Papas
Francisco, Benedicto XVI y san Juan Pablo IIInstagram

La resurrección y los papas: la trascendencia en días especiales

La muerte, para el cristiano, no es el final, sino el comienzo de la vida. Cada partida en Cristo es una pascua personal

La historia de la Iglesia nos deja momentos cargados de significado, donde la muerte no es un final, sino una transición hacia la vida eterna.

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Es muy significativo que el santo padre Francisco haya partido de este mundo para encontrarse con el Creador un lunes de Pascua. 

El día anterior, los católicos celebraban la Resurrección de Jesucristo, quien, al vencer la muerte, ofrece al ser humano la posibilidad de participar en ese cielo que es la plenitud de la vida en Dios, según el Catecismo de la Iglesia Católica (n.º 1024). 

Los acontecimientos importantes se celebran con gran alegría, por eso la Pascua de Resurrección se extiende a lo largo de toda una semana.

Pero no es el único que falleció en un día emblemático. El papa Benedicto XVI (a mi entender, futuro santo de la Iglesia católica) partió de este mundo el 31 de diciembre, en el umbral del nuevo año, durante la octava de Navidad y justo antes de la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, una de las fiestas más grandes del calendario litúrgico. No me sorprendería que fuera ella quien le diera la bienvenida al paraíso tan ansiado y esperado.

Y tenemos un tercer ejemplo: san Juan Pablo II falleció el 2 de abril, un día antes del Domingo de la Divina Misericordia, fiesta establecida por él mismo y celebrada el primer domingo después de Pascua. 

Este hecho le dio un gran simbolismo, ya que él sacó los escritos de Faustina Kowalska (polaca como él) de los libros prohibidos, convirtiéndola en santa en el año 2000 y promoviendo su devoción a la Divina Misericordia.

Partidas que iluminan la fe

"¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, tu aguijón?" Esta frase de san Pablo se utiliza en la Antífona de la Pascua durante el Sábado Santo, cuando la Iglesia reflexiona sobre el silencio y la espera en el sepulcro de Jesús antes de su resurrección, y expresa el triunfo definitivo de la vida sobre la muerte.

Si el católico comprometido con su fe tiene los ojos puestos en la gloria prometida y sabe que esta vida es solo un tránsito, ¡Cuánto más lo comprenderán aquellos que fueron llamados a una misión tan relevante, y cuya vida y muerte se inscriben en el misterio pascual de Cristo!

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