Al menos 33 niños quemados en el fin de año por pirotecnia
Esa cifra suman solo los hospitales públicos. Hay afectaciones en el rostro y manos.
La celebración del pasado fin de año en la casa de Yandri Jonson, de ocho años, se frenó antes de la medianoche por un terrible incidente. El pequeño jugaba con su vecino, de 11, afuera de su vivienda, situada en la urbanización Caracol, en el kilómetro 12,5 de la vía a Daule. Ambos, felices, manipulaban una bengala para festejar, inocentemente, el término de 2019.
Durante la diversión, el objeto pirotécnico que Yandri tenía en sus manos dejó de expulsar luces de fuego de colores. Luego de darle varios movimientos bruscos, el niño decidió revisar lo que pasaba y acercó uno de sus ojos al tubo. En ese momento, una de las luces de fuego se disparó en su rostro.
“Ante sus gritos, salí, lo tomé y le lavé la cara, pero luego vi que su ojo estaba negro y corrí al hospital”, narra y se quiebra en llanto Piedad Castillo, abuela del menor, quien se culpa de haberlo perdido de vista por estar ocupada en la cocina, dándole los últimos toques a la cena.
“Los doctores me dijeron que tiene la córnea dañada y tal vez necesite un trasplante. Le harán un tratamiento largo y costoso; y con mi hijo, su padre, no tenemos dinero para pagarlo”, lamenta la mujer, quien cuida al menor desde que la madre de este falleció.
Yandri es uno de los 33 niños que sufrieron graves quemaduras en Guayaquil por el uso de fuegos artificiales entre el pasado mes de diciembre y el primer día de este mes, y que están hospitalizados en tres policlínicas de la ciudad: Hospital del Niño ‘Francisco Icaza Bustamante’, Roberto Gilbert de la Junta de Beneficencia y Hospital del IESS Los Ceibos.
La cantidad de quemados este año se aproxima a la del 2018, cuando se registraron 36, pese a que en 2019 la cifra fue menor.
En el Roberto Gilbert, donde fue ingresado Yandri el 1 de enero, hay cinco pequeños más, que llegaron también tras la celebración de fin de año. La última víctima por el uso de estos explosivos, llegó ayer, derivada de un hospital de Durán.
Se trata de Sofi, de 10 meses de edad. Su madre, Lissette Salgado, cuenta que el accidente ocurrió tan rápido, como “en un abrir y cerrar de ojos”.
En plena celebración de año nuevo, su esposo tenía a la niña en sus brazos y encendió, a la vez, un chispeador. Cuando el chispeador estaba por consumirse, la bebé lo tomó con su mano y, aunque el padre se lo quitó de inmediato, el resultado fueron varias quemaduras de tercer grado. Los doctores le harán una cirugía.
“Con mi esposo llorábamos. Él no ha dejado de pedirme perdón, pero ni siquiera puedo pensar en eso. Lo que creíamos que era algo tan simple como un chispeador nos ha dejado a todos una gran herida”, dice entre lágrimas.
“Es que ningún juego pirotécnico es inofensivo, todos tienen pólvora. Lo mejor es no usar ninguno, ni niños ni adultos”, enfatiza la doctora Ana Soria, médica coordinadora de la Unidad de Quemados del Roberto Gilbert.
La especialista indica que la mayoría de los pacientes han sufrido afectaciones en sus rostros, y les quedarán grandes cicatrices.
“Problemas auditivos y ceguera son otras secuelas”, agrega la doctora Sagia Cabello, jefa del servicio de Cirugía Plástica del Hospital Los Ceibos, donde fueron atendidos seis pacientes con quemaduras el fin de año: cinco niños y un adulto de 39 años. Este último sufrió quemaduras en su cara y en un brazo al encender un monigote con gasolina.
Según las médicos, el tratamiento para la recuperación de los pacientes pasa del año. Luego vienen las terapias físicas y ocupacionales, incluso psicológicas.
Al Hospital del Niño ‘Dr. Francisco Icaza Bustamante’, desde el 31 de diciembre hasta el 1 de enero ingresaron con quemaduras 21 infantes. De esta cantidad, cinco permanecen hospitalizados.
En ese centro hospitalario, la mayoría de menores de edad sufrieron afectaciones en las manos y rostro. El caso más grave fue el de un menor de 13 años, a quien se le incrustaron pedazos de vidrios en la mano luego de introducir una camareta en una botella de dicho material.
“Aunque no hemos tenido que hacer amputaciones como en años anteriores, nos preocupa que para la quema de monigotes que se hace en el Día de Reyes, la cifra de víctimas aumente. El uso de los fuegos artificiales solo debe hacerlo personal preparado para aquello”, insiste la doctora Soria.
Hay 59 casos en la Zona 8
En la Zona 8, que comprende Guayaquil, Durán y Samborondón, entre el 31 de diciembre pasado y el 1 de enero de este 2020, hubo 59 personas con quemaduras graves por uso de juegos pirotécnicos, según un comunicado enviado a EXPRESO por el Ministerio de Salud.
En enero de 2019, el hospital infantil Roberto Gilbert, de la Junta de Beneficencia, atendió a tres niños con quemaduras. Hasta ayer ese mismo hospital recibió cinco casos, es decir dos más que el año pasado.
La doctora Ana Soria lamenta que este año se haya dado un incremento, a pesar de las diferentes campañas de las instituciones para evitar el uso de explosivos.
En 2019 ese hospital atendió a ocho pacientes con quemaduras por explosivos de pirotecnia. En 2018 se registraron 18 casos.