Las aves que se aferran a no irse de Puerto Santa Ana
Decenas de garzas se refugian en los árboles. Los bienes públicos están afectados. Expertos sugieren dar cabida al avistamiento de las especies
Cuatro especies de garzas se han instalado en las copas de los árboles de dos puntos del Puerto Santa Ana, uno de los sitios turísticos y en desarrollo de Guayaquil. Las aves han hecho voluminosos nidos y, por el exceso de su población, los bienes públicos y áreas verdes del lugar se encuentran afectados. La masa de excremento está adosada en casi todos los adoquines y bancas. Es una materia difícil de remover, reconoce el personal de limpieza, que utiliza cuantiosos litros de agua, pero el problema persiste.
La zona donde se registra una mayor afectación es la ubicada a escasos pasos del edificio del Astillero, donde se levantan oficinas, y los museos de la Música, de Barcelona y de Emelec. Allí, los turistas que llegan atraídos por el paisaje arquitectónico, restaurantes o para apreciar el río Guayas, se frenan al momento de descender por las escaleras. Dan pasos temerosos con la mirada fija en los árboles, mientras que otros pasan a precipitada carrera.
En muchos árboles del Puerto Santa Ana se han creado colonias de diversas aves; es hermoso verlas en las ramas, volando alrededor o a una madre con sus pichones en el nido.
— BROTEstudio (@BROTEstudio_ec) January 15, 2021
El entorno también cambia, incómodo quizás pero con un rasgo singular.
Pd. Diariamente limpian el lugar pic.twitter.com/DI1y7nSVRm
“No había visto tantas aves en este espacio y parece que se están extendiendo hacia los edificios. Es cierto, no podemos caminar tranquilos, pero me he sorprendido de ver sus nidos e interacciones”, dice Carolina Soto, mientras alza su celular para tomar fotos de las aves, que se pierden entre las ramas o posan en cualquier elemento del mobiliario.
Christian Astudillo, especialista en control de plagas urbanas, advierte que la ciudad está expuesta de forma recurrente a este problema, en su mayoría causado por las palomas. Sin embargo, afirma que el excremento acumulado en espacios cerrados puede llegar a ser tóxico y no es para nada estético.
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Leer másAgrega que los componentes del excremento pueden dañar ciertas superficies, incluso los adoquines. “No es nada bueno. Además, es un gasto de agua innecesario, porque tienen que estar constantemente limpiando. No es conveniente”.
Como soluciones, Astudillo plantea la remoción de los nidos, colocar geles repelentes en las ramas o darle un mantenimiento sin dañar al árbol. “Así podría haber una mejoría sustancial”.
Una idea similar propuso el entomólogo Paúl Muñoz, quien advierte que este problema se presenta todos los años y asegura que remover los nidos es lo más oportuno hasta que estas especies “sientan que están siendo invadidas”.
Reconoce que las principales consecuencias de la presencia masiva de garzas son la afectación a los bienes públicos, el aumento en el costo de la limpieza y pintura del mobiliario, y el hecho de que los visitantes no puedan transitar con serenidad por este espacio. “Lo que se ha hecho es que con el tiempo estos árboles se vayan saturando, y no sirve de nada que el personal de aseo limpie los excrementos si no retiran los nidos, aunque después vayan a buscar nuevos humedales”.
La acumulación de excremento es tóxica. Daña las superficies. Además, es un gasto de agua constante.
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Leer másEn tanto que Jaime Arellano, especialista en guianza de aviturismo, tiene dos hipótesis respecto a la llegada de gran cantidad de garzas al lugar: que históricamente este era su hábitat natural; o que el entorno cercano (Durán, Santay o Samborondón) se vio afectado y, al no tener una relación con la naturaleza, migraron hacia estos puntos.
“Puede ser que provengan de cualquiera de estos sectores, como por ejemplo las zonas de arrozales de Samborondón, donde quizá talaron árboles y perdieron su espacio. Al no encontrar dónde anidar, ellas buscan otros refugios, y este sitio es perfecto”, analiza Arellano, quien hace énfasis en que en la zona donde están ubicados los árboles están precisamente los alimentos básicos de su dieta: crustáceos, pequeños anfibios y moluscos.
La teoría de que este espacio del Puerto era el hábitat de las aves también la sostiene Muñoz, quien hace una lectura sobre los procesos de expansión. “Al urbanizar invadimos su espacio y en Samborondón pasa lo mismo. Les estamos quitando los humedales, entonces ellas igual se adaptan a todo y por eso están en los arboles de esta área”, explica el experto.
Así como está, es una afectación al bien público. Una forma de evitar su presencia es retirar los nidos.
Sin embargo, los especialistas advierten que sería un error que el Municipio tale los árboles. Arellano impulsa la idea de que Puerto Santa Ana se convierta en un espacio destinado para el avistamiento de aves. Una actividad que, argumenta, no ha sido aprovechada en la ciudad y que implica un trabajo mancomunado con las diferentes direcciones municipales. “Sería otra forma diferente de hacer turismo. Hay que aprovechar este recurso, condicionarlo y que se extienda hacia el malecón Simón Bolívar, donde encontraremos más especies”.
La sobrepoblación de las aves ha hecho incluso que entre ellas tengan conflictos y algunos polluelos caigan y se estrellen con la superficie. Varios de ellos, con suerte, logran llegar hasta los arbustos ubicados bajo los árboles. Ante ello, Arellano sugiere que deben intervenir grupos rescatistas y el Ministerio de Ambiente y Agua, o que se establezca un protocolo con el personal de seguridad del sector, para alertar sobre su presencia.
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Leer másTanto la dirección de Ambiente como la dirección Administrativa del Municipio de Guayaquil reconocieron a EXPRESO la problemática. Además señalan que, producto de las lluvias registradas en la urbe, las copas de los árboles se han convertido en el refugio de las garzas, cuya presencia aumenta en el periodo invernal, durante los primeros meses del año.
“En ese sentido, se está trabajando en el planteamiento de un proyecto para la ciudad a fin de controlar la sobrepoblación de aves, precautelando la conservación de las especies, y se han intensificado las jornadas de limpieza”, indicaron. No obstante, al consultarles por las especificaciones del futuro programa, respecto a si cercarían el área, cambiarían el mobiliario afectado, o si podarían o talarían los árboles, las entidades no respondieron.
Para ambientalistas como Andreína Sabando, la única opción viable sería no llenar más de concreto el lugar y permitir, como hace énfasis Muñoz, que estas garzas sean parte de la atracción. “Los invasores fuimos nosotros con tanto proyecto inmobiliario, en ese y otros espacios de Guayaquil. Ya es suficiente. Hay que preservar las especies, las pocas que nos quedan, para evitar su desaparición”, sentencia.