El padre y su visión de la vida
El instinto paterno impulsa al hijo a no huir de las pruebas, sino a aceptarlas.
El padre es quien expone al niño a la experiencia del dolor y el sacrificio. Al pedirle que se enfrente a las renuncias necesarias para prosperar en la vida, para mejorar sus relaciones con los demás y para estar satisfecho consigo mismo.
El padre provoca que sus hijos encaren situaciones psicológicamente difíciles, a veces duras de aceptar, para ayudarle a entender y aceptar lo que es “ley de vida”, una experiencia que hará de él una persona diferente y mejor.
El instinto de la madre le empuja a proteger al hijo del dolor y de las contrariedades, mientras que el código paterno le anima a enfrentarlas y a superarlas.
Con frecuencia los padres se expresan con sus hijos de la siguiente manera:
— En la vida no todo es fácil;
— En la vida existe lo bello y lo desagradable;
— Si quieres ser respetado, debes aprender a respetar a los demás;
— Nadie te regala nada.
Esta última afirmación se refiere, en concreto, al respeto de la reciprocidad en las relaciones personales y familiares. Las buenas intenciones afectivas y emocionales no bastan para una buena relación familiar, se necesita pasar a la acción.
En determinado momento de la vida, el padre pide al hijo que sacrifique su modo infantil de enfrentarse al mundo, que renuncie a las condiciones favorables o menos exigentes garantizadas por la familia.
Lo que quiere decir a su hijo es que no todo gira en torno a él para hacerle feliz; que no puede pensar que simplemente no existen los aspectos difíciles de la vida o que otra persona debería sentirse responsable de eliminarlos.
El instinto de la madre le empuja a proteger al hijo del dolor y de las contrariedades, mientras que el código paterno le anima a aceptarlas y a superarlas, a no ocultarse, a no tratar de evitarlas, a no tener miedo. El instinto paterno impulsa al hijo a no huir de las pruebas, sino a aceptarlas.
Pero si un padre pide a su hijo que respete unos principios que ni el mismo ha interiorizado, entonces no encontrará las palabras justas ni el tono adecuado, ni la convicción necesaria porque él mismo se encuentra en falta y los hijos lo saben, especialmente los adolescentes.
Por lo tanto, cuando el padre comparte con sus hijos su visión de la vida y esta es coherente con sus propios actos, el hijo lo ve con respeto y encuentra en él un modelo a seguir sin importar que los resultados de sus esfuerzos, en principio, no sean gratificantes.