúan con actividades recreativas. Una vez al mes, los familiares tienen la oportunidad de visitarlos. Para financiar sus operaciones, la institución recibe el apoyo del grupo de voluntariado AMAS, que recauda el 25% del presupuesto.
(Te puede interesar: Superar el miedo al conflicto: consejos de psicológos para mejorar tus relaciones)
Además, el alquiler de bodegas y locales comerciales representa otro 50% de los ingresos. También cuentan con donaciones privadas desde Europa y, en el pasado, han recibido ayuda de organizaciones como el Cuerpo Consular de Guayaquil.
A pesar de los esfuerzos, la institución continúa necesitando apoyo financiero, productos, servicios profesionales y becas educativas para garantizar el bienestar de los niños. La comunidad juega un papel fundamental en la construcción de un futuro más prometedor para estos pequeños. Las personas interesadas puede colaborar con la fundación donando una vez o mensualmente.
A través del voluntariado se podrá acompañar a los niños en momentos de aprendizajes significativos. Lo primero que debe realizar es llenar el formulario para contactarse con usted y planificar el voluntariado. El 15 de febrero de 1978 llegó Sarita Castillo la primera madre sustituta de la aldea. La construcción no estaba terminada aún y salió de campamento con los primeros niños
Para leer EXPRESO sin restricciones, SUSCRÍBETE AQUÍ