Diego Armando Calderón vivió las dos caras del fútbol
La intensidad de las alegrías por los títulos fue de la mano con la decepción por las lesiones y el trato injusto de sus propios hinchas
La hoja de vida de Diego Armando Calderón es envidiable. Tiene cuatro estrellas internacionales, tres títulos locales y vistió dos de las camisetas más importantes del Ecuador: Liga de Quito y Barcelona.
Sin embargo, él no se siente una estrella. Al contrario, el defensa central está lejos de la atención de los hinchas. Y aunque a veces eso lo llena de nostalgia, está tranquilo con la vida que lleva.
Ahora, él disfruta con un proyecto en el ascenso a la segunda categoría del fútbol de Pichincha: el Club Especializado Diego Calderón.
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Leer másEs jugador, pero también formó parte del cuerpo técnico, ya que está preparándose académicamente para ser entrenador. Después de todo, apenas tiene 34 años.
Diego Armando Calderón se retiró del fútbol profesional a los 32 años. Todavía tenía ganas de seguir, pero las puertas se cerraron. “La parte dirigencial es así. En 2018 subí con Aucas a la serie A y teníamos un acuerdo, pero con la llegada del nuevo entrenador decidieron separarme. Luego fui al Alianza Cotopaxi, que hoy es Independiente Júniors y sucedió lo mismo”.
A pesar de esas dos experiencias quiso intentarlo una vez más y fue a El Nacional, pero no hubo acuerdo por un problema en su rodilla. “Entendí que era mejor hacerme a un lado y seguir mis propios objetivos”, agregó.
SUS INICIOS:
De todas maneras, él siente que el fútbol le dejó grandes alegrías, como en sus inicios en Espoli como arquero y su primera temporada como delantero. “Estaba en Espoli B, en la categoría de 12 años. Todo ese año tapé. Lo hice bien. Al año siguiente me hice delantero y quedé segundo goleador, a tres del Chucho Benítez, pero después fui retrocediendo en la cancha”, cuenta entre risas.
Pero al mismo tiempo, ya empezó a sentir la ingratitud del entorno del juego. Por el trabajo de su padre se fue a vivir a Guayaquil, se probó en Barcelona y Emelec, pero no pudo inscribirse porque necesitaba el pase de Espoli y el cuadro policial no quiso soltarlo. Volvió a vivir a Quito y se probó en Universidad Católica y Deportivo Quito. La historia se repitió por ese documento.
“Tuve que parar dos años hasta tener mi carta pase. Ahora es más fácil, pero antes era como la esclavitud”, lamenta.
A LIGA DE QUITO:
Y apareció Pablo Sotalín, quien le invitó a entrenarse en la sub-16 de Liga de Quito. Víctor Bottaniz lo admitió como delantero, anotando dos goles en la prueba.
Solo cuando ascendió al primer equipo, bajo el visto bueno de Juan Carlos Oblitas, cambió a la mitad de la cancha.
Igual, la alegría de ese primer año como profesional se volvió también un martirio. “Siempre entraba al cambio y lo hacía bien, pero en mi primer partido como titular contra Liga de Loja cometí dos errores y los dos terminaron en gol. La cosa fue tal, que ya tenían comprado mi boleto de avión para ir a Bolivia para jugar Sudamericana, pero lo cambiaron y llevaron a Pedro Larrea. Quería morirme”, recuerda con un mezcla de risa y lamento.
Perdió tanto espacio que para la temporada 2006 no estuvo en los planes del equipo, a pesar de tener contrato. Estuvo seis meses sin actividad, hasta que fichó por Deportivo Azogues y tuvo su primera revancha. “Vine con Azogues a Quito y ganamos en Casa Blanca. Ese día el profesor Edgardo Bauza preguntó por mí, le dijeron que todavía tenía contrato y pidió mi regreso”.
En 2007 ganaron el torneo nacional y empezó la época dorada del albo. Ese 2008, cuando ganaron la Copa Libertadores, Calderón estuvo en el cielo y en el infierno. En el cielo porque fue parte de ese equipo y hasta inició el año como titular, pero en el infierno porque desde los cuartos de final no pudo jugar por un desgarro muscular.
De todas maneras, la Sudamericana 2009 y la Recopa 2010 las gozó completas.
EL LADO MÁS INGRATO DEL FÚTBOL:
En ese lapso con los albos también vivió uno de los capítulos más amargos. “Creo que hasta ahora tengo a la hinchada en contra. En realidad me faltó reivindicarme por lo que pasó en la Suruga Bank. Me siento en deuda con ellos”.
Calderón recuerda su error al minuto 90 del partido contra el FC Tokio. Los albos ganaban 2-1, pero tras un pelotazo al área él dejó pasar el balón y apareció por su espalda Masashi Oguro para igualar y forzar los penales. Allí el cuadro japonés se quedó con el título.
Cuando volvimos de la Suruga Bank los hinchas me hicieron sentir su resentimiento. Pifiaban en los partidos cada vez que tocaba el balón. Esas cosas hicieron que nunca me sienta respaldado por ellos. Fui jugador de la cantera, de Quito, pero nunca sentí que la hinchada me apoyara. Parecía que esperaba la mínima falla para caer con todo. Era injusto, sobre todo porque hay gente que viene acá, no gana nada y se va como ídolo”.
Pero, con todo eso, él continuó. En 2012 fue a Estados Unidos, donde jugó cuatro partidos por una fuerte lesión en la rodilla. Volvió a Liga de Quito, estuvo un año y salió porque no entró en los planes de Luis Zubeldía. “Me propuso quedarme, pero bajándome el sueldo. Esa no era la solución porque no contaba para él para jugar, con sueldo completo o con la mitad. Justo apareció Barcelona y lo vi como una buena oportunidad”.
En el cuadro torero se sintió mejor de lo que esperaba. Él tenía ciertos sentimientos encontrados, ya que se identificaba con Liga de Quito y hasta participó en varios cruces con los toreros, producto de la rivalidad que para entonces ya era muy grande.
Los primeros seis meses no jugó con regularidad con el amarillo porque estaba recuperándose de una lesión, pero con la llegada de Guillermo Almada recuperó mucho espacio. “Lamentablemente volví a lesionarme y me tocó salir”.
Tuvo una posibilidad de quedarse, pero decidió ir a México, donde volvió a un gran nivel. Pero, sufrió otro revés. “Mi equipo de trabajo (empresario) no hizo las cosas bien, pidió más dinero y los del equipo lo vieron como una traba. Todo se cayó. Cuando yo me enteré de lo que sucedía la directiva del club ya había contratado a dos”.
Después volvió al país para vivir la recta final de su carrera. Y fue, como él lo recuerda, una mezcla entre todo el amor que puso a la camisetas que defendió, a cambio de un reconocimiento que muchas veces quedó en deuda con su sacrificio.
EL CLUB PARA EL ASCENSO
Diego Armando Calderón lleva seis meses con su nuevo proyecto: el club de fútbol que lleva su nombre y está en el torneo de ascenso de Pichincha.
Por ahora es jugador, pero el objetivo a mediano plazo es convertirse en director técnico. Quiere transmitir todo lo que aprendió de los entrenadores que tuvo.
Por ejemplo, desea aplicar lo que hizo Edgardo Bauza cuando llegó a Liga de Quito. “Él se encargó de convertir el equipo en una familia. Terminó con los grupitos y armó un solo que apuntaba a la misma dirección”.
Él recuerda que entonces los más grandes cobijaban a los más pequeños. “Si tenían que llamarte la atención era siempre con respeto. Si alguien se descarrilaba se lo regresaba al camino. Además, no teníamos celos, no había envidia, si alguien estaba de titular, el de atrás lo impulsaba. Los mayores te contaban sus pequeños secretos para tú mejores”.
También le gustan detalles de otros técnicos como Guillermo Almada. “Él es claro, directo y trabaja mucho. Su clave es ser frontal, sabe lo que quiere y te marca bien los objetivos. Se juega como él dice, claro que hay libertad para los habilidosos, pero con el compromiso de que se sumen a la marca”.
Juan Carlos Oblitas, otro de los entrenadores que marcó su carrera, también le dejó enseñanzas. “Más allá de lo futbolístico, cada entrenador se enfocó en el proceso completo. Creo que eso es muy importante, porque demostraron capacidad para guiarte, para llevarte en las derrotas y en las victorias. También para decirte las cosas de frente”.
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