El verdadero arte urbano incluye a la comunidad
La Bienal de Arte Urbano Haciendo Calle transforma Nuevo Ceibos con arte. La intervención en ese sector es integral
Es arte urbano mucho más que adornos. Es entrar a la comunidad, empoderarla en su hábitat a través de la cultura, promover actividades colaterales que den un sentido cercano a cada obra que se ejecute. Es arte urbano que los artistas convivan con los vecinos, que haya acuerdos, que la transformación del escenario sea un proceso multiactoral.
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Leer másAsí lo resume la doctora en arte, catedrática y gestora cultural María Fernanda López, parada frente a uno de los veinte murales que formarán parte de la Bienal de Arte Urbano Haciendo Calle, en Nuevo Ceibos, conjunto habitacional rebautizado así por el Gobierno, luego de llamarse Socio Vivienda 3.
La propuesta nace en 2015, cuando López cursaba un doctorado en arte, en Puebla, México. De allí hasta acá, hubo un par de intentos y se concretó una bienal virtual, en plena pandemia; pero López debía ver plasmada su obra. Y lo logró en esta comunidad.
Una bienal, dice, es un espacio para plasmar un pensamiento crítico sobre el arte urbano. “La mayoría de proyectos se queda en decoración, valoraciones de estética, parámetros básicos; pero el arte urbano es, en realidad, un dispositivo político de empoderamiemto comunitario poderoso”, analiza.
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Leer másMás de 23.000 vecinos viven en esta localidad, en bloques parecidos a los de Sauces, al norte de la urbe. Las largas paredes han sido convertidas en lienzos para esta propuesta artística, que tiene diferencias abismales con otros proyectos de este tipo, como el de la calle Panamá, resalta López.
Primero, el costo. Por ahora hay 14 murales, de 20 agendados. Han sido elaborados con autogestión y se ha obviado el pago de rubros como curaduría, mano de obra o diseño. Es injusto, sí, pero es gestión, justifica la catedrática.
Aun así, ni siquiera incluyendo cada uno de los rubros podría acercarse a los más de 350 mil dólares invertidos en la calle Panamá o el casi millón que costaron los diseños del denominado aeroarte, con las gigantografías que acompañan la aerovía. Es más, con todo y mano de obra, López señala que toda la bienal no superaría los $ 20 mil.
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Leer másLas obras tienen flora, fauna, personas y hasta caracteres. Están tan bien hechas que parecen calcomanías, pero estas no son simples impresiones. Son hechas a pulso por los artistas que participaron.
La distancia más emblemática que toma con las del Municipio, remarca la gestora, es el trabajo en comunidad en tres momentos específicos: exposición, pedagogía, talleres y la parte reflexiva y curatorial.
La comunidad participa de forma directa. Cocina para los artistas, observa el proceso creativo de cada muro y luego la idea es capacitar a los niños, que hagan ellos sus murales en un lugar específico y promover visitas guiadas al sector para repotenciar emprendimientos gastronómicos y de otros tipos.
Antes de que López llegue a esta zona, estuvo en el lugar la también activista Carolina Reina, desde 2018, con actividades culturales, asambleas, talleres y demás. Fue ella quien, sin saber que López llegaría luego, mapeó la zona y seleccionó las paredes para llevar arte al barrio. La bienal, sin embargo, llegó después, y ella no fue parte de ese proceso.
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Leer másSin embargo, explica que en estas dinámicas, en que se intenta acercar la cultura a la comunidad, es preciso tener en cuenta procesos participativos y, sobre todo, un trabajo previo de organización comunitaria y de conocimiento de escenarios, que ella dejó listos.
“Los muros son solo muros. Solo dejan de serlo cuando se utilizan como una herramienta de expresión y de pertenencia”, señala. “La resistencia y lucha social de estos barrios debe visibilizarse en sus paredes. Su historia, su rostro, su gente...”.
De aquello da fe Jonathan Pazmiño, líder y miembro de la directiva del Comité Pro Mejora Nuevo Ceibos, quien confiesa que no hizo el trabajo con Reina porque no tenían presupuesto para los materiales que pedía, y que aceptó, en cambio, la bienal de López, por ser autogestionada por los artistas.
“Lo logrado se aleja de prejuicios de que las personas con bajos recursos no pueden acceder al arte. Como comunidad nos hemos comprometido a cuidar cada uno de los murales. Es poco común que se tome en cuenta a zonas como esta para estos temas”, reconoce.
Aquello lo resalta López. Es una forma de descentralizar la ciudad. “Todo está en el centro. De malecón a malecón. La ciudad aniquila el hecho de acceder a cultura”, precisa.
En agenda también está realizar una feria cultural dos veces al mes. Lo importante, recalca la curadora, es que aunque no se puedan cambiar las condiciones económicas de las familias, sí se fortalece la organización barrial.
Para preservar las obras expuestas desde ahora, el barrio hará logística entre coordinadores de manzana. Por las lluvias del mes pasado, uno de los cuadros ya fue afectado, lamenta Viviana Cobos, moradora, quien está feliz con el diseño en la pared de su casa, pero sí le gustaría que arreglen eso.
Otras propuestas de este tipo han sido trabajadas con muchas más aristas. En Medellín, en la Comuna 13, se impulsó la cultura del hip hop en ese sector, de los más golpeados por el conflicto armado. Gigantes grafitis invitan al lugar, donde los vecinos son también guías turísticos. Un verdadero logro de arte urbano.