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Dedicación. Sobre su silla de ruedas, la maestra Clara Celi imparte enseñanza a los estudiantes de la escuela fiscal Benjamín Rosales.Gerardo Menoscal

Clara Celi, una maestra sobre ruedas

Tiene el 84 % de discapacidad física, pero nunca ha faltado a la escuela donde trabaja. Concursa para obtener su nombramiento

Saber que una centena de niños esperan con ansias su llegada a clases anima a salir adelante a la docente guayaquileña Clara Narcisa Celi Obaco, de 40 años. Ella se moviliza en una silla de ruedas debido a la osteogénesis imperfecta que padece desde que era niña, una enfermedad congénita que debilita, inflama y fractura los huesos.

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Lleva 14 años en la docencia y desde hace 11 labora en la escuela fiscal Benjamín Rosales, ubicada en la ciudadela Martha de Roldós, norte de la ciudad. Allí imparte enseñanza de Matemáticas, Lenguaje, Estudios Sociales, Ciencias Naturales e Inglés, a más de 100 estudiantes que cursan desde el segundo hasta el séptimo básico.

De lunes a viernes llega a la escuela acompañada de su mamá Amada Obaco, quien empuja la silla de ruedas desde su casa ubicada a pocas cuadras del plantel; mientras que otras veces arriba en un taxi que tiene contratado para su traslado.

Cuando ingresa al aula, sus alumnos corren para ubicarse en sus asientos y dejan libre el pasillo para que la maestra pueda transitar sin ningún problema.

“¿Mis niños, cómo están? Vamos a empezar las clases de Matemáticas”, es la forma cariñosa de saludar y luego siempre les canta una dulce canción para amenizar la jornada.

En el aula tiene una ayudante. Se llama Narcisa Román, una madre de familia, quien admira a Clarita, como la llama cariñosamente, por su vocación, esfuerzo y ganas de enfrentar cualquier adversidad.

Zona 8Clara Celi es uno de los 268 docentes del Ministerio de Educación con discapacidad en la Zona 8, que abarca los cantones Guayaquil, Durán y Samborondón.
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Narcisa es quien coloca el papelógrafo en la pared y escribe en la pizarra las indicaciones que la maestra tiene para sus alumnos. “Me gusta ayudarla y al mismo tiempo estoy aprendiendo las labores de un docente, ya que mi meta también es estudiar para profesora”, indica.

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Dedicación. Clara Celi revisa las tareas de sus alumnos, quienes de forma ordenada facilitan el trabajoGERARDO MENOSCAL

Los alumnos escuchan la clase detenidamente y responden de manera ordenada cualquier pregunta que hace la docente.

Cuando suena el timbre para recreo, los niños salen del aula y llevan consigo a su maestra con quien comparten actividades didácticas, mientras otros estudiantes corren y juegan en el patio o pasillos.

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Durante un receso, Clara cuenta a EXPRESO que tiene una licenciatura en Educación Básica y hace poco terminó una maestría en Psicopedagogía. Cada seis meses toma cursos para renovar conocimientos y compartirlos con sus alumnos.

Al momento participa en los concursos de mérito y oposición para obtener un nombramiento que le ofrezca estabilidad en el magisterio fiscal; pues ya no quiere experimentar cada año el temor de que su contrato no sea renovado.

“Tengo más de una década enseñando con muchas ganas. Mi enfermedad y el estar en una silla de ruedas no me impide que yo avance; aquí estoy enseñando y cumpliendo mis sueños al lado de mis estudiantes”, anota con convicción.

Estar en silla de ruedas no ha sido un impedimento para que la maestra Clarita cumpla con su trabajo de formadora de niños. En el plantel tiene todo el apoyo.

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rectora de la escuela Benjamín Rosales
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Cuenta que en sus inicios tuvo que vencer muchas barreras porque nadie creía que una maestra en silla de ruedas podría desenvolverse a cabalidad.

“Logré convencer a profesores y padres de que no voy a trabajar con las piernas, sino con mi cerebro y el optimismo que siempre me ha caracterizado. La enfermedad debilitó mis piernas, pero no impidió que desarrolle mi inteligencia”, reitera.

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Apoyo. Narcisa Román es la asistente de la maestra dentro y fuera del aula.GERARDO MENOSCAL

Desde entonces la maestra ha demostrado que mientras hay cerebro, amor por los niños y no se pierde la vocación de enseñar, siempre se puede seguir adelante y vencer cualquier obstáculo que pueda presentarse en el camino.

Clara trata de hacer de su vivencia una terapia de vida y cada día da gracias a Dios de tener niños que nunca la han visto como un ser distinto. “El cariño de mis alumnos me reconforta. Ellos han aprendido a respetar a personas con alguna discapacidad y a ser solidarios con quienes necesitan su ayuda. Eso también es aprendizaje”, reflexiona emocionada, al mencionar que ellos hasta se pelean por movilizarla en su silla de ruedas a fin de moverla de un lado a otro.

Logré convencer a profesores y padres de que no voy a trabajar con las piernas, sino con mi cerebro y el optimismo que siempre me ha caracterizado.

Clara Narcisa Celi,
​docente

Durante este tiempo ha aprendido a tener una interacción íntima con sus alumnos. Solo basta una mirada para que ellos sepan lo que necesita y estén prestos a ayudarla, no solo dentro de la escuela, sino fuera de ella.

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Compartir. Durante el recreo, la docente comparte juegos y vivencias con sus alumnos, en el patio del plantel.Gerardo Menoscal
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En todo este proceso, el apoyo de sus colegas ha sido excepcional e incondicional. De parte de la escuela también ha sentido la ayuda.

Para el maestro con vocación no hay fronteras. El querer sacar a los niños de las tinieblas de la ignorancia y romper las cadenas que nos oprimen es lo que me hace pensar que la discapacidad física no es ningún impedimento”, sostiene.

La maestra Clara está convencida de que es una persona privilegiada y dice que seguirá en la docencia hasta que Dios le dé fuerza y voluntad.