Guayaquil: La ansiedad crece al nivel de la inseguridad que se vive en la ciudad
Ciudadanos aseguran que salen con mucho miedo de casa para sus labores habituales o gestiones. Psicóloga revela que aumentan pacientes con paranoia
Intranquilidad y zozobra es lo que siente Lilibeth Suazo, de 27 años, al salir de su casa, en Álamos Norte, hacia su trabajo, en el centro de la ciudad. La profesional relata que ahora sale con lo necesario porque los últimos acontecimientos delictivos que han ocurrido en Guayaquil, como el asalto registrado el pasado lunes en el Malecón 2000, no le permiten ni dormir; y, solo se traslada en el carro de un amigo hacia sus diferentes destinos.
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Leer másDesde la psicología, la seguridad es una necesidad básica en el ser humano, y “la verbalización del miedo causa problemas en la mente, pero también en lo fisiológico de las personas”. Así lo manifiesta a Diario EXPRESO la especialista Deborah Adum, quien revela que en las últimas semanas ha atendido en su consultorio a más personas con ansiedad generalizada, ataques de pánico y paranoia. Todo, producto de la ola delincuencial que se vive en la ciudad.
Una ansiedad que se percibe en todos lados, como así lo constató este Diario al consultar, en diferentes sectores, lo que sienten los ciudadanos al salir de sus casas y cuáles son las medidas que toman para evitar ser víctimas de asaltos; o peor aún, del robo de sus vidas.
Trabajo en mi carro con desconfianza, pero me encomiendo a Dios porque sé que tiene el control. No cojo a cualquier pasajero y trabajo solo en sectores conocidos...
La mejor recomendación es no salir de casa en la noche porque a todos hoy en día nos da miedo que nos roben. Si comemos o tomamos que sea en casa, se puede disfrutar sin necesidad de salir.
Bianca Apolo, de 21 años, vive en Samanes. Al salir de su casa toma solo un pequeño bolso, donde guarda su celular, su cédula y unos diez dólares que le sirven para el transporte y la comida. Sale encomendándose a Dios y con el beso de su madre, quien queda con el pendiente de que llegue bien a su trabajo y regrese sin novedades negativas.
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Leer másIgual ocurre con Jared Romo, de 27 años, quien vive en el norte de la ciudad y trabaja como taxista informal con la aplicación de Uber. “Solo confío en Dios en regresar a casa porque tengo a mi esposa y mis hijas, me necesitan todo el tiempo”, comenta el hombre al detallar su forma de trabajar como medidas de prevención. No coge a cualquier pasajero e intenta trabajar solo en sectores conocidos y con clientes frecuentes. Así baja las tensiones que le produce ese nivel de inseguridad que percibe al recorrer las calles de la urbe, a pesar del despliegue militar y policial.
Esa situación lleva a Rafael Aulestia viajar “con los vidrios arriba y cerrada la puerta de su vehículo con seguro” en su camino de Durán a Guayaquil. Más, cuando le toca parar la marcha de su vehículo por un semáforo en rojo. Causa “terror pensar que nos pueden robar”.
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Leer másComo lo publicó en días anteriores Diario EXPRESO, los semáforos en rojo se convierten muchas veces en aliados de delincuentes que se hacen pasar por vendedores informales para arranchar a los conductores y transeúntes sus pertenencias. Vías principales como la avenida Quito y Machala, la Francisco de Orellana, 25 de Julio, De Las Américas, se han convertido en puntos fáciles de robo, como lo ha señalado también la Policía Nacional.
Entrar y salir de alguna entidad bancaria ha provocado también paranoia en los jóvenes. Demetrio Carrasco tiene 27 años, es comunicador social y ayuda a sus padres en un restaurante de comida típica de la ciudad. Cuenta que hace pocos días su progenitor salió a retirar dinero a un banco. Ya de regreso, en el trayecto le entregó la plata a su esposa y se dirigían a comprar algo para el negocio. A 200 metros del sitio, un joven lo interceptó y los asaltó. Le robaron su billetera y todos sus documentos. “Lo golpearon en la cabeza y tuvimos que llevarlo rápidamente a emergencia. Gracias a Dios pudo salir pronto”, narra Carrasco. Esa experiencia lo hace pensar mucho en hacer una gestión bancaria.
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Leer másAsimismo, Magdalena Espinoza sale con su esposo, dos o tres veces a la semana a centros comerciales para retirar o depositar dinero en entidades bancarias. Cuenta que los últimos asaltos al estilo ‘sacapintas’ la han puesto más a la defensiva, por lo que ahora tiene que hacer todo más rápido y con compañía. Pero su regreso a casa va cargado de mucho temor. “De por sí, sufro de los nervios. Mi esposo me acompaña siempre, porque él me cuida cuando hago todos los trámites. Antes lo hacía sola, pero ahora necesito alguien que me acompañe. Y cuando ya me subo al carro para regresar a mi domicilio voy viendo todos los retrovisores. Tengo miedo siempre”, relata.
Son historias similares a las que la doctora Adum escucha de sus pacientes, un cincuenta por ciento de ellos con manifestaciones de ansiedad generalizada.
Por la situación que vivimos en mi conjunto residencial en estos días pusieron una puerta eléctrica. Cuando voy en mi vehículo y me coge la roja es un suplicio esperar.
Sí salía regularmente unas tres veces por semana, pero ahora uno lo piensa dos veces porque da miedo las calles. Guayaquil es tierra de nadie, ni se ve seguridad en las calles...