El arte de curar la música, vivo ante cualquier pronóstico
Ni la dolarización, ni el costo de los materiales, ni la pandemia lograron frenar el oficio de lutier Ellos piden a las autoridades que hagan valorar más su trabajo
Los músicos son quienes traen melodías al mundo, pero sin sus instrumentos sus opciones para entonar son limitadas ¿Pero quién está detrás de la creación de las guitarras o de cualquier otro instrumento de cuerdas? Los lutieres. No cualquier artesano que trabaje con madera o empresa que fabrique en masa una guitarra o violín...
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Leer másEste es un negocio que existe en Guayaquil, pero que a raíz de la dolarización y la masificación de productos estuvo en riesgo de morir, pero ha pasado el tiempo y sigue ahí. Más fuerte y siendo parte de la identidad de la ciudad. Así lo explica David Jiménez, investigador de la fabricación de guitarras y docente del Conservatorio Antonio Neumane, en el Puerto Principal.
“Es increíble, pero este oficio ha logrado sustituir la cantidad por la calidad... Quedó de lado, en la mayoría de los casos, el hecho de trabajar solo para el público, y su principal fuente de ingresos fueron y siguen siendo los músicos conocedores y quienes buscan el instrumento que mejor sonido les provea”, señala Jiménez, quien sostiene que en Guayaquil esa idea de devolver la vida a los instrumentos está en auge.
Daniela Ascencio toca la trompeta y está aprendiendo a tocar el violín. Quiere dedicarse a ello y por eso, asegura, los equipos que ha comprado son los buenos. Los profesionales.
El arte también salva vidas
Leer más“En un inicio, mis padres quisieron adquirir un instrumento a bajo costo porque creían que era un pasatiempo y ya. Al ver que hablaba en serio, que quiero profesionalizarme, mi papá me apoyó. Mandó a pulir todos los rayones de mi trompeta, que por cierto fue de mi abuelo; y el violín lo mandó a hacer, con las mejores cuerdas y una linda madera. Quiero ser una lutier avezada. Dar recitales, estar en orquestas y representar al país en el extranjero”, manifiesta.
Desde que centré mi trabajo solo a calidad, mis obras han mejorado y me siento realiza.
Tarquino Ramírez, quien lleva 30 años en el negocio, relata que si bien su negocio tambaleó por la dolarización, el costo de los materiales extranjeros que subieron a causa de los aranceles y la misma pandemia, jamás barajó la idea de alejarse del oficio.
“Por la crisis sanitaria tuve que hasta cerrar mi local, sin embargo me dediqué a hacer trabajos a domicilio. Entregaba o retiraba instrumentos para darles mantenimiento y con eso logré vivir tranquilo. En Guayaquil hay un público que tiene al arte como una prioridad y cada vez es más visible eso, y me alegro. Como sociedad es bueno”, piensa Ramírez, que como el resto fabrica de 20 a 30 instrumentos (de cada tipo) por año.
Aunque no manejan cifras oficiales, todos concuerdan en que esa es la media. “En cuanto a mantenimiento, no llevo una estadística porque esto sí que está en auge. Nadie quiere desechar un instrumento”, afirma.
Aunque Daniel y Wilfrido Barona, padre e hijo, han convertido su taller en una especie de quirófano en el que arman y desarman, desechan y colocan nuevas piezas a los instrumentos, en pandemia debieron compartir su oficio con el de ser choferes para sobrevivir. Pero pese a los días duros, jamás pensaron en dejar de lado su vínculo con la música.
“Estuvimos apretados, pero vimos la forma de seguir. No nos equivocamos, aquí estamos”, dicen los integrantes de la familia Barona.
Estos artesanos apuntan a creación de obras de calidad, para aquellos músicos que los buscan, y no la fabricación en masa de las mismas, para competir con marcas grandes.
No hay espacio para la música en Guayaquil
Leer másA diferencia de ellos, Jaime Torres tuvo la suerte de que durante los dos últimos años su oficio creció.
“Los músicos tenían más tiempo de práctica en sus hogares, por lo que siempre querían que se haga mantenimiento de sus herramientas. Y bueno, yo estaba ahí para suplir esa demanda, que creció con el público de las orquestas, los conservatorios y las bandas de mariachis. Sigo en ello. La pandemia no nos frenó. Sí lo hicieron otros factores antes, pero mire, aquí estamos. En Guayaquil mantenemos vivo este arte”.
Sin embargo, pese a que los lutieres se niegan a dejar su oficio, hay quienes como Bolívar Naranjo consideran que las nuevas generaciones no están muy interesadas en seguir con la tradición. Por eso se dirigen a las autoridades para que, de alguna manera, hagan énfasis en el valor que tiene curar la música y formar a los jóvenes para que se dediquen a ello.
La pandemia fue un golpe duro a los artesanos, pero dejaría que ahí muera mi pasión.
El desafío de hacer y vivir de la música en Guayaquil
Leer más“Muchos buscan migrar o se quedan aquí, pero para buscar carreras más ‘seguras’. No conocen cuán hermosa es esta profesión y eso falta, promover más la labor artesanal y mostrar el valor de nuestro trabajo, que puede estar presente en las escuelas, en los festivales, en los coros de cada entidad de la ciudad. Hay que mirar más al oficio”, exhorta Naranjo.
Hoy, la seguridad también ha trastocado el oficio. Todos cierran sus talleres más temprano y hacen una labor en silencio, para evitar ser las siguientes víctimas de los extorsionadores. “Estamos siendo precavidos. Hasta ahora lo hemos enfrentado todo. No queremos que las ya conocidas ‘vacunas’ sean las causantes, las únicas causantes, de que este oficio peligre y muera. Hasta ahora, nadie ha podido batallar contra nosotros”, sentencia Naranjo.