
Regata Guayaquil-Posorja: Sacrificios que hicieron los remeros para este 18 de abril
La prueba tendrá su edición 86 la madrugada de este Viernes Santo con remeros que suman más sacrificios que millas
A las 03:00, mientras la ciudad aún duerme, Miguel Arana ya está en pie. Con 48 años, el remero integrante de la yola de Cocodrilo Remo Club, empieza su día regularmente pedaleando desde su casa hasta las orillas del río Guayas, con el fin de llegar a los entrenamientos con el resto de sus compañeros.
La convicción férrea de mantener viva la tradicional regata a remo más larga del mundo, la Guayaquil-Posorja, prevista para zarpar la madrugada de este viernes 18 de abril, a las 02:30, lo vale, dice.
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Arana, como muchos otros integrantes de las 13 yolas que este año competirán, cumplieron con una rutina exigente no solo física, sino también mental. Por ejemplo: en su caso, de 04:00 a 06:00 remaba, luego se cambia rápidamente y cumplía su jornada laboral como vendedor en una distribuidora, hasta las 19:00. A esa hora, mientras otros descansaban, él se alistaba para una segunda sesión de entrenamientos. Solo después de eso, cerca de las 22:00, llegaba a casa para atender su rol de esposo y padre. La jornada terminaba cerca de las 23:30. Así, 6 días por semana. Descansaba solo los lunes.
Como él, cientos de competidores, desde enero -y algunos desde febrero-, se han entregado por completo a la preparación de la prueba.
Entre los inscritos hay de todo un poco: choferes, mecánicos, soldados, ingenieros, trabajadores de limpieza y más, todos unidos por el remo, donde no hay jerarquías ni privilegios, solo pasión.
Y es que a lo largo de 85 años (este año se corre la edición # 86), el reto no ha sido menor. La regata comprende 49 millas náuticas -alrededor de 90 kilómetros- que deben completarse en más de seis horas continuas de esfuerzo físico y mental. Eso no quita relevancia a todo el esfuerzo extra que los deportistas deben hacer para llegar ahí y que no se ve.
Reman por amor
En medio de limitaciones, los propios remeros se las han ingeniado para cubrir los gastos de su participación. Desde la compra de bebidas hidratantes hasta el alquiler de lanchas de apoyo, todo suele correr por cuenta de los equipos. Algunos incluso alguna vez organizaron ferias gastronómicas para recaudar fondos, mientras que otros optaron por rifas o ventas de garaje.
“Hicimos la primera venta de comida en 2019, pero con lo que ocurrió en 2020 (la pandemia) se volvió urgente”, cuenta como anécdota Christian Franco, quien este año competirá en la yola de Astillero-Yahuarcocha.
Para este año los organizadores prometieron premios en efectivo para los primeros lugares y un reconocimiento simbólico para el resto de yolas, algo que no se daba antes. Así como una competencia de fuerabordismo alterna para incentivar aún más el deporte marítimo.
Mientras eso suceda, la regata Guayaquil-Posorja seguirá siendo no solo una carrera: sino es un símbolo de tenacidad e identidad. El que haya remeros dispuestos a sacrificarlo todo por ella, la tradición seguirá desafiando el tiempo y la marea.
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