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Se documenta por primera vez que un grupo de mariposas ha atravesado volando el océano Atlántico.Consejo Superior de Investigaciones Científicas / EFE

Documentan el vuelo transatlántico -más de 4.000 kilómetros- de unas mariposas

El vuelo les tomó sin parar entre 5 y 8 días, gracias a las corrientes de vientos

Más de 4.000 kilómetros; desde África hasta la Guayana francesa, en el continente americano; un equipo internacional de científicos ha demostrado y documentado por primera vez que un grupo de mariposas ha atravesado volando el océano Atlántico.

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Lo ha probado un equipo internacional liderado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) español, que ha documentado un vuelo transoceánico de más de 4.200 kilómetros realizado por mariposas "carderas" (Vanessa cardui), lo que supone un récord para un insecto.

El estudio, cuyas conclusiones se han publicado en la revista Nature Communications, documenta un viaje que duró entre cinco y ocho días y que fue energéticamente posible gracias a la ayuda de los vientos alisios.

(Los invitamos también a leer: Las mariposas migratorias tienen mayor diversidad genética, según un estudio)

Una investigación que da un nuevo gran dato sobre las mariposas

En el trabajo han participado investigadores del Instituto Botánico de Barcelona (IBB), centro mixto del CSIC y del Consorci Museu Ciències Naturals de Barcelona (España), del Instituto Botánico Władysław Szafer (Polonia), de la Universidad de Ottawa (Canadá), del Instituto de Biología Evolutiva (IBE, CSIC-Universitat Pompeu Fabra) y de la Universidad de Harvard (Estados Unidos).

En octubre de 2013, el investigador del Instituto Botánico de Barcelona Gerard Talavera identificó varias mariposas carderas en las playas atlánticas de la Guayana Francesa, unas observaciones que fueron completamente inusuales, ya que esta especie no se encuentra en Sudamérica.

Un enfoque multidisciplinar ha permitido descifrar la ruta y el origen de esas mariposas, y las dos hipótesis de partida eran que podrían haber nacido en Norteamérica, donde se encuentran las poblaciones más cercanas, o bien en África o Europa.

Mediante el análisis de trayectorias de vientos, los investigadores observaron un patrón sostenido de direccionalidad desde el oeste de África, lo que abría la posibilidad de que hubieran cruzado el Atlántico.

Al estudiar la diversidad genética de las mariposas los investigadores determinaron que los ejemplares observados en América del Sur estaban relacionados con poblaciones en Europa y África, lo que a su vez descartaba la posibilidad de un origen en América del Norte.

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Quito se ha caracterizado por la presencia de varias especies de mariposas que ahora empiezan a escasear.Cortesía

Los investigadores también analizaron el ADN del polen que las mariposas transportaban en sus cuerpos, e identificaron dos especies de plantas que únicamente se encuentran en África tropical, demostrando así que las mariposas visitaron flores en esa región antes de llegar a América.

Por último, el equipo analizó los isótopos estables de hidrógeno y estroncio a partir de las alas de las mariposas, ya que las alas preservan señales isotópicas propias del lugar donde se criaron en su fase larvaria, lo que permite inferir su origen natal, y con esos datos, determinaron que su origen estaba, muy probablemente, en países del oeste de Europa, como Francia, Irlanda, Reino Unido o Portugal.

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“Las mariposas carderas llegaron a Sudamérica desde el oeste de África, volando como mínimo 4.200 kilómetros sobre el Atlántico. Pero su viaje pudo ser todavía más largo, iniciándose en Europa y pasando por tres continentes, lo que supone una migración de 7.000 kilómetros o más, un hito extraordinario para un insecto tan pequeño”, ha explicado Clément Bataille, profesor de la Universidad de Ottawa en Canadá y coautor del artículo.

“Solemos ver las mariposas como símbolo de la fragilidad de la belleza, pero la ciencia nos demuestra que pueden realizar hazañas increíbles. Aún queda mucho por descubrir de sus capacidades”, ha destacado Roger Vila, investigador del Instituto de Biología Evolutiva (CSIC-Universitat Pompeu Fabra) y coautor del estudio.

Los investigadores han modelado el coste energético del viaje y han calculado que el vuelo a través del océano, sin parada alguna, duró entre 5 y 8 días, lo que fue posible porque fue facilitado por corrientes de vientos favorables.

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