La ruta escondida, un recorrido por el Quito profundo
Ubicada en la zona rural de la capital, la ruta guarda una de las iglesias más antiguas de país y un polémico pasado
Durante cuatro siglos la ‘Ruta del Melero’ existía exclusivamente para que los contrabandistas de aguardiente lograran evadir a los guardas de estancos de la corona, y luego los impuestos republicanos y gubernamentales sobre el trago. El camino iniciaba en Perucho, donde la producción de caña de azúcar y de aguardiente se mantuvo vigente hasta entrados los años sesenta del siglo pasado. A pie, los contrabandistas bajaban en medio de la espesura, y caminaban hasta salir a la parroquia Calacalí, donde podían vender la bebida a los consumidores.
La ruta estuvo vigente hasta la liberalización de los precios del alcohol, y luego cayó en desuso. Al menos hasta 2007, cuando el camino y su historia se recuperaron para conformar ‘La ruta escondida’, un paseo turístico que lleva a los visitantes al corazón del Quito profundo, en las laderas noroccidentales.
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Leer másEl recorrido inicia en la parroquia Puéllaro, donde tres iglesias patrimoniales reciben a los visitantes. La parroquia, conocida también como el ‘Jardín Frutal del Ecuador’, es conocida por su diversidad de cultivos y amplia variedad gastronómica.
La segunda parada, y quizá la más emblemática, es la parroquia San Miguel de Perucho, como lo explica el coordinador zonal de Turismo del GAD de Perucho, César Cárdenas.
“Perucho fue parte de un cacicazgo menor que se resistió a la conquista inca. Es una región con una enorme riqueza histórica preincaica, que luego se convirtió en una encomienda española. Perucho es la ‘madre’ de esta zona por la importancia que tuvo”, señala.
Ah se encuentra la iglesia de la localidad, el primer templo de madera construido en el país, y que fue fundada en 1542. También se puede visita el Museo de Perucho, donde se observa una vasta cantidad de vestigios arqueológicos hallados en la zona.
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“Perucho es una zona sensible en la que se ha excavado poco”, explica el arqueólgo Sthefano Serrano. “Hay tumbas que datan de hace 3.000 años en las que se han hallado todo tipo de vestigios que nos permiten conocer cómo vivían los pobladores de esta región”.
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Leer másDesde la parroquia se puede hacer la Ruta del Melero, para conocer más a fondo la travesía de los contrabandistas de aguardiente, y la Ruta del Muenango, para ahondar en la resistencia Caranqui frente al Inca.
La gastronomía también toma un giro especial en Perucho, donde a la oferta de clásicos platos de la sierra, como la fritada, se suman recetas típicas de la zona como el sancocho peruchano y las creaciones con mandarina, un producto representativo de la zona.
José Almeida tiene un local frente a la plaza ‘Los tres Manueles’ de la localidad, donde la mandarina ha dado un giro hacia lo gourmet. “Aquí crece como hierba mala. Hay mandarinas en todas las casas”, señala. Como tal, el hombre y su familia elaboran vino de mandarina, cocteles y helados con mandarina, chocolates con mandarina, y lo más peculiar: pan de mandarina, que se prepara solo lo fines de semana, cuando los turistas llegan masivamente a la parroquia.
“A la gente lo que más le gusta de la ruta escondida, es que no se parece en nada a otras zonas rurales de Quito. Somos muy orgullosos de nuestra historia y nos gusta compartirla”, dice.
Historia y tranquilidad
La parroquia Chavezpamba es la tercera parada en la ruta. Considerada la parroquia más joven del recorrido y la que tiene menos habitantes de todo Quito, atrae sin embargo, por sus espacios y parajes naturales. En los últimos años han empezado a desarrollar el turismo comunitario a través de propuestas como la granja La Duquesa, donde los visitantes pueden experimentar la vida de campo en carne propia participando en el cuidado de cultivos y el ordeño.
A pocos kilómetros, se ubica Atahualpa, la cuarta parada en la ruta. La pequeña localidad es una sorpresa en el recorrido, pues cuenta con impresionantes paisajes e inmuebles patrimoniales, como la imponente iglesia parroquial de Atahualpa, donde se encuentra una legendaria piedra con la imagen de la Virgen de El Quinche.
Ah también se puede visitar el Camposanto de Atahualpa, ornamentado con árboles de ciprés modelados con distintos motivos, entre ellos cruces, animales y arcos. William Castel es gestor cultural de la localidad, y explica que el trabajo turístico que se ha llevado a cabo en la parroquia desde el inicio de la ruta escondida, ha empezado a rendir frutos en los últimos años.
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“Si bien la gran cantidad de turistas se concentran en las cuatro fiestas que tenemos anualmente, cada vez hay más personas que nos visitan los fines de semana atraídos por los paisajes naturales y por la tranquilidad que tenemos”, afirma.
Una oferta de cascadas, bosques y balnearios
La última parada en la ruta es San Jos de Minas, la más grande de las parroquias de la ruta escondida. La localidad cuenta con diversos lugares turísticos, entre ellos ruinas arqueológicas como las Tolas de Alance y las Terrazas de Ili.
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Leer másA la oferta patrimonial se suma el Santuario de la Virgen de la Caridad de San Jos de Minas, ubicada en la Plaza Central, y el Museo de Arte Moderno.
Andrés Muñoz, promotor turístico de la localidad señala que parte del atractivo de la zona es la seguridad. “En una época en la que la gente no se siente segura viajando por temor a los robos, la ruta escondida ofrece paz y tranquilidad. No se han reportado incidentes, y a la gente le gusta poder salir con sus familias y pareja confiados en que no les sucederá nada”, comenta. Agrega que en Minas, además de la oferta histórica y cultural, también hay cascadas, ríos y balnearios que atraen a los amantes de la naturaleza.
“La oferta es cada vez más amplia y más diversa. El clima, que no es muy frío, colabora con actividades como el senderismo, el camping y el glamping”, afirma.
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