La casa del boxeo está en Las Malvinas
Con muchas carencias y necesidades un grupo de jóvenes del sur de Guayaquil entrena con dedicación
Un neumático reciclado de carro, cortado por la mitad, cuelga de una pared gris sin enlucir. Ese caucho gastado soporta los golpes, a puño pelado, de un grupo de noveles púgiles. No protegen sus nudillos con vendas, solo cubren las manos con guantes que parecen manoplas gigantes. Pero eso es lo de menos, ellos solo quieren pegar, una y otra vez, con furia, pero también con alegría.
En la cooperativa Dignidad Popular, al sur de Guayaquil, en la planta baja de una casa rústica de 5x15 metros, ubicada en la manzana 20 solar 19, se forjan aproximadamente 50 boxeadores con escasos implementos donados e improvisados. Ellos pertenecen al Team Malvinas Boxing Semillero de Campeones.
Adaptaron en la sala un gimnasio porque quieren ser como Carlos Góngora, el ecuatoriano que consiguió el campeonato del Mundo de la IBO (Organización Internacional de Boxeo), en diciembre de 2020.
Los jóvenes boxeadores no tienen los suficientes instrumentos para la práctica, tanto así que les toca hacer fila para usarlos. Tampoco cuentan con los zapatos y los uniformes adecuados. Pese ello se adaptan a esa realidad y buscan formarse en el deporte que a algunos les permite mantenerse alejados de los vicios que pululan en ese sector como la violencia y el consumo de drogas.
El FC Barcelona vuelve a sonreír con el regreso de Ansu Fati y una goleada en casa
Leer másEntrenan de lunes a domingo a doble turno, de 09:00 a 11:00 y de 18:00 a 19:30.
Una estrecha calle de Las Malvinas les sirve para realizar los ejercicios de calentamiento, donde deben formarse en varias columnas, ya que en la vía apenas pueden circular dos vehículos. Luego pasan al ring que construyeron hace un año, gracias a varias donaciones y al reciclaje de botellas plásticas que también utilizan para obtener dinero y comprar los materiales que les hacen falta.
La base del cuadrilátero está hecha con bloques de cemento, arena, agua y cauchos. Y en las esquinas colocaron unos tubos plásticos para que sostenga las cuerdas, que en realidad son sogas.
“El proyecto lo inicié hace dos años y medio. Yo vendía agua y cuidaba carros en la Bahía (centro de Guayaquil), y un día ya no fui porque los metropolitanos (agentes del Municipio) no dejaron. Fue entonces que me puse a entrenar afuera de mi casa y se me acercaron varios niños. Después ya se me hizo un grupo grande y nos vinimos a esta casa que nos prestaron”, comenta Carlos Gruezo, entrenador del grupo y seleccionado de Guayas en los Juegos Nacionales de 2008.
Uno de los pupilos es Luis Valenzuela, quien tiene ya dos años practicando. Es amante del fútbol y jugaba en torneos barriales, pero en el boxeo encontró su camino a seguir. En julio pasado participó en el torneo Mis Primeros Guantes, donde ganó una medalla de oro. “Es fabuloso que el profe nos ayude a los jóvenes a salir del mundo de las calles y alejarnos de los vicios. Antes solo pasaba acostado viendo televisión hasta que vine a entrenar. Ya gané mi primera medalla, ahora seguiré entrenando duro porque quiero ser boxeador profesional”, comenta entusiasmado el joven de 17 años.
Un problema recurrente en “la casa del boxeo” es la falta de servicios higiénicos y agua. Cuando a hombres y mujeres les da ganas de ir al baño durante el entrenamiento o al final de este, deben correr hacia sus casas para hacer sus necesidades.
“Tengo un mes aquí. Vivo en la cooperativa Juan Montalvo (norte de Guayaquil), pero me enteré de la escuela por las redes sociales. Me siento muy a gusto, tengo un buen entrenador, no nos cobran nada y se las arreglan como sea para entrenar. El tema del baño sí es complejo; en mi caso me toca aguantarme las ganas de orinar hasta que llegue a mi casa”, precisa Minoska Escudero, de 16 años, quien entrenó en la Federación Deportiva del Guayas durante seis meses.
Guayas lideró el Nacional Sub-16
Leer másLos padres de familia también se han involucrado con este proyecto. Ellos son los ‘guardaespaldas’ del lugar. Incluso, ayudan a recolectar botellas plásticas para venderlas.
“Es una gran labor la que hace Carlos al entrenar a todos estos niños. Soy de las personas que piensa que la vagancia es la madre de todos los vicios, entonces preferible que estén entrenando a que estén en la calle. Yo vine a averiguar qué tal era la escuela y me llevé la sorpresa de que no cobran. No tienen todos los implementos, pero se las arreglan para entrenar”, dice Fanny Zambrano, madre de Minoska.
Carlos Gruezo está convencido de que con su proyecto ha logrado concienciar a los moradores, quienes cuidan la casa donde entrenan. “Al principio se nos metían a robar los guantes y lo que encontraban, pero con el tiempo las personas fueron conociendo el proyecto y ahora nos cuidan. Yo no les cobro nada, porque me nació ayudar a los chicos. Mi intención es ayudarlos a superarse y que se alejen de las drogas, es por eso que también pido que nos ayuden para mejorar nuestro entrenamiento”, asevera Gruezo.