Simón Bolívar Sánchez, primer sacerdote ecuatoriano nombrado Nuncio Apostólico
El servicio del nuevo nuncio es ser puente entre el Vaticano, la Iglesia local y el gobierno de Honduras
Una voz alegre responde al otro lado de la línea. Aunque no nos conocemos personalmente, transmite cercanía y una calidez especial, quizá fruto de su vocación o de ese don innato que solo algunas personas poseen desde su nacimiento. Monseñor Simón Bolívar Sánchez Carrión abre su corazón a SEMANA en el marco de su primer viaje como Nuncio Apostólico de la Santa Sede en Honduras.
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Leer másEs el mayor de ocho hermanos: seis varones y dos mujeres. Una familia numerosa que creció rodeada de plantaciones de café y caña de azúcar. “En la pequeña finca de mis abuelos, todos ayudábamos en el campo”, recuerda. Así, entre la siembra y la cosecha en el cantón agricultor de Olmedo, a poco más de una hora y media de la ciudad de Loja, transcurría la infancia del futuro nuncio.
Con formación europea
Pasó tres años en el Seminario Menor de Loja, donde compartió su formación con otros 24 jóvenes. Posteriormente, gracias a una beca, emprendió un nuevo camino hacia España, ingresando al Seminario Eclesiástico Internacional Bidasoa. Estando allí, cursó estudios en filosofía, teología y obtuvo una licenciatura en derecho canónico en la Universidad de Navarra.
El 13 de septiembre de 1995 fue ordenado sacerdote diocesano por S.E. Mons. Hugolino Cerasuolo Stacey, O.F.M., a quien recuerda con especial gratitud: “Monseñor Hugolino se aventuró a enviar a muchos sacerdotes a Europa para prepararlos. Esto contribuyó significativamente a elevar el nivel del clero lojano”.
Es evidente que sus superiores identificaron en él un gran potencial, lo que llevó a que fuera enviado a Roma en dos ocasiones para continuar su formación académica. La primera, en el año 2000, para una especialización en jurisprudencia canónica, y la segunda, en 2003 hasta el 2006, para obtener un Doctorado en derecho canónico en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz. Su destacada trayectoria lo llevó a ingresar en 2006 al cuerpo diplomático de la Santa Sede.
Primeras encomiendas
“He sido muy feliz en todos los países donde me han enviado. Es fundamental tener la capacidad de adaptarse e integrarse a la realidad que te recibe”, comenta con reflexión. Su experiencia como enviado de la Santa Sede tiene similitudes con la labor de un diplomático civil, aunque con matices particulares. “Es un camino en el que se va ganando experiencia”, recalca. Explica que al inicio se pasa por un período de prueba de un año y, posteriormente, cada cuatro años se avanza en lo que podría describirse como los escalones de la diplomacia vaticana.
Recuerda con especial cariño los momentos vividos en los distintos países donde cumplió su labor pastoral. Tras su paso por el Caribe, específicamente en Trinidad y Tobago, fue enviado a Bolivia, donde la cálida acogida de su gente, profundamente creyente y sencilla, lo motivó en su misión. “Es un pueblo sufrido; en los últimos años ha logrado avances importantes, pero la pobreza sigue siendo una realidad. Conocer esa fe inquebrantable en medio de la adversidad te marca profundamente”, reflexiona.
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Leer másEn Bolivia, comprendió de manera más plena lo que el papa Francisco enfatiza constantemente: ‘El pastor debe caminar con el pueblo’. Convencido, añade: “El Evangelio nos exige proclamar la verdad frente a la injusticia”. Resalta que la presencia diplomática de la Santa Sede es una herramienta poderosa para fortalecer la unión y brindar ánimo tanto a los sacerdotes como a los fieles.
Luego, su memoria viaja a Turquía, una misión que describe como desafiante debido a la minoría católica en el país. “Fue una experiencia enriquecedora. A pesar de las dificultades, siempre mantuvimos buenas relaciones con los musulmanes”, expresa con gratitud. La capital, Ankara, destaca como un punto clave para la Santa Sede, ya que sirve como referencia y conexión con las demás iglesias de Oriente.
Otros países en los que vivió durante su misión como representante del Vaticano fueron Malta, Libia, Uruguay y Serbia. Sobre este último, destaca: “Aunque la mayoría de los creyentes son católicos ortodoxos, prefería enfocarme en los elementos que nos unían antes que en aquellos que nos separaban, y aprender otras formas de vivir la fe”.
Nuevo reto
Aunque en todos esos países desempeñó su labor en la nunciatura, la misión reciente que el papa Francisco le ha confiado marca un hito en su carrera: es su primera asignación como Nuncio Apostólico, tras 20 años de servicio a la Santa Sede. “Es una dignidad muy grande pasar a la historia con ese dato”, comenta entre risas, dejando entrever su alegría durante esta entrevista a distancia.
Monseñor Simón Bolívar expresa con firme convicción su fe en que el Espíritu Santo guía y fortalece a la Iglesia. “Inicio esta primera misión como Nuncio con mucha ilusión, dispuesto a ser un instrumento del Señor y un digno representante del Santo Padre ante el pueblo y el gobierno de Honduras, con el propósito de fortalecer aún más los lazos de amistad”, afirma con entusiasmo.
Por último, Monseñor reconoce entre risas que, aunque su primer amor de niño fue la Virgen del Cisne, cariñosamente llamada -La Churonita- y fuertemente venerada en Loja, ahora deberá compartir su corazón con la Virgen de Suyapa, patrona de Honduras. “Nuestro corazón no es pequeño. La mayor riqueza de la Iglesia Católica es el amor de nuestra Madre María”, afirma. Con esa fe, asegura que María seguirá guiando sus pasos en este nuevo reto que el Santo Padre le ha confiado.
¿Qué significa ser nuncio y cuáles son sus funciones principales?
Ser nuncio apostólico significa ser el representante diplomático oficial del Papa y de la Santa Sede ante un país o una organización internacional. Es un cargo equivalente al de un embajador, pero con funciones que van más allá de las diplomáticas, ya que también incluye aspectos religiosos y pastorales. El nuncio actúa como enlace entre el Vaticano y la Iglesia local, transmitiendo las decisiones, mensajes y directrices del papa a los obispos y demás autoridades eclesiásticas del país.
Su labor incluye representar a la Santa Sede ante el gobierno del país anfitrión y fortalecer las relaciones entre ambas partes; jugar un rol clave en el proceso de selección de nuevos obispos, asesorando al papa en la designación; y fomentar la paz, los derechos humanos y la cooperación entre religiones, así como entre la Iglesia y la sociedad.
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