El abrazo más esperado
Los integrantes del Hogar San José extrañan las visitas de sus familiares. Estas se han restringido por prevención. Ninguno se ha contagiado del virus
El coronavirus les arrebató lo que ellos consideran un regalo: las visitas. Debido a la aparición de una nueva cepa del virus y las nuevas medidas gubernamentales, los asilados del Hogar San José (norte de Guayaquil) no reciben el calor de algún familiar.
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Leer másDesde septiembre podían ver a sus seres queridos respetando un estricto protocolo, el cual ha sido efectivo: ninguno de los 100 adultos mayores que integran el sitio se ha contagiado.
Sin embargo, ya no llegan estudiantes de colegios, universidades, entre otros voluntarios. A unos no les afecta que no los vayan a ver, están acostumbrados; pero hay quienes esperan que las medidas sean más flexibles para así recibir a sus familiares. Aunque no faltan las llamadas.
Quienes sufren son los más cariñosos, a ellos les cuesta frenar sus apegos, abrazos y demás; pero el personal de la residencia se las ha ingeniado para estimularlos, manifiesta Karla Erazo, su terapeuta ocupacional.
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Leer másEllos están enterados de la pandemia y sus consecuencias mortales. “Les contamos lo que está haciendo el virus y el porqué de las restricciones en las visitas, para que no crean que los han abandonado. Eso se lo recordamos siempre, incluso a las personas que tienen alzhéimer y demencia senil”, afirma la psicóloga Liliana Guamán.
Desde hace 12 años, Lauro Rivera (86) es huésped de este sitio. Nació en la provincia del Azuay, pero habla como guayaco. Fue sastre y profesor.
“Era bello, venían colegios e instituciones a visitarnos. Nos traían regalos, bailábamos (hace movimientos, como si quisiera sacar a danzar a alguien), pero por la pandemia no viene nadie. En la capilla ya no estamos unidos, nos sentamos en los extremos de las bancas”, expresa y añade que pese a todo las fiestas de diciembre fueron buenas, aunque hace un tiempo que no tiene noticias de su familia, relata sin resentimientos. “Pensaba pasar las fiestas donde San Pedro, pero me quedé acá”, dice entre risas.
Señala que el año que pasó recibió un regalo, una exhortación que cambió su forma de ser. “Una terapeuta me hizo ver que era seco como un limón, me dio en el ego; desde entonces soy sociable y veo las cosas diferentes. Ahora sé que como es tu vida será tu muerte”. Palabras que a cualquiera ponen a reflexionar.
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Leer másAfirma que morirá cuando Dios quiera. De su ateísmo pasó a una gran fe, la que desarrolló en el asilo. “Aquí aprendí el padrenuestro. Le pido a la Sagrada Familia un milagro: que vengan las tres Marías, mis dos hijas y mi primera pareja”.
No solo descubrió su fe en este lugar, también se acrecentó, pues asegura que nadie s y lucidez. Y sí que lo oye, pues está bien parado.e ha contagiado del virus. El secreto: la oración. Le pide al Espíritu Santo que le dé fortaleza
Carmen Parra, guayaquileña de 86 años que vive también en el Hogar San José, pasa ‘prendida’ a su celular, pues a través de él se comunica con sus hijos, por medio de videollamadas y mensajes de texto. Ella vivió 18 años en Barcelona (España) y la extraña hasta más no poder. Pero… ¿qué está haciendo en Ecuador? Regresó para acompañar a un hijo, que vino a poner un emprendimiento y a casarse. “Soy su única familia aquí. Él quiso que yo viviera con ellos, pero el casado casa quiere. Yo decidí venir al asilo, pero todavía no me adapto y ya voy para un año”. En la Madre Patria, las fiestas de diciembre las celebraba a la ecuatoriana: preparaba relleno, pavo, hornado y hacía la cena, que compartía con otros compatriotas.
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Leer másReconoce que le tiene miedo a la COVID-19, pero está tranquila porque en el centro nadie se ha enfermado ni ha fallecido. Confirma que la han tratado bien en el hospicio, pero si pudiera pedir un deseo, este sería... regresar a Barcelona.
Para las fiestas que pasaron, los adultos mayores celebraron puertas adentro. No hubo visitas de familiares, pero disfrutaron con la elección de la Estrella de Belén, Princesita de Navidad, Señora Navidad y el Rey Feo. Fue la primera festividad que no compartieron con los suyos, pero el personal del sitio les preparó una sorpresa: grabaciones y proyecciones de saludos de amigos, familiares y voluntarios que han ido a servirlos, además de regalos y otros detalles.
Como son hábiles con las manualidades, los asilados hicieron de añoviejo al coronavirus y lo quemarán con ganas, pues dice que él evitó las visitas.