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Neisi Dajomes disfruta de un merecido descanso. De todas maneras, casi todo los días visita a sus amigos en el gimnasio de pesas de Concentración Deportiva de Pichincha.Karina Defas

Dajomes: "Nueva ley y cambiar a los directivos serían los primeros pasos"

La campeona olímpica ecuatoriana espera que los resultados conseguidos en Tokio sirvan para mejorar la realidad del deporte

Neisi Dajomes siente que su vida cambió. Ahora es reconocida y muy requerida en todos los sitios donde está. Le gusta esa atención, aunque a veces se siente superada. Pero es parte de su nueva realidad. Ella no quiere que sea lo único nuevo, pues aspira a otro escenario en el deporte para multiplicar los éxitos olímpicos. Sobre estos temas, ella charló con EXPRESO.

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¿Ya asimiló la magnitud de lo conseguido en Tokio?

No, pero puedo decir que me está cambiando la vida porque todo es diferente. A veces me siento abrumada. Sé que he conseguido lo máximo. Como deportista me he preparado para el éxito y lo que conlleva, pero no pensé que sería así.

¿Qué es lo más curioso?

Le agarré un poco de terror a salir (risas). Cuando salgo la gente se aglomera. Es lindo sentirse querida, me llena mucho, pero llega un momento en que te asusta, te supera, inclusive por la COVID-19. Los niños se acercan, me piden que me saque la mascarilla para una foto y no puedo decirles que no. Son niños y es muy bonito, pero abruma también.

Usted dice que ya consiguió lo máximo ¿Cómo mantener la motivación para seguir buscando medallas?

Porque quiero más. Pero no es una responsabilidad que caiga solo en mí. Depende de muchas cosas. Por ejemplo, de un cambio en la Ley del Deporte, que exista una verdadera plataforma para que los deportistas actuales sigan y aparezcan más. Tenemos la gran oportunidad de masificar la práctica inspirados en lo que hicieron Richard (Carapaz), Tamara (Salazar), mi hermana Paola (Palacios) y todos los que estuvimos en Tokio, porque solo con el hecho de clasificar ya hicieron bastante.

¿Formará parte de esta lucha?

Sí. Siento que tenemos la oportunidad de buscar un verdadero cambio. No lo digo solo por mí, porque se podría decir que ya conseguí lo más alto; pero vienen niños y sueñan con lo mismo, aspiran a Mundiales y torneos internacionales. Mi llamado es que, si se puede, la ley se cambie y se reestructuren cosas que por años han hecho mucho daño al deporte.

¿Se refiere a lo que dijeron los deportistas sobre el poco apoyo antes de los Juegos Olímpicos?

En parte. Lo que pasó fue un legítimo llamado de atención porque es lo que se vive. Nosotros llegamos a los Juegos luchando contra viento y marea. ¿Pero qué va a pasar después? Este tipo de cosas se han repetido desde hace mucho. El deporte tendrá que cambiar y creo que ahora se está haciendo bien al mostrar esas cosas, porque no es justo que sigamos callados cuando los dirigentes no hacen nada.

Cuando Jefferson Pérez ganó la de oro en Atlanta (1996) dijo que en este país no se trabaja para una medalla, que solo se la premia. Entonces le ofrecieron cambios, pero no pasó. Ahora, gracias a sus medallas volvieron los ofrecimientos. ¿Qué se puede hacer para que no queden las ofertas en el aire?

Lo primordial es que entre todos los atletas nos juntemos por una nueva Ley del Deporte. A partir de ahí, cambiar a la dirigencia de muchas disciplinas, ya que han estado ahí personas por ‘siglos’ y sin ver el bienestar del deportista sino el propio.

Una de las mejores imágenes de Tokio fue la de usted mostrando la palma de la mano con las palabras ‘mamá’ y ‘ hermano’. ¿Fue algo espontáneo?

Desde que salí de la plataforma para el último intento, salí pensando en eso, para que ellos también queden plasmados en ese día histórico. Fue la manera que encontré para decirles que sí pude cumplir nuestros sueños.

¿El recuerdo de ellos fue el principal motor?

Sí. Ellos me dieron la fuerza para superar problemas como lo que viví en León (España) con ese falso positivo por COVID-19, antes de viajar a Tokio. Aunque estaba preparada desde lo mental, en esos días hasta perdí mucho peso por la angustia de no saber qué iba a suceder. Mis compañeras se habían despedido y yo me quedé aislada. Me quedé muy destruida, derrumbada. Hasta pensaba en no viajar a Tokio. Prefería regresar al Ecuador en lugar de no llegar preparada a la prueba.

¿Tan duro fue?

Mucho. Lo que pasó fue muy raro, ya ni sé en qué pensar, si alguien estuvo detrás. Hubo algo en el laboratorio, pero no sabría decir qué pasó porque no tengo pruebas para mostrarlo con nombres, a pesar de que sí me habían advertido que había gente que no quería que llegara. Pero bueno, fui a Tokio, competí con un kilo por debajo del ideal en mi peso corporal. Fue como dar ventaja.

¿Ahí sintió quiénes estaban con usted?

Lamentablemente fue una más de todas las (vicisitudes) que me ha tocado superar para llegar a unos Juegos Olímpicos. Pero allí entendí quiénes estaban conmigo, quiénes no y quiénes inclusive estaban en contra. Situaciones así me volvieron una mujer desconfiada. Ahora mismo no confío en nadie porque en el deporte se supone que los directivos deben velar por el deportista, pero no, eso no pasó.

De acuerdo con eso, ¿cómo hará para detectar a quienes se acercan con buenas intenciones y quienes solo buscan un beneficio?

Esa es la pregunta. Ahora está todo el mundo. Pero no todos quieren apoyar de corazón, algunos solo quieren su tajada. Ya después, cuando pase el tiempo, se sabrá quiénes fueron sinceros.

¿Las complicaciones que ha tenido le llevaron a pensar en dejar la práctica deportiva?

Sí. Cuando empezaron todos los problemas de concentrados (querían cambiarle al entrenador y los sitios de prácticas), falta de implementación y nulo apoyo, quise irme por la desesperación. Pero ahí mismo me convencía de no hacerlo para no darles gusto a quienes querían verme fracasar. Decidí seguir entrenando y gracias a Dios los resultados llegaban, hacía podio en todas las competencias y no les daba una razón para que digan que ya no rindo y presionen mucho más para hacer las cosas a su modo.

Hoy le cuesta confiar, pero su historia inicia porque su familia confió en Walter Llerena (entrenador), quien la acogió en su casa junto a su hermano Javier.

Walter siempre se mostró como era, una persona muy buena. Él nos apoyó, nos recibió en su casa junto a otros muchachos y siempre nos dio todo lo que estaba a su alcance. Por eso siempre digo que es como mi segundo padre, pero reconozco que al principio fue muy duro.

Usted es hija de colombianos que escaparon de la guerrilla. Hoy se vive un fenómeno similar. Hay muchos extranjeros que buscan mejores días en el país, pero la mayoría se ha encontrado con odio por el mal accionar de pocos. ¿Qué opina sobre eso?

Es algo que la sociedad debe aprender. Todos somos seres humanos y vamos a necesitar de todos. Hay mucha xenofobia. No se entiende que esas personas se ven obligadas a abandonar sus hogares buscando algo mejor. En mi caso, Dios nos puso en el camino correcto, con las personas correctas en el inicio y por eso estamos aquí.

Cuando ganó la medalla también surgió con fuerza la expresión “Llora como niña, lanza como niña, grita como niña”, con la intención de que, de una vez por todas, se elimine la idea de que eso es sinónimo de debilidad.

Me dio satisfacción porque hombres y mujeres somos iguales. Somos fuertes. Seremos buenos en lo que nos propongamos. No hay límites ni roles predeterminados.

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