ONG transforma a padres en aliados del joven con discapacidad
Ellos acuden con sus familiares o cuidadoras a las sesiones personalizadas. Preparan una carrera para conseguir más fondos
La estrategia de la Fundación Un presente Diferente consiste en involucrar a los padres de familia en la dinámica de apoyo: desde la limpieza, preparación de alimentos hasta el seguimiento en las terapias, que posteriormente, serán replicadas en sus hogares. Así se conformó una organización, que en 2019, decidió cambiar sus actividades.
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“Anteriormente, los chicos solamente acudían a una terapia y era voluntad de los padres el día que venía. Yo cuando empecé con la presidencia les indiqué que mínimo deben venir tres veces a la semana con los chicos, con el fin de ver el progreso que ellos tengan”, manifiesta Solanya Toledo, presidenta de la ONG.
Junto a dos terapeutas y cuatro voluntarias brindan terapias físicas y ocupacionales a los 35 chicos con diferentes tipos de discapacidad que asisten diariamente con su familiar o cuidadora. Es crucial la continuidad en estos espacios porque “por tener diferentes problemas, los chicos se pueden olvidar en poco tiempo”.
Dentro de este grupo hay casos de Rubinstein, donde el personaje juega un papel fundamental y necesita ser moldeado poco a poco. “La fundación iba creciendo y nos fijamos que llegaban chicos de diferentes partes de la ciudad: sur, norte, centro, noroeste, Durán y Puente Lucía. Ellos llegaban y se iban temprano porque las madres nos decían que de aquí se iban a preparar el almuerzo. Lo pensé porque estaba convencida de que se podía arreglar ese problema”, comenta Toledo.
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La institución no maneja requisitos para el ingreso, aunque poco tiempo después incluyen una petición: el joven o adulto debe asistir con un familiar, con el propósito de que aprendan a realizar las terapias a sus hijos en los hogares. La idea de involucrar a los padres se diversificó hasta llegar al área de la cocina y limpieza.
En época de pandemia, por ejemplo, la situación económica empeoraba, llevándolos a tocar las puertas de la empresa privada. Entre amigos, concejales de Guayaquil, Banco de Alimentos Diakonía y donantes lograron obtener todos los meses un quintal de comida.
”El único requisito es que existe el compromiso de los padres o de la persona cuidadora, es decir, que asista y participe y sin limitaciones. Por ejemplo, hay personas que son evangélicas y los limitan a bailar. Nuestro mundo es regular y principalmente ellos son felices. Las terapeutas crearon un espacio para bailar y le agregaron temáticas que lo hace más llamativo y del gusto de los chicos”, acota.
Los niños que logran movilizarse acuden al horario de 9:00 a 13:30; mientras que los niños que no cuentan con traslado se someten a un trato especial. Mínimo tres veces a la semana y se retiran con el almuerzo.
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Ellos reciben el almuerzo y lo consumen a su tiempo e independiente. “Ellos vienen solo y se comportan bien. Nosotros hablamos con los padres sobre la autonomía que debe crecer en ellos. En algún momento no estarán y ellos deben salir adelante”, remarca.
Los días martes son específicos para práctica de capoeira con el apoyo de voluntarios que enseñan el estilo de baile. También se los distribuyen por menor movilidad en las sesiones con el profesional. De hecho, cuentan con médicos cada 15 días, psicólogos y con estudiantes de la Universidad de Guayaquil. En feriado entregan paquetes de víveres y recomiendan seguir con las prácticas. Ahora incorporaron uniforme y una camisa que contiene las manos de ellos.
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