Sebastián Guayasamín, un luchador al volante
El piloto ecuatoriano se prepara para el próximo desafío Dakar puesta la camiseta de Ecuador y listo a triunfar.
Lleva 8 años pilotando en el Dakar, la más importante carrera automovilística del mundo a la que pertenecen solo los más intrépidos y avezados competidores, y en la que es uno de los 10 primeros en el ranking internacional. Lo que ha vivido el corredor vale para completar un libro de increíbles anécdotas e historias en un largo trayecto que data de tiempo atrás cuando, a escondidas de su madre, empezó esta loca e increíble aventura: “Mi primer buggy fue el pago de unos honorarios de mi padre, con quien me escapaba para montar. Luego tuve que venderlo para ayudarme a pagar mis estudios universitarios en Administración de Empresas en Wisconsin, en una beca que gané. Al volver, con mi primer sueldo me compré una moto, pero el no haber empezado joven no facilitó las cosas. Soy muy competitivo, así que luego tuve un cuadrón y acabé con otro buggy, con el que gané varias carreras en el país y otra en Colombia”.
¡La más más más!
A sus 41 años, el volante ecuatoriano suma unas 300 carreras en diferentes categorías y continentes. Y los logros alcanzados los últimos ocho años en el Dakar le han consolidado entre los diez pilotos más experimentados del mundo, un mérito jamás replicado en el país. “He corrido en Argentina, Colombia, países de Europa y Medio Oriente… es difícil hacer las cuentas de todo”, dice. Pero el salto a Dakar es otra historia. De amateur pasó a nivel profesional, lo que lo ubicó como el primer piloto a nivel nacional en competir en la categoría de autos en esta competición. “Los recursos económicos que se necesitan para participar son enormes. Es la carrera más emblemática, la más extrema, la ¡más más más! Es el Everest de las competencias automovilísticas. Mi esposa me dijo desde el principio que me apoyaba si es que conseguía los recursos y así fue. Afortunadamente, he conseguido once auspiciantes que apoyan este sueño y creen en mí”.
Para los no entendidos, el Dakar, que se llevó a cabo en Senegal-África durante 30 años, por temas de seguridad pasó a Sudamérica desde el 2009 -Argentina y Chile-, y desde el 2012 se lleva a cabo en Perú. Su particularidad es que no se puede conocer la ruta con anticipación, por lo que es una carrera de estrategia, de conservación, de fortaleza mental y pericia. Además, se manejan cinco horas consecutivas en climas extremos, durante dos semanas y con un solo día de descanso. En esta última etapa, el volante se acompaña del copiloto mendocino Ricardo Torlaschi, quien suma once dakares y, por tanto, aporta hacia la consecución de una meta compartida: “Es una odisea, una travesía y una aventura… Se necesita control, calma, ser calculador y frío, fortaleza mental, madurez y ser agresivo al volante”.
“Doy charlas motivadoras porque me gusta ser un ejemplo y demostrar a otros que los sueños se pueden cumplir. Es cuestión de poner las metas claras y quererlo con el corazón, porque así se pueden lograr los objetivos”.
No obstante, las dificultades superadas no han sido pocas al considerar las veces que se ha perdido en las rutas, los choques, carros dañados, accidentes que son frecuentes en ese vertiginoso mundo, la gente que le ha robado en el camino, el trabajar con personas de muchas culturas y religiones (en el Dakar hay 192 países presentes) y también lograr el apoyo económico que se requiere para ser parte de esta élite del automovilismo. Pero Sebastián ha salido avanti, concentrado y dispuesto a cumplir sus metas paso a paso. Para ello entrena metódicamente con acompañamiento inclusive psicológico que le permite estar en óptimas condiciones físicas y mentales. “Estoy alcanzando la cumbre de mi carrera deportiva y eso me llena de emoción, porque estoy cerca de ser el primero del mundo. Antes del siguiente Dakar, que es en 11 meses, quiero correr tres mundiales, en Abu Dabi, África y Europa”.
Fuera de ruta
“Sebastián es perseverante, luchador, ve al mundo siempre con optimismo y nada lo detiene. Nunca ve hacia atrás ni a los lados, solo adelante. Es cariñoso, siempre alegre”, cuenta María Alicia Becdach, esposa del piloto. Ella es quien le ha acompañado en esta “aventura superchévere que tiene emoción, suspenso, drama, euforia y hasta comedia”, en las palabras del piloto. Con sus hijas, Andreína (10) y Alegría (6), forman una familia ‘down to earth’, muy sencillos y unidos: “Mariali es muy hogareña, pero siempre trato de tener un espacio con mi esposa. Siempre me invento planes y me gusta cocinar. En mi rol de padre doy la fortaleza de encarar sus cosas”, cuenta.
Cuando no está en carreras, se dedica a su empresa de servicios petroleros fundada hace 18 años y está por incursionar en la organización de eventos junto a su suegro, el empresario Hassan Becdach.
“Doy charlas motivadoras porque me gusta ser un ejemplo y demostrar a otros que los sueños se pueden cumplir. Es cuestión de poner las metas claras y quererlo con el corazón, porque así se pueden lograr los objetivos”.
De una familia que surgió
Sebastián viene de una estirpe de clase media que sobresale por esfuerzo y talento en diferentes ramas. El inolvidable pintor Oswaldo Guayasamín fue su tío abuelo; también su abuelo, Ramiro, destacó como arquitecto e ingeniero en los años 70 con un gran legado de monumentos dentro y fuera del país. “Todas las herramientas que te da la vida hay que usarlas a tu favor… y ser Guayasamín es un referente que me ha ayudado a abrir puertas… Su legado me hace sentir muy orgulloso”.
No obstante, con humildad recuerda la lucha por salir adelante de sus padres, quienes tenían lo justo para vivir cuando era niño. “Mi primer árbol de Navidad fue uno pintado en la pared, no teníamos dinero para más… Fui testigo de cómo mis padres fueron construyendo su hogar y profesión. Ahora gozan de una muy buena posición y por eso su ejemplo de superación me ha formado para ser un luchador”.