Sí es posible mitigar el mal olor del estero Salado: Así lo están haciendo
La Universidad Ecotec implementó un proyecto de biorremediación que reduce la pestilencia de los ramales locales
Tan propio de Guayaquil es el estero Salado como su mal olor, más aún cuando la marea está baja. Se percibe en el Suburbio, además de Urdesa, Kennedy y el centro: el mal aroma es cada año más fuerte, reportan los ciudadanos, pero sin duda quienes más lo sufren son los que tienen un hogar que colinda con el manglar.
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Un perfecto ejemplo es la ciudadela Bosques del Salado, norte de Guayaquil. La tranquilidad de vivir en una residencia con garita se vuelve una experiencia ‘rancia’ a ciertas horas del día: ‘‘A pesar que es una zona muy bonita, el tema del estero complica a los de olfato sensible. Se ven a veces residuos que llegan hasta esta parte del estero. Da pena porque sí se puede recuperar, como ve aquí sí se divisan varias especies de animales’’, cuenta Juan Montenegro, líder de la comunidad de la ciudadela.
A pesar que, al conversar con EXPRESO, el hedor del parque de la ciudadela (junto al estero) era agudo, para Montenegro ‘‘estaba suave’’ en comparación a otras ocasiones. ‘‘Acá sí viene a limpiar la empresa Visolit (contratista municipal para la recolección de desechos en el Salado), pero no basta con eso. Se debe identificar las fuentes de contaminación. Aquí cerca hay muchas empresas’’, acotó Montenegro.
Los desechos que se recogen a diario
Gran parte del problema de los olores en el estero se debe a la contaminación del mismo. De por sí, el estero tiene altas concentraciones de azufre, pero al juntarse con los químicos de ‘basura’, se magnifica el hedor. Según Visolit, se recogen, transportan y trituran diariamente un promedio de 36 toneladas de desechos sólidos del Salado; de estos el 22% es de zonas del norte: desde el Batallón del Suburbio hasta la Francisco de Orellana, por un ramal, y la vía Daule por el otro ramal. El 78% que compone la mayoría son desechos de la zona sur: Puerto Liza, El Muerto, Palanqueados, Mogollón, Las Ranas.
Ricardo Seminario, gerente general de Visolit, explica que entre los desechos predominantes se encuentran plásticos, madera, llantas, muebles, camas, tarrinas; materiales que se consideran muy difíciles de reciclar. ‘‘Sí vemos desechos de construcción regados en las riberas de los esteros, así como descargas de hogares que viven junto al estero’’, afirma.
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La Universidad Ecotec lleva alrededor de 20 años con una sede que limita con un ramal del estero Salado, en la av. Juan Tanca Marengo, al norte de la urbe. Su compromiso con el medio ambiente hoy se traduce en una iniciativa de biorremediación para el estero. El impacto positivo de este proyecto que lleva más de un año en ejecución se siente al visitar la universidad, con la ausencia de la pestilencia que en otros sectores es insoportable.
‘‘La cercanía residencial, lamentablemente, tiene un impacto muy fuerte. El problema son los contaminantes, que se fueron concentrando por muchos años. Nuestra iniciativa consiste en la conversión con microorganismos de compuestos de azufre y nitrogenados -propios del Salado- a nuevos compuestos inocuos e inodoros’’ explica Rafael Luque, científico español y catedrático de Ecotec. El resultado, según él, no solo se percibe con un aire limpio de lo maloliente, sino en las especies que han vuelto a habitar el Salado.
‘‘El cambio más sorprendente es la recuperación del ecosistema. Crece la vegetación, se ve biodiversidad: iguanas, boas, tortugas, pájaros, incluso un cocodrilo, que es un hito pues nunca había pasado que un reptil así navegue por estas aguas. Es un síntoma positivo’’, explica con emoción Luque.
Debido al éxito que está teniendo este proyecto pionero en Latinoamérica, Ecotec ha sostenido diferentes reuniones con autoridades ambientales para replicarlo más allá de la limitada zona de su sede. Así, con la biorremediación sería posible que en un futuro no solo se mitigue el mal olor del Salado, sino que recupere el ecosistema y sus especies en totalidad.
El científico europeo es un apasionado de la ecología y en los pocos años que lleva en el país, se ha quedado fascinado con la presencia del manglar en la ciudad. Por eso, dedica su vida a la cátedra de cultura ecológica y a la concientización necesaria para implementar acciones que cuiden el patrimonio local. ‘‘Al llegar a Guayaquil y conocer cómo estaba el estero me dio mucha pena. Pero les doy un ‘sí’ rotundo a que se puede recuperar. El mal olor -casi que- lo eliminamos en este ramal en solo seis meses. Somos muy optimistas de este procedimiento’’, explicó Luque con emoción.