Óscar Vela: una conversación sobre su vínculo con las letras
El reconocido jurista y escritor quiteño habla sobre sus dos pasiones y sobre las complejidades de ahondar en las vidas de polémicos personajes
“Me gusta explorar la condición humana y los rincones oscuros del alma. Me gusta escudriñar esos secretos familiares que, de salir a la luz, provocarían cambios tectónicos”, dice Óscar Vela.
El jurista y escritor quiteño recibe a SEMANA en su residencia en el valle de Cumbayá para hablar sobre las dos pasiones que han marcado su vida: las leyes y la literatura.
Fue un niño lector y su habitación, que antes del nacimiento de sus hermanos fue una biblioteca, estaba cubierta de tomos de Charles Dickens, Mark Twain, Julio Verne, Emilio Salgari. Esas historias fantásticas lo marcaron y antes de llegar a la pubertad ya había decidido que sería escritor.
Sin embargo, la realidad llegó junto a los consejos familiares y prefirió posponer sus sueños para optar por la practicidad.
“Decidí estudiar leyes porque era algo de orden más práctico en un país donde no se podía, ni se puede, vivir de la literatura, pero siempre quise compaginar las leyes con mi pasión por la lectura y la escritura”.
Y aunque no lo planificó así, en los expedientes que debía revisar y en las noticias que veía encontraba historias que quería contar.
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La primera fue ‘El toro de la oración’, publicada hace más de veinte años, que abordaba un crimen cometido en un pequeño pueblo de la Sierra. “Obviamente yo a esa historia le di la arboladura de la ficción, pero el tema me enganchó, porque era la historia de un chico al que acusan de un crimen y le matan en un pueblo pequeñísimo, donde todo el mundo se conocía”, recuerda.
Con el paso de los años, sumó nuevas obras con impresionantes personajes como hilo conductor, entre ellos César Gómez Hernández, un exiliado cubano que participó en el desembarco del Granma, y Manuel Muñoz Borrero, cónsul ecuatoriano que salvó a cientos de judíos durante la Segunda Guerra Mundial y cuya historia se había perdido en los vericuetos del tiempo.
“Me interesan estos personajes que vivieron vidas interesantísimas pero de las que poco se sabe. Explorar esos secretos familiares, esas cosas que no se cuentan, me llama la atención”.
Lo que duele
Pero soltar a sus personajes una vez concluida la novela no siempre ha sido fácil. En 2021 publicó ‘Los crímenes de Bartow’, libro que ahonda en el caso de Nelson Serrano, un ecuatoriano condenado a muerte en Estados Unidos por un crimen cuádruple.
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“No termino de desprenderme porque Nelson aún está en prisión y la serie de irregularidades que lo pusieron ahí no se han resuelto. Es una historia con la que convivo todos los días y que me duele”, asegura.
Como abogado, el caso también lo afectó, pues pudo ver de primera mano el lado más oscuro del sistema judicial norteamericano. “Se piensa que el sistema judicial de Estados Unidos funciona a la perfección, pero el caso de Nelson Serrano desnuda la corrupción, el racismo y la xenofobia que impera en casos donde los acusados son latinos o negros”, sostiene.
El desencanto con la justicia es una sensación que ya había vivido antes y que aun hoy lo afecta ocasionalmente cuando ejerce.
“A veces me muero de la vergüenza de ver cómo se tuerce a la justicia. Es decepcionante”, dice. “Hago mucho arbitraje comercial, y por ahora, a pesar de que me gusta mucho litigar, es donde me siento cómodo”.
Historias fantásticas
Por lo pronto, Vela está por concluir su próxima novela, que lanzará este año. En ella cuenta la historia de Monika Ertl, la hija de un nazi exiliado en Bolivia, que terminó uniéndose a la guerrilla y asesinando al responsable de la muerte del Che Guevara, en un acto de venganza que sacudió al mundo en los años setenta.
“Cuando me enteré de esa historia, supe que tenía que contarla porque era fascinante y porque Monika Ertl era una mujer que vivió una vida increíble, tremenda y que trabajó como agente de la izquierda”, cuenta.
Cara a cara
- ¿A qué dedica su tiempo libre?
A leer mucho, a compartir con la familia. Me gusta fumar cigarros y farrear cuando se puede.
- ¿Cuántos hijos tiene?
Tengo cuatro y paso todo el tiempo que puedo con ellos. Conversamos, jugamos juegos de mesa. Nos divertimos.
- Vi una gran colección de bonsáis afuera. ¿Es un hobby suyo?
¡Sí! Me encantan los bonsáis desde jovencito. No les dedico todo el tiempo que debería, pero me gustan mucho.
- ¿Cómo es su relación con la literatura ecuatoriana?
Buenísima. En este momento estamos viviendo una oleada de autores muy potentes y yo leo todo lo que puedo. Me gusta mucho lo que escriben Ernesto Carrión, Mónica Ojeda, Solange Rodríguez, Marcela Ribadeneira, ¡uf!, muchos. Estoy muy pendiente de lo que se está publicando.
- ¿Si no hubiera sido abogado habría sido literato?
Quizás sí, pero creo que si no estudiaba leyes, habría seguido periodismo.
- ¿Cuál le gustaría que fuera su legado?
Para mis hijos, una vida de trabajo duro y dedicación. Y de ahí, me gustaría que mis libros permanezcan en el tiempo.
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