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Urbanismo. En un cuadrante de la calle Panamá, en el centro de Guayaquil, se estudió la propuesta de un edificio híbrido vertical que integre el concepto de barrio en sus pisos.Miguel Canales Leon

Barrios verticales, una opción para crecer en Guayaquil

Se propone incluir la vida comunitaria en un edificio híbrido, que adapta conceptos arquitectónicos clásicos

Crecer hacia arriba. Es a lo que debe apostar Guayaquil para evitar una expansión desordenada, como la que se ha venido gestionando en el último medio siglo, según sugerencias de varios urbanistas en reportajes presentados por EXPRESO.

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La falta de incentivos a las construcciones verticales propicia que la ciudad siga extendiéndose hacia el oeste, sobre la vía a la costa, y hacia las parroquias La Aurora, en Daule, y La Puntilla, en Samborondón.

La academia había adelantado estos problemas hace algunos años. Y en varios proyectos presentados por alumnos y catedráticos, se plantean soluciones que siguen en repositorios, sin interés de las autoridades.

Uno de ellos es La Cinta, un edificio híbrido con el concepto de barrio vertical. El origen de esta tesis data del año 2020. Ivonne Loor y Rafaela Soriano, estudiantes de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad Católica de Guayaquil, comenzaron a analizar el auge de la calle Panamá como nuevo polo turístico de la urbe.

Soriano contó que durante esos estudios surgieron varias preguntas. “Ese proyecto (calle Panamá) tuvo la intención de que la gente se quedara más tiempo en el centro, atrayéndola, comunicándole al peatón que el espacio es habitable, es circulable, es comercial. Entonces aparece esta necesidad: ¿cómo haríamos para que la gente se quedara habitando?”.

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Hay varios edificios en el centro de GuayaquilMiguel Canales Leon

Asimismo, observaron los problemas que más afectan a los barrios, como la inseguridad y la lejanía de establecimientos de servicios, en el caso de las urbanizaciones privadas.

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“La configuración urbana de los barrios tiene muchísima riqueza, que se pierde al momento de la planificación y el diseño de las urbanizaciones cerradas. Y no estoy en contra de las urbanizaciones cerradas, son conceptos diferentes, pero al final no terminan de suplir las necesidades de las familias y del peatón”, manifestó Soriano.

Al comenzar a planear La Cinta, analizaron la forma de transportar y fusionar los elementos de los barrios tradicionales con el diseño de un edificio vertical. Para ello, se enfocaron en la importancia de la vecindad y la interacción entre residentes, así como la necesidad de crear espacios comunitarios que promuevan la vida social y la actividad económica.

El terreno, que comprende una manzana entre la calle Panamá y la avenida Malecón Simón Bolívar, está ligado a dos lotes aledaños que son edificaciones de una planta y funcionan como bodegas. En la tesis, las estudiantes plantean removerlas para el desarrollo de la nueva construcción y anexar las plazas de calle peatonal.

16 pisos de los 25 que comprende el proyecto de edificio se
destinan a todo tipo de viviendas.

Además de la interacción propia del barrio, para el diseño del edificio se adoptaron también elementos clásicos e históricos de Guayaquil, como los soportales y los pasajes.

En las primeras plantas del inmueble se plantea ubicar salas de coworking, restaurantes. “Luego entrábamos a este espacio de transición de las áreas abiertas, de las áreas verdes y todas las viviendas que se configuraban hasta llegar a la última planta”, detalló Soriano.

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De los 25 pisos que forman parte de la estructura, 16 son destinados a viviendas de varios tipos: simples, familiares, dobles, dúplex, de acuerdo con las necesidades de las familias, y tomando en consideración espacios únicos para que habiten estudiantes y adultos mayores.

“¿Por qué le pusimos La Cinta? Porque era un elemento que desde su estructura y desde la función se iba entrelazando entre sí. Entonces había esta riqueza visual, estas áreas verdes, este mobiliario, este lugar que no siempre se da en los edificios de altura, que normalmente estamos acostumbrados a que sea un ascensor, una escalera, unos pasillos, un montón de puertas y ahí quedó. No. Acá tratamos de buscar esa respuesta para que las personas puedan sentir al menos que estaban viviendo en un barrio”.

Problemas
Respecto a los edificios verticales, hay aspectos a considerar dentro de la convivencia, como la falta de pago de alícuotas o el ruido excesivo que puedan generar ciertos residentes.

En el año 2020, este proyecto ganó la Bienal de Arquitectura de Quito. Loor y Soriano obtuvieron la medalla de oro en la categoría arquitectónica.

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“Con este edificio queríamos tratar de romper ese paradigma de vivir en urbanización, con las casas todas igualitas y un cerramiento. Queríamos tratar de decirles a las personas que sí se puede tener otro tipo de propuesta en la altura que pueda satisfacer las necesidades, que pueda ofrecerles otro tipo de vida a nivel de edificación vertical, porque en la ciudad de Guayaquil obviamente no se ha hecho”, indicó la arquitecta.

Las alternativas existen para fomentar este tipo de edificaciones en Guayaquil y poder recuperar varios tramos del centro que en los últimos años han quedado abandonados, así como su dinamismo nocturno.

Su aplicación depende de una visión de crecimiento ordenado, que las autoridades siguen sin aplicar.

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