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Lucía Yépez diploma olímpico Tokio
La deportista recorrió las principales calles de su natal Quevedo arriba de una camioneta.Daniel Vite / Expreso

Lucía Yépez, el poder inquebrantable de la fe

La luchadora libre tricolor, quien ganó el 4° diploma olímpico de Ecuador en Tokio, nunca dejó la imagen de tres virgencitas. En Quevedo fue recibida con una caravana

El diploma olímpico que Lucía Yépez consiguió hace cinco días para Ecuador en Tokio tiene una motivación no solo física, sino también espiritual. Desde Ecuador, hasta el continente asiático, y por casi 24 horas, viajaron las medallas de tres virgencitas de las cuales la luchadora libre es devota y a quienes le atribuye gran parte de sus logros.

La tarde del martes 10 de agosto, en su llegada a su natal Quevedo, La Tigra, como es apodada la deportista, llevaba consigo en su bolsillo las imágenes. Nunca las deja; incluso en Japón durmieron con ella y antes de salir al combate que la terminó ubicando en el octavo lugar del mundo en los 50 kilogramos se encomendó a ellas. Dice que sabía que con esa bendición y la de su madre, María Guzmán, lograría algo importante, y así fue.

La caravana que su ciudad le organizó recién le hizo asimilar todo. Yépez iba en el techo de una camioneta y desde ahí veía como los pobladores, carros y buses de transportación urbana paraban la marcha para saludarla, para extenderle la mano y levantarle el pulgar reconociendo que es una de las “hijas ilustres” de esa parte del país.

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Lucía Yépez fue del dolor a la alegría

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“Esto es un sueño. El combate por los cuartos de final contra la japonesa Yui Susaki fue muy duro. Sin embargo, mi preparación me mantuvo firme. Lamento haberme lesionado para continuar a la siguiente fase de la competencia”, dice aún con timidez.

Yépez explica que vio a sus virgencitas y fue como estar viendo a su mamá y a su hermana, quienes derramando lágrimas por el orgullo de verla recibir el cariño de todo Quevedo la acompañaron en la caravana de bienvenida.

“Mis virgencitas me las dieron mi hermana y mi mamá y con mucha reverencia me encomiendo a ellas. Siento que mi familia está en todo tiempo conmigo y en Tokio era como que las hubiese tenido a mi lado apoyándome y dándome aliento”, detalla Lucía.

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    Lucía junto a todos sus más allegados.Daniel Vite / Expreso
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    Las tres medallas que Yépez no soltó ni antes, ni después de Tokio.Daniel Vite / Expreso
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    Los quevedeños desde los buses pararon para saludar a la luchadora.Daniel Vite / Expreso

Otro de los pilares en el diploma de la luchadora fue Luisa Valverde, la también luchadora ecuatoriana que se clasificó y obtuvo la misma distinción en Tokio. Entre ambas se llevan 10 años de diferencia, y han entrenado juntas casi desde sus inicios.

“Con Luisa la unión es especial, es una gran amiga y ejemplo. Cuando ella entrenaba iba a sacarme de saltar la soga porque me quedaba jugando para cumplir con la práctica del día”, precisa.

Aunque aún camina con muletas por la lesión en el muslo que le hizo abandonar los cuartos de final en Tokio, Luisa no se arrepiente de nada. “Fue una decisión muy dura, tenía la intención de avanzar, pero podía tener una lesión más grave que podría haber terminado con mi carrera como luchadora. Pensé en mi futuro, mi mente está puesta en París 2024”, expone con seguridad.

Hoy, La Tigra solo piensa en recuperarse para retomar los entrenamientos, ya que está segura que en las próximos Juegos Olímpicos traerá el oro para Ecuador. Reconoce que el diploma la hace sentir una campeona, parte de esa inspiración se la debe al ciclista Richard Carapaz, quien al verlo en el podio la hizo llorar de emoción, remata.