
Erwin Ramírez, de portero de Ecuador, a trabajador de la construcción en EE.UU.
El exseleccionado y jugador de fútbol, pasa días distintos en Estados Unidos, donde espera conformar su escuela de balompié
Las manos de Erwin Ramírez, que alguna vez lucieron los mejores guantes de arquero en las canchas del país, hoy están marcadas por el trabajo duro: callos, tierra y esfuerzo tras largas jornadas en la construcción en Estados Unidos.
A sus 54 años, el exportero de la selección ecuatoriana, Espoli, Liga de Quito, Deportivo Quito y Emelec, recuerda con una sonrisa su etapa como futbolista, mientras se adapta a una vida completamente distinta.
Integrante de la histórica mini-Tri que disputó el Mundial Sub-16 en 1986, asegura que su presente, aunque desafiante, también está lleno de aprendizajes.

-¿Dónde estás actualmente?
-En Orange, Utah. Dios me tiene aquí. La vida, como el fútbol, es impredecible, nunca sabes dónde puedes terminar.
-¿Cuándo tomaste la decisión de dejar Quevedo y mudarte a Estados Unidos?
-El 5 de febrero del 2024. Primero llegaron mis hijas y luego las seguí. Busqué nuevas oportunidades laborales. Después de tanto tiempo entregado al deporte y de no recibir respaldo en Ecuador, decidí dar el paso.
-¿Qué fue lo más duro de ese cambio?
-Adaptarme. Al principio es complicado: el idioma, la cultura, el ritmo de vida. Todos hablan del “sueño americano”, pero no es fácil. Aun así, ha sido una de las mejores decisiones que he tomado.
¿Cómo viviste el paso de ser arquero de selección a trabajar en la construcción?
Al comienzo fue extraño. Empecé poniendo cerámica en baños, luego aprendí a hacer de todo. Ahora instalo ventanas en zonas montañosas, rodeado de nieve. Es otro tipo de esfuerzo, pero también tiene su recompensa.
¿El pasado quedó atrás?
Prefiero no mirar atrás. Solo hacia adelante. El pasado me motiva a vivir el presente y a enfocarme en mi escuela de fútbol.
-¿Qué fue lo más complicado de este nuevo oficio?
-Pulir cemento. Nunca lo había hecho. Aquí todo se maneja con maquinaria. La construcción paga bien, pero al principio, sin permiso de trabajo, no me pagaban lo justo.

¿Cómo están esas manos que alguna vez defendieron el arco de la Tricolor?
Antes estaban limpias, ahora llenas de callos. Pero lo importante es ganarse el pan con dignidad. El sacrificio en el fútbol era uno; ahora es otro, con pala y pico. Pero todo sirve para salir adelante.
-¿Todavía guardas tus guantes de arquero?
-Sí, tengo dos pares: los de arquero y los de construcción. Siempre llevo los de fútbol, uno nunca sabe cuándo toca entrar a la cancha.
-Tienes un dedo lesionado, ¿cómo ocurrió?
-Siempre me preguntan por eso. Fue en un partido con Espoli ante Municipal de Cañar. Se me dobló el dedo, me lo jalaron, terminé el partido... y así quedó. Ahora los arqueros modernos ya no pasan por esas cosas.
-¿Te reconocen los ecuatorianos en Utah?
-Sí, hay muchos compatriotas. Eso me ha abierto puertas. Incluso me permitió acercarme al alcalde para presentar un proyecto de escuela de fútbol.

¿Cómo es vivir en un estado con una comunidad mormona tan fuerte?
Utah es un lugar lleno de misioneros. Aquí está la base de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Es como un paraíso. Asisto a la iglesia, comparten la palabra de Dios conmigo, incluso vienen a casa. Es una experiencia que me estaba perdiendo.
-¿Qué pasó con tu proyecto deportivo en Quevedo?
-Es difícil mantenerlo sin estar presente. Los niños dejaron de asistir. Pero quiero replicar la idea aquí, con un enfoque de intercambio cultural. Mi sueño es llevar chicos de Utah a Ecuador y viceversa.
¿Qué consejo das a los futbolistas que están por retirarse?
Es una decisión difícil. A mí me afectó en 2008, cuando colgué los guantes. Te levantas sin esa rutina diaria y cuesta adaptarse. Pero con el tiempo uno encuentra su camino.
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