De tostadas a libros: explorando mis pasiones de la infancia
La Tía Loca cuenta en su blog de SEMANA cuenta como exploró sus pasiones de la infancia hasta elegir su profesión
¿Cómo llegamos a elegir nuestra profesión? ¿En qué momento resolvimos estudiar esa carrera? ¿Somos conscientes de las influencias externas en esa decisión?
Mi primera incursión en la cocina fueron unas tostadas con mermelada y leche achocolatada. Mis padres habían farreado la noche anterior, así que olvidaron el hambre que sus tiernas hijas tenían tan temprano en la mañana. Mis hermanas menores devoraron con gran satisfacción la preparación gourmet y decidí que me convertiría en chef. La cocina de la Barbie, con todos sus implementos, era mi objetivo navideño.
Esa ilusión se deshizo cuando llegó la tarde, y con ella mi clase de ballet. La música clásica nunca fue lo mío, pero desde pequeña vislumbraba la estética que había en cada movimiento. Los saltos, los giros y las piruetas hacían volar mi imaginación y en mis sueños me convertía en la prima ballerina. Además, ¡el rosado del tutú me quedaba divino! Años después me enteré de que las mejores ballerinas tienen los dedos terriblemente destrozados por el esfuerzo que hacen al bailar en puntillas.
Los desafíos y triunfos de cumplir 50: una mirada honesta desde la Generación X
Leer másDespués de un tiempo me aburrí, y como no podía desperdiciar mi corta vida viendo dibujos animados, mis progenitores decidieron que tenía que tomar clases de tenis. Estuve determinada a ser la mejor tenista de toda la historia ecuatoriana, pero el sol abrazador lo impidió. Llegaba a la casa muerta de cansancio y con un dolor de cabeza que me duraba días. Estoy completamente segura de que el problema real era una deshidratación constante.
Así somos de pequeños, vamos saltando de una profesión a otra según las actividades extracurriculares que los mayores vayan programando para nosotros. A pesar de eso, es increíble cómo desde chiquitos nos inclinamos por gustos que fueron inteligentemente encaminados por ellos, encontrando ese punto fuerte que nos hacía diferentes a los otros hermanos y promoviéndolo asertivamente.
Por ejemplo, pasar el día entero tirada en el piso pintando podía ser una actividad divertida para muchas niñas, pero para mí representaba un verdadero martirio. En la actualidad, las actividades masculinas y femeninas se entremezclan en la vida diaria, pero en mi época no era correcto ver a un niño pintando, debía estar jugando fútbol, y sin embargo, tenemos excelentes expositores varones del arte ecuatoriano.
Así también, el deporte, el teatro o el canto eran actividades para gente de poco empuje. Hoy se puede hacer una profesión muy rentable y ganar millonadas haciendo colaboraciones con marcas internacionalmente reconocidas. Si yo fuera influencer, por ejemplo, pediría ser representante de la mejor firma capilar para que estos churros dorados brillen en las redes sociales. Bien lo dijo Walt Disney: “si puedes soñarlo, puedes hacerlo; recuerda que todo esto comenzó con un ratón”.
Mi padre supo vislumbrar en mí a una lectora en potencia. Libros vivenciales como Dove, Kon-Tiki y Un capitán de quince años fueron un estimulante que él inculcó en mí. Las páginas de aventuras que leía luego se trasladaban a horas de conversación. Los dos disfrutábamos juntos y ese era nuestro propio lenguaje, en el que los demás no estaban incluidos. Hoy en día, las preferencias literarias nos marcan, pero siempre podré decir que soy una gran lectora gracias a mi papá. ¿Qué historia simpática y memorable puedes contar sobre tu papá?
¿De qué se trata la tía loca?
La tía loca es una una columna refrescante donde su protagonista, una mujer vibrante y audaz de 50 años, comparte sus vivencias, desafíos y logros al alcanzar el medio siglo de vida. Con un toque de humor, sabiduría y una gran dosis de autenticidad, muestra que la vida después de los 50 está llena de oportunidades, aprendizajes y, por supuesto, mucha diversión.