Tinta Digital: cómo educar con memes, datos y empatía desde Ecuador para el mundo

Paola y María Rosa Zury lideran Tinta Digital, una plataforma que conecta con jóvenes y enseña a pensar críticamente

Hablar con Paola y María Rosa Zury es encontrarse con un proyecto vivo, que respira las preguntas de una generación que no se conforma con solo recibir información, sino que quiere entenderla, debatirla y transformarla. Ellas son las fundadoras de Tinta Digital, una plataforma que nació para democratizar el acceso al conocimiento, conectar con los jóvenes y enseñar a pensar con libertad. Y aunque todo comenzó en redes sociales, hoy su impacto trasciende pantallas, para llegar a territorios, aulas, comunidades, y sobre todo, a cientos de jóvenes que se han convertido en protagonistas de su propia historia.

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Tinta Digital nace de algo profundamente personal. María Rosa, una de sus fundadoras, recuerda cómo desde pequeña tenía dificultades para concentrarse con los métodos tradicionales de aprendizaje. Con el tiempo entendió que no todos aprenden igual. Algunas personas necesitan imágenes, otras música, otras ejemplos cercanos. Y así, lo que comenzó como una necesidad individual se transformó en una propuesta colectiva: crear una plataforma que enseñe, pero también que escuche.

Tinta surge como respuesta a esa necesidad, combina el poder de la cultura pop, la ilustración, el humor, la política y los datos para explicar temas complejos de forma clara y significativa. “Hay muchos medios, pero pocos piensan en las personas que se distraen fácilmente”, recuerda María Rosa sobre uno de los primeros momentos del proyecto. La visión fue clara desde el principio: informar sí, pero también inspirar.

Un nuevo lenguaje

Después de la pandemia, las estadísticas, según Paola, hablaron claro. Entre el 50 % y el 80 % de los jóvenes evitaban consumir noticias, y el 75 % no se sentía representado por la política. Con ese panorama a la vista, Tinta apostó por generar contenido en el lenguaje de los centennials y millennials, usando sus códigos, intereses y cultura.

Pero su secreto no solo está en el estilo: su metodología parte de la escucha activa. El equipo realiza encuestas, prueba temas, observa el comportamiento de la audiencia. Todo pasa por un filtro de empatía y claridad. Además, su equipo es multidisciplinario: politólogas, sociólogos, artistas, comunicadores, diseñadores y productores trabajan juntos para crear contenido pedagógico, visual y profundo.

Aunque muchos los ven como un medio digital, Tinta nunca se pensó solo como tal. Desde el inicio, su propósito fue ser una organización que crea experiencias de aprendizaje, campañas, consultorías y productos visuales para informar de forma crítica y transformadora.

Aprender sin aburrir

Uno de los mayores desafíos que enfrentan es lograr que la información sea comprensible, entretenida y rigurosa al mismo tiempo. Para lograrlo, contrastan fuentes, contextualizan desde la realidad ecuatoriana y latinoamericana, y usan recursos literarios y visuales para explicar lo complejo con un lenguaje cercano.

“Aprender puede ser emocionante si se presenta bien”, afirman. En sus publicaciones conviven memes, metáforas, referencias a libros infantiles o películas, junto a análisis y cifras. Para ellas, ser pedagógicas no significa ser aburridas, sino todo lo contrario: significa ser transformadoras.

Más allá de lo digital

Este proyecto no se queda en las pantallas. Han llevado su metodología a festivales, escuelas, comunidades rurales, espacios de formación alternativa. Su objetivo es claro: democratizar la información también implica llegar a donde las redes no llegan. Por eso hacen dinámicas, crean guías, actividades lúdicas y pedagógicas, que permiten aprender sin barreras tecnológicas ni geográficas.

En estos espacios, han visto cómo jóvenes crean sus propios medios, campañas o talleres. Y eso, dicen, es lo más valioso: ver que lo que comenzaron está siendo replicado, transformado y llevado aún más lejos por otras personas.

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Una comunidad activa

El impacto del equipo no se mide solo en seguidores. Desde los primeros meses, comenzaron a recibir mensajes de jóvenes que se apropiaban del contenido, que preguntaban, debatían, compartían. Pronto, su comunidad dejó de ser una audiencia pasiva para convertirse en actores activos del cambio.

La metodología se ha llevado a más de 10 provincias del Ecuador, en talleres presenciales que promueven habilidades blandas, pensamiento crítico y comunicación con propósito. Han trabajado con organizaciones como la Embajada de Canadá, USAID, OIM, y otras entidades que han confiado en su forma de enseñar. Uno de sus proyectos más recientes fue ‘Influyentes’, que formó a jóvenes para comunicar desde sus territorios, con temas como democracia, creatividad y derechos humanos.

El impacto se ha multiplicado: tesis universitarias basadas en su trabajo, contenido usado en empresas para guiar a colaboradores, personas en Asia, Europa y Estados Unidos que les escriben agradeciendo por inspirarles a lanzar sus propios proyectos. Incluso han sido invitadas a compartir su experiencia en espacios como UNICEF, donde han podido contar cómo su forma de comunicar está inspirando a otras juventudes.

Una comunidad crítica

Crear contenido para miles de personas implica estar expuestas a críticas. Y eso es algo que el equipo ha aprendido a recibir con madurez. “Tinta es una plataforma que también está aprendiendo”, repiten con frecuencia. A lo largo de los años han recibido correcciones, como cuando abordaron el tema del cannabis y surgieron debates entre expertos. Lejos de cerrar el diálogo, lo celebraron: su comunidad se estaba cuestionando, intercambiando ideas, debatiendo con respeto.

Han invertido tiempo en educar también desde sus redes: “Podemos no estar de acuerdo, pero no nos insultemos”, promueven. Para ellas, mantener un espacio seguro y respetuoso donde todas las posturas puedan encontrarse, es parte del aprendizaje colectivo que buscan.

Un futuro con sueños grandes

El gran sueño de ellas es llegar al sistema educativo. Quieren que sus contenidos, guías y metodologías lleguen a las aulas, que transformen la forma en la que se enseña y se aprende. Porque si el mundo cambia tan rápido, la educación también debe cambiar.

Otro de sus objetivos es seguir trabajando de la mano con la empresa privada, para mejorar la formación de jóvenes con pensamiento crítico, habilidades blandas y capacidad de adaptación en un entorno laboral cada vez más desafiante. “Las empresas necesitan personas que piensen, analicen y aporten. Y los jóvenes necesitan oportunidades para desarrollar sus habilidades”, afirma Paola.

Además, están por abrir su primera sede física en Quito, un espacio de encuentro para charlas, talleres y actividades presenciales que saquen a la comunidad del mundo digital y les permitan conectar cara a cara.

Y, por supuesto, no descartan soñar en grande: ampliarse a otros países de Latinoamérica, construir redes regionales, y seguir inspirando a nuevas generaciones a pensar, cuestionar y actuar.

Como ellas mismas lo resumen: “Queremos que cada joven que pase por Tinta, sienta que aprendió algo nuevo, que se atrevió a cuestionar, y que encontró el impulso para soñar sus propios proyectos.”

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