Naomi Osaka, de regreso al paraíso
La campeona del US Open 2020 levantó su tercer trofeo de Grand Slam abanderando la lucha contra el racismo y la diversidad étnica
Nueva York, el mismo escenario en el que eclosionó y se presentó al mundo hace dos años, en aquella noche en la que Serena Williams le arrebató furtiva e injustamente el protagonismo, devolvió la gloria a Naomi Osaka.
La japonesa, de 22 años, volteó una final que había comenzado tremendamente cuesta arriba para ella, con Victoria Azarenka lanzada y directa por el título, hasta que se adueñó de la pista y rubricó la victoria (1-6, 6-3 y 6-3, en 1h 53m) que le devolvió el título del US Open, el tercer grande que figura en su palmarés. Después de un periodo confundida y dando bandazos, Osaka, tres triunfos en otras tres grandes finales, vuelve a coger el bastón de mando.
Como un grito a la diversidad y la lucha contra la injusticia racial y la violencia policial, celebró Japón el triunfo de Osaka. Incluso la cadena pública de televisión NHK interrumpió sus programas para anunciar el segundo triunfo en el US Open de Naomi, tras el logrado en 2018.
La tenista, que también había ganado la edición de 2019 del Open de Australia, “logró la hazaña de conseguir un tercer título en individuales en un Grand Slam, lo que constituye un récord para un tenista o una tenista asiáticos”, escribió el diario deportivo Nikkan saludando además el compromiso antirracista de la joven con el movimiento Black Lives Matter, dentro y fuera de las pistas.
Y es que la jugadora entró en la pista el sábado llevando una mascarilla negra en la que estaba escrito el nombre de Tamir Rice, un afroamericano de 12 años al que mató un oficial blanco de policía en Cleveland, en 2014.
Fue la última de una serie de siete mascarillas, una por partido desde la primera ronda hasta la final, donde iban apareciendo nombres de víctimas de violencia policial en Estados Unidos.
“Quiero dejarlo claro una vez más para aquellas personas que todavía no lo entienden. Esto es ‘etnicidad’ y… ¿qué es esto? Lean: ¡es ‘nacionalidad’! Es diferente a etnicidad…”, dijo hace poco menos de un año la jugadora cansada de la atmósfera racista que respira en Internet y contra la que, en realidad, ha tenido que luchar a lo largo de toda su vida.
En sus cuentas de redes sociales luce las banderas de Haití, Japón y Estados Unidos. Y la correspondencia está en su padre, su madre y el país en el que la deportista, noticia estos días porque jamás ninguna atleta había facturado tanto dinero (40,3 millones de dólares) en un solo año, creció y se formó hasta convertirse en una de las referencias actuales de la raqueta.
Ni Maria Sharapova ni Serena Williams, alcanzaron esas cifras el último año. Pero, ¿por qué? Sencillo: en palabras de los expertos, Osaka es un producto prácticamente perfecto. La tenista concentra juventud, frescura e imagen. Su origen multiétnico abarca como pocos los diferentes mercados, con el asiático y el anglosajón a la cabeza, y le transforma en un soporte ideal para el entorno publicitario. Así se explica que su rostro acompañe a compañías de automóviles, cosméticos, aerolíneas, fideos, ropa deportiva… y varias parcelas más, hasta 15 firmas en total.
EL DETALLE
Hoy inicia el Masters 1000 de Roma con el regreso de Nadal tras 6 meses sin competencia. Osaka no irá, se alista para Roland Garros.