Los riesgos de comparar a los hermanos
Hacer distinciones es una práctica común de los padres cuando corrigen o conversan con sus hijos.
“Mira qué buenas notas tiene tu hermano”; “¿por qué no eres como él?”; “tu hermana sería incapaz de hacer algo así”. Estas son algunas de las frases que los padres, en algún momento, les han dicho a sus hijos, ya sea para corregirlos, conversar o llamar su atención.
Los progenitores realizan estas comparaciones en un intento por motivar a que uno de los hermanos se desempeñe de igual manera que el otro. Sin embargo, al hacerlo, puede resultar contraproducente, en lugar de motivarlos.
Así lo reconoce la psicóloga clínica Melanie López, quien lamenta que esta problemática ocurre cuando ciertos padres, que tienen baja tolerancia a un desempeño regular, utilizan las comparaciones con el propósito de reprender, pensando que de esta forma sus hijos van a mostrar las habilidades que ellos esperan.
“Son inadecuadas, (las comparaciones) sobre todo cuando se lo hace entre hermanos de distintas edades. Se suele ignorar la particularidad de cada hijo y que tendrá sus propias fortalezas y debilidades”, subraya López.
Una de las principales recomendaciones que otorga la especialista es que es necesario que los progenitores tengan cierta flexibilidad y empatía para no imponer las expectativas o cualidades de un hijo sobre el otro.
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Leer másEntre las consecuencias, a juicio de la psicóloga Naja Yúnez, está el detrimento del desarrollo de una autoestima y autovaloración saludable. Por ello, comenta que la mejor manera para evitar las comparaciones es aceptar a los hijos tal y como son.
“Un árbol de pera jamás será veranera, pedirle que lo sea es no aceptar lo hermoso que cada uno es en su forma, su condición y sus características particulares”, agrega.
No obstante, Yúnez razona que si uno de los pequeños necesita mejorar en algún aspecto de su vida, los padres deberían estar encaminados a ayudarlo a identificar aquellas cosas que sí tienen y que son valiosas y a que las desarrolle.
“No olvidemos que somos formadores y que vinimos al mundo para educarlos con amor y límites, no para denigrarlos y hacerlos sentir poco valiosos e inútiles”, advierte la especialista.
Sobre esta situación se han desarrollado diversos estudios alrededor del mundo. Uno de ellos fue en Estados Unidos, donde se analizó el desempeño académico de 388 adolescentes primogénitos y segundos hijos en 17 distritos escolares.
La investigación, publicada en la revista ‘Journal of Family Psychology’, determinó que las comparaciones intelectuales que los padres hagan sobre los hermanos influyen en su futuro escolar.
“Probablemente el primogénito aprendió a leer primero, a escribir primero, y eso hace que, en la mente de los padres, sea más capaz, pero cuando los hermanos se hacen adolescentes hace que sean más distintos”, afirmó Alex Jensen, autor del estudio.
Y es que en esta etapa de la adolescencia, según la máster en asesoramiento familiar Susi Dunn, surgen nuevas dudas y preguntas en donde los adultos ya no tienen la posición que tenían antes para su hijo.
Recalca que sus amigos y su vida social pasan a un plano de suma importancia y muchas veces son los hermanos los que ayudan, acuden y acompañan. “Son ellos los que eligen con qué lentes ver el mundo y los padres lo que deben hacer es procurar observar más y dar una respuesta que ayude a promover de forma más asertiva el vínculo con su hijo y entre sus hijos”, sugiere Dunn.
- Tres puntos claves. La psicóloga clínica Karina Bustamante explica tres recomendaciones que los padres deberían aplicar en el hogar:
- Evite las competencias. Realice actividades y juegos en familia que inviten a la cooperación. En aquellas acciones procure no modificarlas en una competencia al insinuar comentarios como “veamos quién es el que termina primero”.
- Motivación. Evite los elogios y procure alentar a los hijos sin usar juicios. Tome en cuenta que cada hijo es un ser único con habilidades y características particulares. Como todos los seres humanos, tenemos fortalezas y debilidades. Nuestra responsabilidad es reconocer ambas.
- Conocimiento. Cada etapa implica un aprendizaje y es importante ser paciente, no apresure a los más pequeños a que se comporten como los grandes.