Ni amigable ni segura, las calles de Guayaquil son "ingratas" con sus ciudadanos
La encuesta de la multinacional Ipsos revela que la ciudad no es inclusiva. Recorrerla requiere de esfuerzo y muchos riesgos
No importa cuántos años o administraciones municipales pasen, ni tampoco cuántas veces los ciudadanos exijan que el espacio público de Guayaquil y Quito sea inclusivo. No importa tampoco ver cómo las personas que se movilizan, por ejemplo, en silla de ruedas, se quedan estancadas, a esperas de ayuda, simplemente porque ni las calles ni las veredas, ni los parques, ni los sitios turísticos, son amigables.
El espacio público de Guayaquil agoniza ante un Concejo Cantonal "indolente"
Leer más“Guayaquil no piensa en mí ni tampoco en ningún discapacitado. Guayaquil es una ciudad que nos excluye, ingrata con los niños, las embarazadas, los adultos mayores, la lista es larga... Yo no puedo ni irme a los parques que rodean mi manzana en la Alborada. ¿Saben por qué? Porque para ir por la vereda, a veces inexistente o rota, mi familia tiene que cargarme. Cargar mi silla conmigo encima. Y ya en el parque, les toca hacer lo mismo unas dos o tres veces porque no hay por dónde rodar. Me duele que las cosas sean así, que estemos obligados a limitar nuestros paseos y que se los limitemos a nuestras familias”, sentencia el guayaquileño Richard Sandoval, quien se moviliza en silla de ruedas.
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Juan Luis Hidalgo, jefe de seguridad y salud de la Universidad de Guayaquil, como Sandoval, utiliza el mismo medio para movilizarse, y como él experimenta el mismo viacrucis todo el tiempo. Hidalgo lamenta que no haya un solo espacio en el Puerto Principal que le permita desplazarse de forma independiente. Solo al interior del campus, donde hay rampas y aceras anchas, tiene autonomía, sentencia.
Fuera del campus, basta cruzar la puerta de ingreso y salida para que deba ser cargado por sus compañeros para desplazarse de una calle a otra, e incluso para subir o bajar de una acera.
Que no hay un solo sitio, no solo de Guayaquil, sino del Ecuador y de la misma América Latina, que les dé autonomía, piensa.
“He tenido la oportunidad de viajar por la región y la escena ha sido la misma. Hablando de lo que pasa a nivel local, la Constitución de la República del Ecuador, la Ley Orgánica de Discapacidad, los tratados internacionales, la Convención de los Derechos Humanos, las normas INEN avalan que debe haber inclusión total para las personas con discapacidad. Sin embargo no puede haber una inclusión universal mientras las calles no estén debidamente adecuadas. Si no lo están, como pasa aquí, lastimosamente no hay independencia y la persona, por lo tanto, no va a poder ser útil para la sociedad”, alega Hidalgo; quien hace un llamado a que las autoridades vean a la discapacidad no como un egreso, sino como una inversión y un eje transversal.
No hay un solo sitio donde pueda movilizarme como se debe, ni uno; y es lamentable, cuando hay leyes que avalan que haya inclusión.
En este punto, hace hincapié en la necesidad de planificar. “La dirección de Acción Social no es la que debe únicamente velar por hacer un territorio amigable, sino también la de Obras Públicas, Áreas Verdes, en fin, todas. Absolutamente todas deben participar a la hora de construir o reconstruir una estructura, y para ello, urge que conozcan de primera mano qué necesitamos”, precisa la autoridad universitaria.
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Sandra Coello tiene 56 años e intenta a diario movilizarse con ayuda de su bastón blanco por el centro de Guayaquil, donde sus padres tienen un negocio en el que labora. Pese a que el instrumento plegable le da orientación y facilita movilidad; esta se ve truncada al caminar sobre el asfalto.
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Leer más“Hay aceras angostísimas o con adoquines faltantes, cual rompecabezas; hay mobiliario urbano mal colocado, además de letreros publicitarios y postes mal colocados por doquier. En zonas como la Bahía puedo, fácil, matarme. Y no necesariamente por la cantidad de gente que hay, sino porque todo está mal construido. La ciudad nos cierra las puertas. Lo hacen las principales avenidas de la ciudad, todos los barrios y, por supuesto, los sitios que se suponen que son turísticos”, lamenta.
Su opinión la comparten decenas de guayaquileños con o sin discapacidad, que consideran, según la encuesta realizada por la multinacional Ipsos, que los espacios públicos son poco amigables. De hecho, un 53 % del total de consultados en Guayaquil y Quito lo considera así, seguido de otro 17 % que lo considera nada amigables. Con respecto a si las calles son inclusivas, asimismo en ambas ciudades, un 47 % apunta a que son “poco inclusivas”.
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Una problemática histórica que no halla solución
Hace casi seis años EXPRESO publicó una nota en la que los ciudadanos exigieron al Municipio pensar ya en revertir esta situación. Pero hasta la fecha nada ha cambiado.
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Leer másEn ese entonces, un equipo de este Diario recorrió las calles de Urdesa, la Alborada, Sauces, Samanes, Guayacanes, la Kennedy, el centro, la avenida Domingo Comín, la calle Esmeraldas, la avenida Quito, entre otras tantas, y detalló dificultades como las ahora descritas por los entrevistados. En un recorrido realizado esta semana, los obstáculos eran los mismos y, como en esa ocasión, en una mayoría se extendían a los restaurantes y cafeterías.
“Muy pocos espacios tienen rampas o estas, si las tienen, son adecuadas. La mayoría son empinadas, tanto que parecería que vamos a patinar en una pista de skate. Eso refleja que Guayaquil es indolente con nosotros... Son estos temas los que deberían tratarse en el Concejo Cantonal. Es allí donde, como prioridad, debería analizarse qué hacer, qué cambiar para que tengamos el derecho de desplazarnos como todos, en libertad”, alega Mónica Castellanos, residente de Sauces y economista con movilidad reducida.
La solución no llega pese a que la población afectada es numerosa
Según datos del INEC, solo en Guayaquil hay 76.169 personas con discapacidad; el 46 % de ellas con discapacidad física y otro 10% visual.
Las rampas son insuficientes, están mal diseñadas y poca señalización. Estas deben corregirse, volver a construirse, pero con urgencia.
Para el arquitecto Alejandro Mena, estas cifras deberían ser más que suficientes para que la problemática sea atendida con prioridad por el alcalde, los ediles y asambleístas. Cuestiona que los concejales y asambleístas no visiten las zonas a las que representan.
Que ellos están para legislar y facilitar el buen vivir de los ciudadanos, expresa. “Ellos, concejales y legisladores están para fiscalizar y hacer cumplir las normas. Y en el Puerto Principal, por décadas, el problema no ha sido solucionado”.
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Para Dennis Díaz, presidente del Colegio de Arquitectos del Guayas, urge -como primer paso- que se haga un tratamiento adecuado e integral en las aceras y vías, y que este se implemente progresivamente en toda la ciudad y no solo en ciertos sectores. Solo así, coincide Mena, Guayaquil será un territorio equitativo y amigable para el visitante, el residente y el turista.
Reconstruir las aceras para generar bienestar y atraer incluso al turista
Mi mamá y yo nos hemos caído en las veredas de Urdesa porque tiene desniveles, hasta huecos. No hay forma de disfrutar del entorno.
Para el presidente del Colegio de Arquitectos del Guayas, Dennis Díaz, las aceras de la ciudad deben ser intervenidas ya porque carecen de uniformidad. “Son de apenas 1 metro de ancho; y para que dos personas puedan transitar, el espacio requerido es de 1,20 metros como mínimo. Además, existe mobiliario urbano mal ubicado, desde señalización hasta excesivas carteleras publicitarias. Todo ese panorama debe ser transformado”, alega; al coincidir con la especialista en materia de turismo, Sandra Reina, quien asegura que el hecho de que una ciudad no sea amigable afecta al turismo.
“El turista, bajo cualquier condición, quiere recorrer el territorio que visita y aquí las trabas son muchas. Si fuéramos una ciudad más empática, estaríamos en el radar de los visitantes y seríamos una grata experiencia. Es solo de dar el paso al cambio”, piensa.
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