Los años maravillosos de Ernesto Guerra
Es parte de la historia del fútbol ecuatoriano. Vivió el cambio de amateur a profesional y ahora disfruta gracias a sus buenas decisiones
Ernesto Guerra disfruta de su jubilación futbolera. Sus días son tranquilos y los ocupa con su familia, atendiendo pequeños detalles cotidianos. Todo es muy distinto a su época de futbolista, director técnico o comentarista, cuando la agenda no le daba un respiro.
A sus 87 años puede estar así gracias a las buenas decisiones que tomó en su vida. Vestir camisetas como la de Deportivo Quito y Barcelona, además de dirigir a clubes como El Nacional, el mismo cuadro chulla, Aucas, Liga de Quito, entre otros, y hasta la selección nacional, le permitieron contar con una base económica que supo administrar e incrementarla. Algo poco común en los deportistas de antaño, para quienes el dinero no alcanzó para una vida tranquila.
Emelec no fue el único club que recibió ayuda
Leer másPero Guerra lo explica. Fue muy importante su formación. “Es gracias al ejemplo de mi familia, desde mis abuelos. Ellos fueron comerciantes e inversionistas. En algún momento de mi vida yo decidí asegurar mi porvenir con situaciones diferentes al fútbol”, inició Guerra su charla con EXPRESO.
Él recuerda que diversificó sus inversiones entre un restaurante, tiendas deportivas, entre otras. “Recuerdo que me fui del fútbol con cierta amargura, pero ya me dediqué a mis otras actividades con tranquilidad”, agregó.
Para Guerra, esa despedida del fútbol fue dura. Después de todo, admite que fue uno de los pasajes más hermosos de su vida. Entre las glorias que puede contar están sus inicios en el equipo Argentina, que después se convirtió en Deportivo Quito. Y con ello, el honor de marcar el primer gol oficial del torneo profesional de fútbol.
Pero, la historia del futbolista casi no existe. Él practicaba básquet en la primaria. Solo cuando fue al colegio Mejía se inclinó por el fútbol y se lució tanto que lo llevaron al Argentina. “Mi papá tenía un negocio a 50 metros de la plaza del Teatro y por eso mi debut en ese equipo fue inolvidable. La gente de ese sector me conocía y todo fue tan bueno que decidí hacer mi vida de eso”.
El fue testigo del cambio del nombre a Deportivo Quito. “Al cuarto año de mi permanencia en Argentina apareció AFNA (Asociación de Fútbol No Amateur de Pichincha) y decidió que los equipos lleven nombres locales. Argentina pasó a Deportivo Quito. Eso fue como recibir una bendición. Fue algo inesperado, pero que nos dio un sentido de identidad, un membrete moral. Y a la larga hasta un bien económico porque le dieron al equipo la explotación comercial del estadio”.
También, como lo cuenta él, fue el primer serrano en vestir la camiseta de Barcelona.
“La propuesta, tanto en pase, sueldo y prima fue muy buena. La directiva del Deportivo Quito no me comunicó que había esa negociación. Solo lo aceptó y yo debía irme”.
En ese momento, rememora, el regionalismo era un asunto muy notorio. “Recuerdo que cuando me transfirieron salió , en un medio de Guayaquil ‘Se acabó el puritanismo del criollismo, Ernesto Guerra a Barcelona’. Eso me dio una espacie de sentimiento. En el primer partido jugamos con Emelec. Yo hice el gol. Cuando lo anoté yo grité ‘gol de Pichincha’ y ganamos. Pero, a partir de ahí los comentarios fueron diferentes y todo mejoró”, agregó.
Se fue de Barcelona porque sintió que había cumplido su ciclo. Además, Deportivo Quito lo quiso de regreso.
A los 33 años se retiró de la práctica deportiva y empezó a trabajar en otros negocios. Compró el salón Cordillera y Goles Sport.
Pero, Deportivo Quito descendió. “Los dirigentes me buscaron para que les ayude a volver como director técnico. Acepté por el cariño que sentía. Hicimos una campaña muy buena y volvimos a primera”.
Pero, tras ese éxito la dirigencia decidió sacarlo del plantel. “La gente se organizó y fue a la sesión de dirigentes a protestar por mi salida. Ahí me ratificaron, pero puse condiciones para tener el control absoluto de la organización del equipo”.
Así, él viajó a Uruguay y contrató a jugadores que después se convirtieron en figuras históricas del equipo como Héctor “Pototo” de los Santos, Luis Alberto Aguerre, Óscar Barreto, y Víctor Manuel Battaini.
“Creo que vinieron por 1.800 dólares. En esa época no traías jugadores por menos de 3.000 dólares. Fue un excelente movimiento para nosotros. Fuimos campeones en 1968”.
El mismo éxito repitió con El Nacional y lo intentó en otros equipos. Inclusive en la selección nacional, donde no consiguió la clasificación al Mundial porque, como lo sostiene, el regionalismo era un asunto muy complicado y no se pensaba en función de país.
De todas maneras, tiene los mejores recuerdos del fútbol, un deporte que lleva en el corazón y que le permitió proyectarse para tener un retiro tranquilo y vivir años maravillosos.
UN ESPACIO MUY ESPECIAL
Las paredes de su casa están llenas de recuerdos. Fotografías, banderines, balones (desde los más antiguos hasta los modernos) y trofeos forman parte de una colección que rememora su época de futbolista, director técnico y hasta comentarista deportivo. No tiene la cifra exacta de todos los artículos, pero entre ellos no conserva sus camisetas. “Mis camisetas terminaban rotas o me las quitaban. Quedé muchas veces campeón”, dijo con orgullo.
Este homenaje fue armado por sus hijos. Este es una de los lugares favoritos, ya que cada cosa tiene un significado importante para él.
LOS DESCENSOS, UN DOLOR COMO PERDER A UN SER QUERIDO
“Los descensos del Deportivo Quito y de El Nacional me dolieron como su hubiese perdido a un ser querido, a un familiar. Me dolieron en el alma”, aseguró Ernesto Guerra, quien vivió la alegría de los títulos con estos planteles.
Para él, las nuevas administraciones tuvieron mucha influencia en la caída de estas dos instituciones, que durante mucho tiempo gozaron de salud financiera y credibilidad deportiva. Espera que ambos vuelvan “algún día” a la serie A “donde realmente pertenecen”.
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