El origen del croissant: ¿francés o austríaco?
Conoce si este alimento, que el 30 de enero celebra su día, es una creación francesa o un legado austríaco
El croissant, ese icónico manjar que se asocia inconfundiblemente con la gastronomía francesa, en realidad tiene raíces austríacas. Aunque muchos lo consideran un símbolo de Francia, su historia se remonta a las Guerras turco-otomanas del siglo XVII en Europa, según la prestigiosa enciclopedia culinaria Larousse Gastronomique en su edición de 1938.
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En el año 1683 las tropas otomanas, lideradas por el visir Kara Mustafá Pachá, avanzaban por Europa con la intención de conquistar el Imperio Romano Germánico.
Sin embargo, su campaña se vio detenida en Viena, ciudad fortificada que resistió un asedio de dos meses. Con el objetivo de tomarla por sorpresa, los otomanos idearon una estrategia nocturna, cavar túneles bajo las murallas para infiltrarse en el corazón de la ciudad.
Lo que no previeron fue que los panaderos, acostumbrados a trabajar en la madrugada, escucharían los sonidos sospechosos provenientes del subsuelo. Gracias a su aviso, las tropas austríacas y polacas repelieron el ataque y, con el apoyo de otras fuerzas europeas, lograron vencer a los otomanos en la batalla de la colina de Kahlenberg en septiembre de ese mismo año.
Para conmemorar la victoria, los panaderos de Viena crearon un pan especial: el kipferl, cuya forma de media luna representaba la insignia otomana. Según Larousse, el propósito era claro, burlarse del enemigo derrotado.
¿El kipferl es realmente el antecesor del croissant?
A pesar de que esta historia es la más aceptada, algunos investigadores consideran que la tradición de elaborar panes con forma de medialuna es mucho más antigua. Existen dulces con diseños similares en diferentes culturas, lo que sugiere que la costumbre pudo haberse extendido a Europa siglos antes.
Además, registros históricos indican que en monasterios centroeuropeos ya se horneaban panecillos con esta forma en Pascua, posiblemente como parte de rituales paganos.
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El kipferl llegó a Francia a través de la influencia de la panadería vienesa. De hecho, en el siglo XIX, la capital francesa vivió una fiebre por los productos de origen austríaco, razón por la cual a los panes como el croissant se les denomina viennoiseries.
No obstante, la versión que conocemos hoy con hojaldre no apareció hasta el siglo XX, cuando el panadero francés Sylvain Claudius Goy perfeccionó la receta incorporando capas de masa laminada con mantequilla.
Este cambio convirtió al croissant en un referente de la repostería francesa, gracias a su textura ligera y crujiente. El nombre también tiene raíces francesas: croissant significa literalmente "creciente" y hace referencia a la forma de luna en cuarto creciente.
¿Y qué hay de María Antonieta?
Un mito popular atribuye la introducción del croissant en Francia a María Antonieta, quien, por ser de origen austríaco, supuestamente llevó consigo esta delicia a la corte francesa. Aunque los registros desmienten esta teoría, pues la primera mención del croissant en París data de al menos 40 años después de su ejecución en 1793. Además, los panaderos austriacos que se cree lo popularizaron ni siquiera habían nacido en la época de la reina.
Entonces, ¿el croissant es francés o austríaco? La respuesta es que ambas naciones han dejado su huella en su evolución. Austria creó la versión primitiva con el kipferl, mientras que Francia transformó la receta hasta convertirla en el exquisito hojaldre que conocemos hoy.
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