A los 70 años quiere ser bachiller
Rosa Sotamba es parte del programa Escolaridad Inconclusa. Se graduará en marzo de 2022. La virtualidad no ha sido un obstáculo para lograr su meta
Rosa Mercedes Sotamba Zhindón tiene 70 años y es de las personas que piensan que para estudiar no hay límite de edad.
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Leer másEn octubre de 2020 retomó las actividades escolares con miras a concluir el bachillerato, que es uno de los requisitos para seguir una carrera universitaria. Quiere estudiar Derecho y si la vida le sonríe desea ejercer la profesión para ayudar a la gente que requiera su servicio.
Cuenta que por falta de dinero solo pudo terminar la primaria. Luego siguió postergando sus estudios porque se casó a los 18 años y se dedicó a cuidar a sus nueve hijos. Ahora que es abuela y bisabuela quiere terminar lo que dejó pendiente.
Rosa forma parte del programa Escolaridad Inconclusa que oferta el Ministerio de Educación para las personas de 15 años en adelante que desean culminar sus estudios.
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Leer másA través de esta modalidad, ella terminará el bachillerato en marzo de 2022, luego de un año y medio de un proceso intensivo de enseñanza y aprendizaje.
De su cabellera negra están saliendo raíces blancas que muestran los años vividos, pero que no son suficientes para abandonar sus sueños, manifiesta.
“Me siento contenta porque estoy haciendo algo que había postergado por muchos años. Quiero graduarme en el colegio y luego deseo seguir la universidad”, reitera la adulta mayor, para quien las clases virtuales implementadas hace más de un año, por la pandemia de COVID-19, no han sido un obstáculo para cumplir su propósito.
Ha convertido la sala de su humilde vivienda, ubicada en el cantón Durán, provincia de Guayas, en un aula escolar.
Sobre la mesa de comedor tiene la laptop en la que recibe las clases que el profesor imparte de lunes a viernes, a través de la plataforma Zoom. También hay una serie de hojas en las que desarrolla las tareas de Lengua y Matemática que los maestros le envían por WhatsApp.
Presume de que domina perfectamente el teléfono celular, pero reconoce que prefiere encender la computadora porque la pantalla de esta es más grande y evita que se le cansen los ojos y sufrir de dolor de cabeza, por las largas jornadas de estudios.
Pide ayuda a sus nietos cuando tiene problemas para manejar los dispositivos electrónicos. En cambio, cuando no entiende alguna clase que se transmite de manera sincrónica (en tiempo real) o asincrónica (grabada), busca la asesoría personal del tutor, quien acude a su casa para brindarle el apoyo requerido.
“Se trata de una mujer responsable, con mucha fortaleza. Es un ejemplo a seguir”, comenta Jorge Mite, de 56 años, el tutor de Rosa y de otros 54 estudiantes más que tiene a su cargo. Todos son mayores que él.
Mite asiste a las casas de sus alumnos solamente en ocasiones especiales: cuando no envían las tareas a tiempo o cuando se les complica alguna materia.
Rosa es ama de casa y también atiende un pequeño negocio familiar. Por eso siempre se desocupa de los quehaceres domésticos antes de las 18:00, cuando debe conectarse a las clases online, que se extienden hasta las 22:00. “No es una tarea fácil, pero la he asumido con mucha responsabilidad porque quiero ser motivo de orgullo para mis hijos que son profesionales, para mis 15 nietos que están en el colegio y universidad, y para mi bisnieto al que espero seguir viendo crecer”, reflexiona. A este anhelo se suma su esposo, con quien lleva 52 años de casada.
A la adulta mayor le gustan todas las asignaturas, a excepción de Inglés. “El idioma extranjero es muy complicado, pero el profesor tiene paciencia para enseñarlo, por eso no puedo quejarme”, admite y revela que domina bien las matemáticas.
El objetivo de Rosa es ingresar al sistema de educación superior, pero sabe que obtener un cupo no es algo sencillo. Por eso tiene un plan B.
“Si no obtengo una plaza para ingresar a la universidad, pienso buscar un empleo. Antes no lo hice porque no tenía estudios que avalen mi pretensión, pero con mi título de bachiller espero que las cosas cambien”, señala la mujer, quien entre ratos se entristece al darse cuenta de que el tiempo ha pasado y que si para un joven es difícil ingresar al campo laboral, mucho más para alguien de 70 años de edad.
El programa Escolaridad Inconclusa existe desde 2010 y ha graduado a más de 30.000 bachilleres.
De este programa también ha formado parte María Espín, de 42 años, quien terminó el bachillerato en marzo pasado, luego de dos décadas de haberlo dejado. Actualmente está estudiando la carrera de Trabajo Social en la Universidad Estatal de Milagro (Unemi) y lo hace en línea, hasta que el centro educativo regrese a la presencialidad.
“Me parece la mejor oportunidad que se ha podido presentar para quienes no pudimos concluir nuestros estudios”, expresa la madre de tres hijos, quien se siente orgullosa de estar cumpliendo su sueño.
Más de 99.000 alumnos, en clases
A nivel nacional, desde septiembre de 2017 hasta septiembre de 2021, en la oferta de educación extraordinaria para jóvenes y adultos, se ha registrado la matrícula de alrededor de 394.000 jóvenes y adultos en los servicios de alfabetización, posalfabetización, básica superior y bachillerato intensivo, de los cuales en el presente año se encuentran en clases alrededor de 99.000 estudiantes.
Las actividades académicas de los alumnos de esta oferta educativa se desarrollaron de manera presencial hasta el mes de marzo de 2020.
Posteriormente, considerando la situación de la emergencia sanitaria en el país, han continuado sus estudios mediante el plan educativo ‘Aprendemos juntos en casa’, con el apoyo de medios tecnológicos y el acompañamiento de los docentes.
Los estudiantes reciben los textos correspondientes a la educación ordinaria, diseñados para las respectivas áreas del conocimiento.