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Pateando Tachos | Clásico, cuando los violentos empujaron a su equipo al abismo
Opinión: La Explosión Azul de Emelec terminó en un escándalo que le duele al fútbol ecuatoriano
Partido de mucha bravura y poca finura. Emelec tuvo muchos gregarios regados en el campo. González de central, incómodo por izquierda; Garcés y Meli, poca salida por el pasillo interior; Manchita Corozo y Solís, no doblaban marcas con Romario y Jackson. Y es que Barcelona SC era un equipo corto en la media con correcta circulación de balón. Trató de no repetir pases en la misma zona de juego.
Valiente ganó por derecha y respaldó a Carabalí. Emelec jugaba por las bandas, pero se complicaba en la gestación interior. Jaime Ayoví quedaba como un lobo solitario, Vallecilla y Rangel bajaban centros y el ritmo adversario. La concentración extrema no sabe lo que es el esfuerzo.
Cortez abrió para Valiente que ejecutó un centro pasado, Rivero pateó sobre la marca de Quiñónez, Carabalí tomó el rebote y gatilló sin puntería. Emelec respondió: Solís ganó a Pineida, llegó al fondo de la cancha y Contreras se anticipó. Dixon cortó los sesgos ofensivos de Manchita. Libre de Corozo y Contreras, resolvió al córner. Garcés recuperó y activó a Jackson con pases tensos. Valiente aprovechó errores de los centrales azules y Jostin Mina aguantó y achicó. La táctica canaria entendida como control del riesgo.
En un lanzamiento de costado Carabalí bajó el balón, Jackson la revoleó, Souza estuvo en la segunda jugada y Mina resistió. Yoya Ayoví no tuvo una pelota cómoda.
Emelec no podía juntar sus líneas para respaldar al nueve. La mejor tejida de los azules fue con Jackson, Ruiz, Corozo y Meli sin final. El equipo trataba de llevar a la iniciativa hasta los 70 metros. Fueron quince minutos de atrevimiento ofensivo azul. Barcelona, en cambio, cuando presionó complicó con Cortez, Solano, Valiente y Rivero.
Emelec, sin claridad en ataque, tiraba con Solís balones blandos que terminaban en las manos del arquero. Souza no tuvo en Dixon una segunda presión, pues no salió de su espiral de rutina. El brasileño estuvo motivado, de ahí que el primer pase fue un guante. Compitió sin frenos, sin fatiga mental.
Carabalí terminaba cerca del nueve. Valiente, el mejor socio de Octavio y el peor para los rivales.
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Ya en el segundo acto, Barcelona salió con más ambición. La línea de vida de Emelec declinó. Dixon buscó a Cortez que metió un balón filoso, en tanto que Jostin Mina era el último refugio para que no vaya a la red. Fue ahí cuando Vargas levantó un centro, y Octavio, de frentazo espléndido, le cambió la dirección al proyectil. Antes de entrar tocó el palo: 1–0.
Hay partidos que se explican con un solo gol cuando el autor es Rivero. Ejecución inalcanzable. Se buscarán culpables, antes que las causas. Justo ahí, cuando se quiso que la fiesta continúe, una bengala cayó cerca del portero Contreras. No hubo garantías para continuar el partido que terminó en una bronca bíblica. Los violentos empujaron a su equipo al abismo.
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