Yobanis Hildalgo, el alma del béisbol cubano
Bicitaxista y sin cobrar ni un centavo, el aficionado se ha convertido en el animador oficial del torneo. Sin él no hay juego
Con su gorra azul y un silbato colgando del cuello, Yobanis Hidalgo hace notar su presencia en todos los pasillos y butacas del histórico Estadio Latinoamericano de La Habana, en Cuba. Y es que lo saludan desde el policía, hasta los propios beisbolistas que lo miran desde el dugout (banquillo).
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Leer másHidalgo, de 50 años e irónicamente nacido en la provincia de Santiago de Cuba, cuya ciudad capital es casa del eterno rival del equipo local, los Industriales, es el principal animador en los partidos de la ‘pelota chica’ en la capital insular, desde hace ya casi 20 años.
Trabaja como bicitaxista y no cobra ni un céntimo por sus apariciones en las gradas habaneras. Incluso se le va la vida en transportes para llegar al diamante desde el municipio capitalino de Boyeros, a unos 13 km de la cancha.
Su amor por el arte de avivar a las masas, según cuenta en una entrevista, le nació desde los cinco años. Y no fue en un parque de pelota, como se le conoce popularmente a los estadios de béisbol, sino durante un combate de boxeo en el habanero Coliseo de Ciudad Deportiva.
En ese lugar vio al personaje que definiría su vida como animador en eventos deportivos: Armando Luis Torres, mejor conocido como ‘Armandito Tintorero’, una leyenda entre los aficionados al deporte en Cuba.
“(Fue) la primera impresión que tuve cuando entré al Coliseo (...) mi padre me preguntó que cuando fuera grande qué quería ser y le dije: ‘Yo quisiera ser como el viejito que está ahí gritando’”, recuerda.
Años más tarde, y en ese mismo lugar, Tintorero, quien falleció en 2004, le pasó el testigo por primera vez.
Un día el histórico animador, inmortalizado con una estatua que se sienta en una de las butacas del Latinoamericano, tuvo que salir del Coliseo durante un partido entre Cuba y la URSS (Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas), en el que los caribeños se encontraban abajo del marcador y le dejó su silbato a Hidalgo para que organizara a la fanaticada durante su ausencia. El resto es historia.
“Ya después, en el quinto set, apareció otra vez Tintorero. Fui a devolverle el silbato y me dijo: ‘No, no, no... Esto es tuyo. ¡Dale!”, rememora ahora Yobanis con orgullo.
Ya el béisbol fue una pasión que vino después. Y casi de la mano con la obligación de llenar el vacío que dejó su mentor en el Latinomericano a inicios de siglo, cuando su salud se vino abajo; en especial tras su muerte a los 64 años.
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Leer másAhora es prácticamente imposible no encontrarlo en los juegos de local del equipo de Industriales, la novena más popular y ganadora en Cuba y que el lunes pasado por la noche calificó por primera vez en 11 años a las semifinales del torneo local, tras vencer en un séptimo juego 5-4 a Sancti Spíritus.
Los fanáticos habaneros ya hasta le han dado su propio apodo a Hidalgo: ‘Huevo’ o ‘El huevo azul’, sobrenombre que aceptó con cariño: “Fue la grada la que me bautizó, (y) yo lo agradezco”, admite.
Su modus operandi es de todos conocido. Su actuación es como un termómetro del ánimo de los aficionados que, en el momento preciso, se expresa con él encima del dugout y moviendo los brazos de lado a lado con el sonido de su silbato, como director de orquesta.
Así se lo pudo atestiguar cuando hizo vibrar a un ‘Latino’ casi lleno en la victoria de La Habana, en el quinto partido de la serie de cuartos de final. “¡Pónchalo, póóóónchalo!”, instruyó con voz alta a los cientos que se sentaban frente a él.
“Me gusta más cuando voy perdiendo... cuando estoy ganando no me gusta el juego. Me gusta cuando realmente se ve que no hay posibilidades” porque, según cuenta, ahí está el verdadero reto de saber animar a la gente.
Para el huevo azul esta temporada ha sido particularmente especial. Hace unas semanas, antes del inicio de los playoffs de la liga beisbolera, anunció su retiro para pasar más tiempo con su hija, de 15 años.
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Leer másAdemás de que se daría un descanso. El animador sufre de constantes dolores por una diabetes recién diagnosticada y problemas de hipertensión que lo tienen muy decaído.
Pese a todo lo que se pueda pensar, fue su propia hija la que le pidió que siguiera haciendo lo que ama, lo que la gente disfruta y por lo que encontró un motivo más para vivir .
Así también lo terminó por sentir Hidalgo. En medio del júbilo de un estadio repleto de aficionados, como en los viejos tiempos, el huevo mira a su alrededor, sonríe como nostálgico y concluye: “Esto es lo que me paga mi salario”.