Mamá Aucas
Sandra Arboleda lidera la cocina de la casa club de Aucas. Es ella una de las encargadas de preparar los alimentos y atender a los chicos en formación.Gustavo Guamán/Expreso

Mamá Aucas, 'las mujeres del Papá' que cuidan a chicos de las formativas

El equipo oriental tiene a un grupo de féminas que trabaja en la casa hogar, a quienes no solo les cocinan, sino aconsejan

Aunque parece muy seria, una sonrisa se le dibuja en el rostro a Sandra Arboleda cuando ve entrar a uno de sus consentidos. “Tía Sandrita”, le dice Édison Gruezo mientras abre los brazos e ingresa a la cocina de la casa club de Sociedad Deportiva Aucas, en la ciudad de Quito. La mujer se alegra, recibe el abrazo, y después saluda también al pequeño, cuyo nombre es Santiago Adoum. “Él, en cambio, es el favorito de Jéssica”, dice. Ambas ríen y comparten unos minutos más con los chicos.

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Arboleda lleva siete años trabajando como cocinera en el club. A diario, de sus manos y de las de sus compañeras, con quienes rotan turnos para estar los siete días de la semana, comen 52 chicos de entre 12 y 17 años, quienes viven en el hogar de las formativas del cuadro oriental, dentro del predio del estadio Gonzalo Pozo Ripalda, al sur de la capital.

Los chicos les dicen a todas ‘las tías’, y acuden a ellas en busca no solo de algún antojo, sino también de una buena charla y sus consejos.

Sandra y Alejandra Lema son las que más tiempo llevan y, a decir de Jéssica Matos, “son las más queridas”. Pero ella y Andreína Ordaz también han asumido el rol de cuidadoras de los chicos.

“Cuando ellos tienen algún bajón anímico o dificultad, ellos buscan a las tías. Hemos conocido chicos que vienen sobre todo de la Costa, quienes llegan con problemas y siempre buscan refugio en la cocina. Cada día nos comparten sus experiencias, anécdotas y también sus tristezas”, relata Sandra sin descuidar que se siga sirviendo el almuerzo, pues ni bien salen del comedor los jugadores, ya entran los empleados del club que también son sus comensales.

Psicólogas empíricas

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Edison Gruezo y Santiago Adoum, jugadores de las formativas, junto a Erika Matos en la cocina.Gustavo Guamán/Expreso

Sandra cuenta que la bodega de víveres junto a la cocina se ha vuelto una especie de consultorio psicológico. Muchas veces los chicos encuentran en ellas la confianza para contarles cosas que, en la mayoría de casos, no pueden hablar con nadie más, pues la distancia con sus padres complica la comunicación y otros, de hecho, han perdido a sus progenitores.

La responsabilidad que han asumido fuera de sus funciones es muy importante para el bienestar de los chicos. “Somos las primeras en darnos cuenta si algo anda mal, pues ya les conocemos el estado de ánimo. Cuando alguien está comiendo poco, ya sabemos que algo está pasando”, acota Arboleda mientras parece llenársele los ojos de lágrimas.

Son heroínas sin capa

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Desde la Sub-12 a la Sub-18, en la casa club los chicos reciben clases hasta completar la secundaria.Gustavo Guamán/Expreso

Y es que el impacto de estas mujeres en la vida de los adolescentes ha sido bien gestionado por parte del club, que de hecho lleva adelante un programa riguroso en cuanto a su cuidado. Para ello, hace dos años se realizaron varios cambios de la mano del español Sergio Vallecillo, quien fue gerente deportivo. Entre sus primeras observaciones, el extranjero valoró el rol de las ‘tías’ y determinó que, aunque debía haber algunos cambios en la dieta de los chicos, ellas tenían que quedarse.

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Para Noam Dorfzaum, psicopedagogo de la casa club, el trabajo de estas mujeres es fundamental. “Juegan un papel crucial, al dar ese apoyo materno a los chicos y brindar otro tipo de consejos”. Desde su área procura funcionar en equipo con las mujeres para reaccionar ante los problemas que puedan identificar las ‘tías’ y favorecer una intervención que resulte más cercana para los futbolistas.

“Al final, en la psicología los chicos deben querer recibirlo y a veces, por la edad, ni siquiera entienden muy bien de qué se trata, o le tienen algún estigma. Por eso, la idea es formar un equipo con todos aquí para que ellos estén bien”, explica el profesional.

Desde el club, además, no descuida el contacto permanente con las familias, para que más allá de las figuras maternas que han encontrado en este hogar, no rompan sus vínculos parentales. De ahí que las ‘tías’ son las primeras en motivarlos para que vayan de visita a sus casas en cuanto el calendario de partidos se lo permita, o si no, al menos llamen seguido.

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La misma Sandra, en años anteriores, cuando ha estado con ellos en el Día de la Madre, se ha puesto como objetivo de que todos llamen a felicitar a sus progenitoras. “Hay chicos que van a verlas, llevando una rosa o algo. Y los que no, vienen aquí directamente a desearnos feliz día a nosotras, ahí les preguntamos si ya llamaron a sus madres”, dice con la voz entrecortada.

Lágrimas por amor

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Noam Dorfzaum, psicópedagogo, y Gabriela Reynoso, del colegio John Osteen, en un concurso de poemas con los chicos.Gustavo Guamán/Expreso

Una de las cosas más difíciles que se vive en la casa club son las despedidas. Por cambio de equipo, situaciones familiares o incluso por indisciplina, hay jóvenes que deben irse. “Muchas veces hemos llorado, porque nos hemos encariñado tanto con chicos que cuando abandonan la casa y terminamos extrañándolos demasiado”, cuenta Sandra.

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En otros casos, las despedidas son porque los muchachos han cumplido ya la mayoría de edad y no pueden quedarse. Y es que no todos llegan a ser futbolistas profesionales y, muchas veces, la incertidumbre sobre su futuro resulta difícil para ellos y las ‘tías’.

Por ello, la mujer se siente feliz cuando pasa el tiempo y llega a encontrarse en la calle con alguno de los jóvenes futbolistas con sueños de grandeza. Confiesa que su corazón se alegra de verlos bien y de que le sigan mostrando ese cariño. “Me saludan emocionados, me dicen aquí está mi tía Sandrita, de Aucas”.

En contraste a esas alegrías, hace un año y medio le tocó vivir la experiencia más dolorosa. Sandra recuerda con tristeza a un joven que salió de la casa para cambiar de equipo y después solo volvieron a tener noticias de él cuando falleció.

“Él salió, se fue a Delfín, y después ver en las noticias que lo habían asesinado fue algo muy duro, porque él hablaba mucho con nosotras... es algo que nos marcó bastante”, manifiesta. La mujer relata que tras esa dolorosa experiencia de hace año y medio, junto a sus compañeras no pueden evitar preguntarse si acaso teniéndolo cerca, si no se hubiera ido, algún consejo en la cocina podría haberlo alejado del peligro.

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