Guayaquileños exigen que sus denuncias sean escuchadas para convivir como merecen

En Mapasingue Este, a escasos metros de la escuela Dr. Luis Augusto Mendoza, en la calle Novena SN entre la 3ra y la 4ta,  las ramas de un árbol que ha perdido sus hojas a causa de la cochinilla, permanecen enredadas entre los cables de los postes. La comunidad pide podarlo para evitar posibles accidentes.

Laura Samán, quien habita en el sector, hizo pública su denuncia a EXPRESO, para solicitar la intervención inmediata y exigir, a la par, que CNEL y el Municipio de Guayaquil constaten en qué estado se encuentran los postes. "Están a punto de caerse con el peso de tanto cablerío. Es horroroso, peligroso. Se ve mal... Ahora resulta que uno se asoma a la ventana y se  puede hasta ahorcar. ¿Qué tipo de convivencia es esta? Me rehúso a vivir de esa forma. Pido ayuda, la necesitamos", precisó.

La queja, sin embargo, no llegó solo de este punto de la ciudad, sino también de ciudadelas del norte como Álamos Norte, la décima de la Alborada, El Condor y Guayacanes, donde los habitantes aseguraron tener de 'vecinos' a luminarias que, por un lado, están repleta de tallarines colgantes; y que, por el otro, tienen su cemento ya carcomido. "Están a ras de caerse... Pido a CNEL que monitoreé las estructuras para evitar que se desplomen. Esta queja ha sido recurrente en al menos dos años. ¿Por qué les cuesta tanto poner orden?", cuestionó Enna Carpio, de Álamos Norte. 

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Entre las otras denuncias que llegaron a la Redacción este 8 de septiembre, constan las ligadas a la insalubridad, al desorden generado por los vendedores informales; y a la inseguridad. 

Con respecto a este último punto, los moradores de distintas manzanas de la ciudadela Adace, ubicada al norte de la ciudad, solicitan a la policía que establezca más patrullajes y que sean en distintos horarios. La comunidad asegura que hay zonas desoladas que son aprovechadas por los delincuentes.

Que pasadas las 18:30 resulta imposible salir a caminar, precisaron. "El vecindario es pequeño, la gente se conoce, hay pequeñas tiendas, una que otra panadería que podríamos visitar, pero es imposible hacerlo. Y que medio se apagan las luces en el barrio y aterrizan aquí los maleantes. No hay como asomar las narices en ningún lado.... ¿Convivir? ¿Qué es eso? Hasta eso nos robaron, es lamentable. Por eso clamo por ayuda. Es nuestro derecho vivir bien, en paz, en comunidad....", precisó la residente Rosario Jiménez, de 58 años. 

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