Cementerio General de Guayaquil: Entre memorias y la renovación
Ciudadanía vela por preservar su infraestructura, deteriorada en algunos tramos. Remodelación total durará 10 años
Quince hectáreas y más de 200 años de memorias que descansan en la paz de ser un patrimonio nacional: el Cementerio General es un espacio que puede deslumbrar por su arquitectura; desorientar, por su inmensidad; espantar, con sus leyendas; conmover, por los lamentos vivos que a diario visitan un nicho grabado de nostalgia; o preocupar, por el evidente deterioro material con el que arrasa un bicentenario de historia.
El potencial encerrado de la antigua Cárcel Municipal de Guayaquil
Leer másUn recorrido por el cementerio patrimonial
Es que el camposanto, administrado por la Junta de Beneficencia de Guayaquil, ofrece un recorrido de contrastes. ‘‘Veo que están sucias (las lápidas), hay manchas de manos allí -señalando las filas superiores- pero es porque uno mismo debe venir a dar cuidado. Creo que los panteoneros deberían también vigilar esto. En este Día de los Difuntos debe estar todo bien presentado, yo no lo veo así y me duele, porque papá y mamá están aquí’’, cuenta Nancy Alarcón, quien a sus más de 60 años viene a visitar periódicamente la memoria de sus progenitores, entrando por la puerta diez.
Avanzando hasta el fondo de dicha entrada, por detrás de las bóvedas, se encuentran tumbas antiguas, restos enterrados bajo las faldas del cerro. Muchas de estas estructuras están rotas, los matorrales cubren cualquier palabra tallada en las piedras y la loma es un deprimente paisaje de cruces que la tierra desdibuja.
Predominan los nichos de infantes: niña Joselyn, niño Manuel… centenares de nombres; sin citar los natalicios, sus fechas de fallecimiento marcan más de cincuenta años en el pasado. ‘‘Esos ya nadie viene a verlos. Allí está el de una señora que murió en el 74, tiene un globo que dice ‘feliz día mamá’, lo he visto ahí colgado y deteriorándose, ya quince años que llevo aquí, sí me entra mucha pena’’, confiesa Mario, quien se dedica a pintar bajo pedido las lápidas del cementerio.
Este deterioro, sin embargo, no es todo el rostro del camposanto. recorriendo hacia la puerta, 11, 12, 13; además de las primeras entradas (de la uno a la seis), figuran los bellos mausoleos de célebres familias de la historia local, las esculturas en honor a próceres, políticos y artistas, con acabados finos. Allí, la Junta de Beneficencia está readecuando estos espacios a un ritmo prudente, preservando el valor patrimonial de estas obras y proyectándose a darle una nueva vida al Cementerio General.
Manglares: otro símbolo de la identidad guayaquileña
Leer másLa readecuación del cementerio
‘‘Cada año planificamos y hacemos mantenimiento a ciertos sectores: este año se tomó la decisión de mejorar el ornato del camposanto. Ya empezamos y vamos -en orden- por la puerta seis’’, contó a EXPRESO el gerente de operaciones de este espacio, Carlos Espinel.
‘‘Estamos ampliando ciertas estructuras para dar más cabida a las memorias. Instalamos nueva iluminación, cambiaremos todas las baldosas para que sean igual de bonitas como las de la puerta tres’’, agregó, detallando también que es una labor proyectada a diez años, en los que esperan que todo quede uniformemente readecuado, y que buscan extender la vida útil del cementerio hasta cincuenta años más.
Sobre los nichos y bóvedas en deterioro, Espinel se sinceró y explicó que es una labor que demanda muchos recursos, pero sienten ‘‘la obligación de reparar y restaurar todos los edificios’’, y que lo están haciendo de acuerdo a una planificación establecida. Espinel también adelantó que espera, dentro de un año, poder incorporar un ascensor al paso elevado que conecta la sala de velaciones con el cementerio, poniendo fin a los cortejos fúnebres que tenían que subir los extensos escalones, a merced de un sol que calcina todo menos el luto.
La importancia de tener un camposanto bien cuidado puede radicar en ofrecer tranquilidad a las familias que acuden a la última morada de sus seres queridos. Muchos hacen sepelios a su forma: llevan mariachis durante toda la marcha fúnebre, otros prefieren enaltecer este acto con frondosas flores; unos ahogan sus penas con licor y desahogan su dolor exclamando al cielo ‘¿por qué esto me tuvo que pasar a mí?’, secando sus lágrimas en un hombro allegado. Aunque en los últimos meses, este ambiente se merma por el peculiar luto de ciertos ciudadanos que atemorizan a los moradores.
‘‘Una vez me contrataron para tocar en un entierro aquí más arriba, era una familia que no se veía amigable, pero es mi trabajo. Allí sacaron fuegos pirotécnicos y a medida que reventaban, sacaron armas para también disparar al cielo, uno tiene mucho miedo’’, confesó un ‘lagartero’ a EXPRESO, quien pidió proteger su identidad.
‘‘Prohibimos la pirotecnia para evitar los incendios forestales, que ya tuvimos dos. Además, tenemos un convenio con la Policía Nacional, para reportar inmediatamente cualquier acto indebido. Son nuestro apoyo. Sí tenemos sepelios conflictivos, por la situación de inseguridad del país. Nosotros sí hacemos controles, pero es difícil prever esto’’, explicó Carlos Espinel, quien sostiene que su prioridad es cuidar y embellecer el Cementerio General, pues él lo considera ‘‘un museo al aire libre’’.
Pero al final, no es la pintura, ni los grabados y mucho menos los acabados finos lo que individualiza las memorias, sino las conversaciones, risas, lágrimas y amores que se evocan de estar -simbólicamente- al frente de quien tanto uno recuerda. Ejemplo de esto son las fieles visitas de Rosy Castro a su difunto esposo: ‘‘Yo soy quien más lo visita, vengo cuando estoy triste, también cuando estoy contenta. Le cuento de nuestros hijos. Conversar con él me quita peso, me brinda claridad frente a cualquier problema’’, detalló sollozante.