
El anfiteatro Julián Coronel sigue en el olvido y cayéndose a pedazos
Este centenario edificio patrimonial de Guayaquil, hoy en ruinas, ha sido invadido por consumidores de droga
El anfiteatro anatómico Julián Coronel, edificio patrimonial de Guayaquil construido en 1919, yace hoy en completo estado de abandono. Lo que alguna vez fue un espacio de formación académica para cientos de estudiantes de medicina, se ha transformado en un sitio ruinoso, desprotegido y vulnerado por el paso del tiempo y la falta de atención institucional.
En un reciente recorrido por el lugar, fue evidente que el deterioro no se limita a lo estructural: entre escombros y maleza, el edificio ha sido ocupado por consumidores de droga que merodean o habitan dentro del inmueble. Las condiciones de inseguridad son notorias, y la sensación de peligro se intensifica al recorrer lo que queda de sus pasillos y aulas.
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“Nosotros lo hemos arreglado, nosotros lo limpiamos todos los días”, decía una joven que pernocta en el sitio, con signos de estar bajo la influencia de alguna sustancia psicotrópica.
Ella estaba acompañada por otra joven y un sujeto con el torso desnudo, quien hizo de “guía” del anfiteatro. En una de las aulas, dos individuos manipulaban fundas plásticas que contenían una sustancia blanquecina. El ambiente era denso, cargado de un olor penetrante y señales claras de consumo.
Ante la presencia de un equipo de este Diario, los dos sujetos tomaron dos rasuradoras y realizaron movimientos que podrían interpretarse como intimidantes. Enseguida, uno de ellos salió del edificio en ruinas hacia la parte baja del puente de la calle Julián Coronel.

Los vecinos de la zona lamentan el poco control municipal y policial al anfiteatro. “El año pasado hicieron algunos operativos, se llevaron armas, cuchillos, droga, incluso unas osamentas sacaron, retiraron a los drogadictos, pero ellos vuelven nomás”, explicó Juan Torres, morador del sector.
En el edificio, la mayoría de sus techos se han desplomado. Solo algunas paredes resisten, erosionadas por la humedad y el olvido. A pesar de que el edificio está catalogado como patrimonio cultural, no existen señales visibles de trabajos de conservación o de algún tipo de protección que impida el ingreso de personas o la apropiación indebida del espacio.
Parte de la placa conmemorativa, en una pared interna, desapareció. Las rejas externas también han sido retiradas. En varios tramos sobre la acera hay agua acumulada, lo que complica el paso de los peatones, sobre todos de aquellos que acuden al centro de salud tipo B junto al edificio.
“La zona siempre ha sido peligrosa, hay pillos que bajan del cerro (del Carmen). Otra gente se pone a fumar aquí abajo del puente, eso te provoca temor. Lo sabe la Policía, pero hacen pocas rondas”, dijo Mario Gallo, conductor que esperaba por pasajeros en los exteriores del centro médico.
Anfiteatro Julián Coronel, un espacio histórico de Guayaquil en ruinas
Para el investigador histórico Fernando Mancero, presidente de la fundación Bienvenido Guayaquil, es grave que en la ciudad no existan planes de las autoridades para la restauración de sitios patrimoniales.
“El anfiteatro nos debería recordar la historia de la educación y de la medicina en Guayaquil. Pero como siempre, la ciudad tiene esa costumbre de olvidar e incluso tratar de borrar la historia y eso es lo que está pasando con este edificio que encierra tantos recuerdos para tantas personas”, dijo Mancero.

El arquitecto Alfredo Román señaló que la rehabilitación de este espacio es una urgencia para la ciudad. Pero se lo debe integrar con actividades.
“Al lado tienes el Cementerio Patrimonial y el de los Extranjeros, que se podría recuperar para abrirlo a los turistas. El anfiteatro podría ser una biblioteca u otro espacio en beneficio de la comunidad, relacionado al arte y la cultura”, dijo.
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Recuperar este edificio no solo sería una acción simbólica para honrar la historia médica de la ciudad, sino una oportunidad para dotar al centro de Guayaquil de un espacio cultural o educativo. Las posibilidades de restauración existen, pero se requiere voluntad política y un compromiso real con la memoria urbana, coincidieron Román y Mancero.
Mientras tanto, el Julián Coronel sigue allí, silencioso y expuesto, con sus paredes como único testigo de un pasado ilustre y un presente que duele. La indiferencia amenaza con borrar definitivamente un capítulo fundamental de la historia académica de Guayaquil.
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