Roberto Jiménez su arte más allá de lo visible
Científico de profesión y artista por vocación lanza un libro donde une sus dos pasiones. Sus pinturas se inclinan a la pareidolia y el surrealismo
Un piso por la escalera conduce al taller donde Roberto Jiménez crea arte. Sobre las mesas yacen pequeñas esculturas, pinceles y acrílicos. “También tengo máscaras indígenas”, revela el anfitrión y señala unas que cuelgan desde un stand de los tantos libros que tiene. “Aquí puede que haya unos tres mil”, agrega. Los ha leído todos.
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Leer másDesde la adolescencia se inició en la pintura gracias a su abuela y madre, que eran unas apasionadas del arte, y en esa misma época aprendió quichua en los viajes que hacía a la Sierra por vacaciones.
Pero tomó algunos rumbos antes de dedicarle más tiempo a pintar. Es biólogo y doctor en Ciencias Biológicas. Y la carrera lo llevó a desempeñar diferentes cargos que hacen su currículum un tanto extenso; entre esos, ser miembro de varios comités científicos, coordinador nacional de proyectos marinos, docente, colaborador para revistas y más. “Eso ya es un capítulo cerrado”.
En el 2020 otra vez empezó a dar rienda suelta a la inspiración. Entre el silencio del confinamiento y su mirada puesta en los colores, se iba motivando en esos pocos metros cuadrados de su taller. “Comencé a derramar acuarelas diluidas sobre cartulinas, y de forma inquietante, notaba imágenes que emergían de los fragmentos de pinturas... Eran rostros aislados, cuerpos zoomorfos, pocos tenían un gesto amistoso”, relata.
Aquello que surgió en días puertas adentro hoy se llama ‘La percepción visual ante imágenes inesperadas’, una obra literaria expuesta en Amazon que narra el origen de las pinturas que hizo en pandemia y que sustenta con resultados de investigaciones de neurocientíficos y psicólogos.
- De la exposición al libro
Roberto no sigue tendencias, ha preferido caminar en esa relación de lo artístico con lo científico. Mientras enseña sus diferentes obras menciona que le parece increíble cómo el cerebro respondía ante los ‘rostros’ que veía sobre las manchas de acuarelas en sus cartulinas.
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“Alguien me había dicho que era producto de la pareidolia (esa habilidad de ver formas o rostros en cualquier superficie), pero esa explicación no me resultaba satisfactoria”. Entonces encontró las respuestas en algunos libros, estudios e investigaciones.
“La memoria juega un rol clave no solo en quien observa una obra, sino también en el artista. En mis pinturas, podría estar asociada con otras imágenes visuales que he tenido en el pasado, como la observación de máscaras indígenas que experimenté desde adolescente. Tal vez por ese ‘background’, el estilo en rostros, manos e imágenes guarda patrones similares”.
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Leer másCon la intención de mostrar esto a los demás, realizó en septiembre de 2021 una exposición titulada ‘Pareidolia: misterio de lo inconsciente’, en el Museo Nahim Isaías, en donde la curiosidad de los espectadores los llevó a encontrar imágenes semiocultas que ni él mismo había visto. Y en julio de este año, lanzó en Amazon y Librería Española la obra literaria que documenta investigaciones que permiten comprender la percepción visual de estas efigies en las pinturas.
Escribir el libro le tomó tres años. Y para conocer el trasfondo del proceso, Roberto nos lleva donde tiene guardados los bocetos que dejan ver sus apuntes y correcciones con bolígrafos antes de la publicación.
Cuando se le pregunta cuál fue su inspiración para realizar este trabajo, menciona que mucho tuvo que ver la lectura de varios libros publicados por el doctor Eric Kandel, ganador del Premio Nobel de Medicina en el año 2000, quien estuvo inmerso en investigaciones entre ciencia y arte.
Con el objetivo de poder embarcar a más espectadores en ese mundo de lo artístico-científico, ha encontrado en las redes sociales, como Instagram, otro tipo de espacio que le ha permitido acercarse al ideal de que sus obras lleguen a todos.
- Salvado por el arte
Cuando Roberto se describe a sí mismo, dice que es un científico de profesión, y artista por vocación. Aunque confiesa que todo aquello relacionado con sus expresiones artísticas lo hace por sacarse la ‘pica’.
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Leer más“Cuando estuve obsesionado por las máscaras, hice máscaras. Cuando mis alumnos (dice sobre su época de docente) no sabían los nombres de las plantas de Guayaquil, hice una exposición de acuarelas de árboles en el MAAC. Después, cuando vi que la mayoría no conocía sobre las etnias americanas, hice otra exposición... Pero es de pura ‘picadera’... Y es cíclica”, admite soltando una risa.
En el camino ha asistido a talleres y cursos de artistas como H. McDowell en San Francisco, California, así como de Roberto Saavedra en Guayaquil, para ir mejorando su técnica.
“El arte es lo que me salva. ¿Qué sería de mí si no tuviese un pasatiempo?”, dice mientras mira su escritorio lleno de pinceles y acrílicos con los que ha estado experimentando últimamente. “Ahora quiero hacer cuadros más grandes”.
Entretanto, alista una próxima exposición de pintura con la que espera volver a cautivar a los amantes del arte. Brevemente adelanta que es sobre surrealismo indígena, tras leer asiduamente al etnógrafo francés Lévi-Strauss.
“Hay obras que me han tomado días. Mientras estoy en la ciudad comienzo temprano en la mañana, y vuelvo a agarrar el pincel cuando pauso otras actividades... Pero cuando voy a la playa pinto todo el tiempo, puedo estar así hasta 15 días”.
Sin embargo, la pintura no es lo único que ocupa sus días. En la noche se dedica a leer y busca inspiración para sacar más proyectos. En algún momento hizo una exposición de libros de artistas, algo que quisiera retomar con el fin de fomentar el coleccionismo.
“Todos tenemos que hacer patria. (Y lo habla por Ecuador) Quisiera que los artistas locales se entusiasmen por crear pensando el porqué y para qué de las obras”.
Al preguntarle si seguirá reinventándose, dice que probablemente sí, pues para él sus 80 años pasan a ser solo un número. Él es un artista inmenso.
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