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El boxeador Jonathan Chicaiza entrena en casa.Cortesía

Jonathan Chicaiza dejó un pasado de delincuencia por el boxeo

El pugilista, de 22 años, creció entre negocios ilícitos y pasillos de la cárcel. En junio peleará por el título nacional superpluma.

“No me avergüenzo del pasado”, dice Jonathan Chicaiza, aunque inevitablemente su voz cambia y la nostalgia lo invade. El boxeador, quien peleará el título nacional en la categoría superpluma el próximo 27 de junio (en la que será la primera pelea en Sudamérica), desnudó algunos de sus secretos que, a su decir, lo llevaron a ser quien es hoy en día.

Este ambateño, de 22 años, vio a sus familiares más cercanos pagar condenas tras las rejas e, incluso, morir en sus encierros, por errores cometidos. “Mi abuelita, mi abuelito, mi mamá, mis primos... todos traficaban sustancias ilegales, asaltaban. Pasaron la mayor parte de sus vidas en la cárcel”, comentó el pugilista.

Cuando tenía 8 años se quedó solo y a cargo de sus dos hermanos menores, ya que su familia fue sentenciada a una larga condena. “Mi abuelita nos crio, pero ella fue condenada a ocho años de prisión. Desde que yo era un niño conocí los pasillos de la cárcel porque iba a visitar a mi abuelita y a mis papás a día seguido”.

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Consiguió empleos de mensajero, cargador, ayudante... lo que le permitía su corta edad. Pero, al tener cierto modo de vida en casa, muy pronto empezó a seguir los pasos de sus familiares y se vinculó al tráfico ilegal, en búsqueda de mejores ingresos para sus hermanos. “Cuando creces en ese ambiente conoces el negocio, adquieres experiencia”.

Cuando cumplió 14 años, encontró un gran vínculo con el kick boxing. Hasta eso sus papás ya habían cumplido sus condenas, pero no dejaron de lado los negocios ilícitos. Fue entonces cuando Chicaiza encontró otro camino: el deporte.

Vio unos Juegos Olímpicos en la televisión y fue cuando decidió abandonar la delincuencia y las drogas. Se tatuó el tradicional logo de las Olimpiadas en el brazo y se juró que su nuevo destino sería el boxeo, aunque eso le represente más esfuerzo.

Sueños cumplidos

La abuela de Chicaiza murió en la cárcel a causa de complicaciones médicas. El ambateño prometió, por su memoria, que sacaría adelante a su familia con mucho trabajo honesto.

Se dedicó a entrenar de lleno. “Mi primer ring fue la calle”, comentó. Acabó el colegio y, en el último año, se enamoró de Estefanía, su actual compañera de vida y madre de su hijo, Estéfano (y espera el segundo para agosto, que se llamará Emilio Nicolás). Sus primeros pasos fueron en el boxeo amateur, en el que llegó a ganar medalla de bronce en los Juegos Nacionales de 2017.

Hace un año hizo el salto al boxeo profesional y, en este tiempo, registra cinco victorias por nocaut, una derrota y un empate. De hecho, en su primer año de debut Chicaiza ya peleó por su primer título nacional, en 2019, cuando enfrentó al quiteño David Padilla por la categoría de peso pluma.

Ese combate fue declarado desierto porque ambos contendientes empataron los puntajes. “Me quedé ‘picado’ porque yo me esforcé mucho para ganar ese título. Hicimos una excelente pelea, estudié mucho al rival antes de saltar al ring. Y cuando los jueces declararon empate fue una frustración enorme. Pero me quedé con la satisfacción de que nos merecíamos ganar”.

Ahora, después de haber superado una vida de dificultades y soledad, Chicaiza siente que merece este título, que enfrentará con Jorge Saquinga. El combate será sin público y, antes de subir al cuadrilátero, los contendientes deberán realizarse dos pruebas PCR para descartar la presencia de COVID.

Improvisó un gimnasio de boxeo en casa, con una pila de llantas de carro que suplen un saco de boxeo. Además, su hermano de 17 años, quien siguió sus pasos, entrena con la Federación de Tungurahua y ahora hacen sparring juntos a falta de actividad exterior debido a la emergencia sanitaria.

Como actividad paralela, Chicaiza dirige una empresa de cauchos con su padre quien, además, es su mánager. “Hacemos zapatos, suelas, enllantaje. Por la emergencia incursionamos en la venta de alfombras de desinfección, que han tenido una buena acogida”.