Arropados por la angustia en el Hospital del Niño Dr. Francisco De Icaza Bustamante
EXPRESO fue testigo de cómo improvisan camas al pie del centro cada noche . Un equipo de EXPRESO pasó la madrugada con familiares de los pacientes
Lo único que abriga a Maritza del frío de la madrugada es un saco delgado color azul. Está sentada en la acera del Hospital del Niño Dr. Francisco De Icaza Bustamante, desde la medianoche del 29 de enero.
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Leer másAdentro, en emergencias, está Nicolás, su hijo de ocho años, quien es acompañado por el hermano de Maritza. - “No fui capaz de entrar”-, dice la mujer que trabaja en estética y viajó desde Vinces hasta Guayaquil en la noche.
Mientras habla, solo es capaz de mirar al suelo, pero no se percata de que cerca de ella hay tres cucarachas merodeando, que son perseguidas por un gato que intenta cazarlas.
De las casi 30 personas que están amaneciendo en el centro médico, solo cinco están despiertas a las 2:08. Todos, pese a que comparten tener a un ser querido en la sala de emergencias que tienen en frente, no se inmutan ni hablan.
Se limitan a hacerse una compañía distante y en silencio, mientras que el resto de personas, con cartones en mano, se han tirado sobre las aceras para dormir. Otros, un poco más previstos para la situación, trajeron una larga bolsa de basura, que amarraron a algunos postes y les hace de techo.
Más de uno, mientras están acostados en los cartones, ponen sus maletas como almohadas, para no dejarlas lejos y que algún ladrón haga de las suyas.
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Leer másLo último que les faltaría es que, además de tener un familiar enfermo y pasar la noche en la calle, les robaran.
Con el pasar de las horas bajas, empezó a caer una leve llovizna sobre las 3:00, que no hizo parar a Maritza de la acera. Seguramente ni se percató de las pocas gotas de lluvia que caían sobre su cabeza.
Lo único en que pensaba era en Nicolás, quien en la noche del 28 de enero no podía moverse del dolor y tiritaba por la fiebre. La madre se preocupó cuando notó que su abdomen estaba hinchado y no dudó en viajar desde su tierra hasta Guayaquil. Sobre el padre de Nicolás no dijo mucho. Solo se limitó a expresar que no podía viajar, sin más.
“Me preocupa porque Nicolás, a pesar de su corta edad, siempre está enfermo. También lo diagnosticaron con asma”, dice Maritza.
La estilista es madre de tres hijos y Nicolás fue el segundo en nacer. La única cosa que es capaz de sacarla de su ensimismamiento es una llamada de su hermano casi a las 3:30.
En esta, le asegura que su retoño está bien y que le están haciendo exámenes para proceder a la cirugía.
A medida que el tiempo va pasando y la noche llega a su punto más oscuro, anunciando el alba, son pocas las familias que se mantienen despiertas.
Por parte de los guardias de seguridad, la instrucción es clara: solo un familiar puede ingresar si es autorizado por el médico. Del resto, todas las personas deben mantenerse afuera o regresar a sus casas.
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Leer másSolo en este punto, un vendedor ambulante llega y saca un termo de color rojo y blanco y ofrece café. Nadie se acerca, algunos por falta de dinero y otros por ausencia de ánimo.
Durante esa madrugada, fue la única persona que llegó a emergencias posterior a la 1:00.
La esperanza de todos los presentes, excepto del vendedor, radica en que, antes de las 6:00, exista una respuesta de lo que ha pasado con sus familiares, pero eso está lejos de pasar.
Lo único que sucede a esa hora es el aviso de cambio de guardia. La espera se extiende y a medida que la luz llega, unos cuantos se levantan, adoloridos en la espalda y se estiran. Están a la expectativa de una respuesta que, por lo pronto, no llegará.
Cada noche es la misma historia. Lo que cambia son los actores y enfermos.